Matrimonio gay, diputaciones, ayudas a los bancos, sanidad privada y, por supuesto, crisis económica. Pero ni rastro del 15-M, el movimiento que surgió en la pasada primavera días antes de las autonómicas y que según sus integrantes y muchos analistas iba a "despertar las conciencias" de la ciudadanía y la clase política.
La causa más probable de que ni uno ni otro candidato hicieran la más mínima mención a los indignados es la irrelevancia en que han ido cayendo. Cuando el movimiento estaba en su punto álgido, con el campamento y las manifestaciones en Sol abriendo informativos y portadas, algunas de sus propuestas llegaron incluso a entrar en el Congreso, de la mano del partido que sigue intentando capitalizar el movimiento, Izquierda Unida. Pero el escaso seguimiento de sus últimas convocatorias, como la concentración en Sol del arranque de campaña o la protesta de este mismo lunes frente al Palacio de Congresos ha hecho que también haya decaído el interés de los partidos por sus ideas.
Los candidatos tampoco mencionaron sus reivindicaciones más importantes, entre ellas una, la de la dación en pago, que sí figura en sus programas. Con parte de los indignados centrados ahora en dificultar desahucios y ocupar viviendas vacías, y con muchos ciudadanos preocupados por las consecuencias más dramáticas de la crisis, Rubalcaba y Rajoy no fueron mucho más allá de las cifras y, en el caso del socialista, de las acusaciones a su oponente sobre futuros recortes sin entrar en la realidad que ha dejado la gestión de su gobierno.