El comunicado de ETA es un calco a los sucesivos mensajes de la banda terrorista. Los asesinos reivindican su sangrienta historia, no hablan de su disolución ni de la entrega de armas, no piden perdón a las víctimas ni muestran el menor arrepentimiento, exigen una negociación política con la independencia del País Vasco y la anexión de Navarra, y piden la liberación de los asesinados encarcelados.
Lo único novedoso que puede apreciarse es que el "cese de la actividad armada" pasa de ser "permanente" a "definitivo". Un matiz semántico que más allá de disquisiciones lingüísticas, en su traducción a la realidad parece difícil estableces consecuencias muy diferentes. Sobretodo cuando no se trata de una decisión unilateral ni incondicional, sino que está ligado, como siempre lo ha hecho ETA, a una negociación política. Y cuando los encapuchados siguen teniendo las pistolas, al no comprometerse a entregar las armas.
Lo cierto es que no parece que hay mucha diferencia entre que algo deje de ser 'permanente' o deje de ser 'definitivo'.
Lo que plantea ETA es que interrumpe sus crímenes de forma ‘definitiva’ si se cede a su chantaje, a sus reivindicaciones históricas, que ya estaban recogidas en la reciente declaración de los mediadores internacionales tras la llamada ‘Conferencia de paz’ del Palacio de Ayete en San Sebastián.
El Gobierno y el PSOE, con claro interés electoralista, tratarán de presentar como novedoso e histórico lo que no es más que el mismo mensaje de ETA de siempre.