No hace falta que Mariano Rajoy mire atrás para comprobar que le sigue sin rechistar toda la masa que conforma el PP. Si el candidato popular perdiera las próximas elecciones generales, todo ese apoyo hoy cerrado se vendría abajo a cual castillo de naipes. Pero ése es el escenario más descabellado, política de ficción en estado puro que "por el bien de España no se va a producir", en voz de cargos del partido consultados.
Claros los mimbres, los dirigentes del PP con aspiraciones a ser algo importante tras las elecciones del 20-N se lanzaron a un carrera desesperada por ser el más pelota de todos; por regalarles los oídos al jefe. Todos los que, en esta segunda jornada de la Convención Nacional, subieron al atril defendieron las cualidades de un Rajoy que observaba, muy sonriente, desde la barrera.
Desde hace ya algunos meses la lista de espera para ser recibido por el líder popular en su despacho de Génova se asemeja a la del Rey don Juan Carlos. Empresarios, banqueros, cuerpo diplomático... todos quieren conocer al que, según todas las encuestas publicadas hasta la fecha, será próximo presidente de España.
Si esto ocurre en el marco de la sociedad civil, no es difícil imaginar la cantidad de populares que en estas fechas se declaran marianistas fervientes. "Vamos a la lucha", ironizaba el equipo de Rajoy al iniciar el recorrido que separa la entrada del Palacio de Ferias de Málaga, donde se celebra el cónclave, con el auditorio principal. Unos pocos metros que se hacen eternos ante una auténtica avalancha humana con carnet del PP. Todos quieren saludar, besar, abrazar, fotografiar al futuro presi y, de paso, recordarle que siguen ahí y que quieren cacho tras los comicios nacionales.
En la capital de la Costa del Sol, este viernes, no faltaba nadie: todos los presidentes autonómicos de la formación, el Comité de Dirección en pleno (exceptuando al aún convaleciente Jaime Mayor Oreja), diputados, senadores, europarlamentarios... Incluso las más importantes embajadas en el país estuvieron representadas (cerca de 50 titulares): Estados Unidos, todos los países de la Unión o compañeros incompatibles como los representantes de Israel e Irán.
El turno de la sociedad civil llegó a la hora de la cena; Rajoy despachó con lo más granado del empresariado andaluz así como la altas instancias municipales y regionales (algo similar hizo, una semana antes, en Valencia). El encuentro se produjo en la Alcazaba, una de las joyas arquitectónicas de la ciudad. Francisco de la Torre y Javier Arenas ejercieron de anfitriones.
Tal vez la intervención más encendida y, a su vez, más emotiva la pronunciaba María Dolores de Cospedal, su número dos en los buenos y malos momentos y a quien parecía que se le saltaban las lágrimas al solemnizar que el PP está "más unido que nunca". "Sé que no le gusta que nadie le diga estas cosas", desveló, pero la secretaria general de los populares aportó una catarata de calificativos, todos positivos, dirigidos a Rajoy: "Una persona integradora, consistente y honesta", una forma de trabajar "decidida y coherente" o una forma de liderar "generosa, muy generosa, persuasiva e inspiradora".
"Todo un presidente", resumió Cospedal, levantando a un auditorio repleto que coreó ese título de "presidente" que Rajoy ya toca con las yemas de los dedos. "Quedan 45 días, que se están haciendo largos y eternos", destacó Esperanza Aguirre, que alertó de los riesgos del "populismo y el intervencionismo".
Alberto Núñez Feijóo, Juan Vicente Herrera, José Antonio Monago... todos los presidentes regionales, que llegaron a forzar un encuentro con el líder para explicarle la "gravísima situación que atraviesan". Ya en público, Cospedal destacó sobre Rajoy: "Siempre dirá la verdad y llegarán las reformas ambiciosas. Volverán los consensos, los pactos y los grandes acuerdos. El Gobierno recuperará su liderazgo, la concordia, y la política volverá a escribirse en letras mayúsculas".
A falta de la presentación del Programa Electoral, secuestrado hasta nuevo aviso por "la coyuntura actual", el PP volvió a enfundarse en el traje de creador del empleo y elevó públicamente su principal aspiración: recuperar los 3,5 millones de empleos destruidos en la última etapa del Gobierno socialista. "Es una aspiración obligatoria para todos los partidos políticos. Sin tal aspiración nadie podrían presentarse ante los más de cinco millones de parados", apuntó Esteban González Pons, encargado de moderar una de las mesas de trabajo.
Pero, además de economía, también se hablaron de otros muchos puntos cardinales de la sociedad. Se abordó, de la mano de Pío García Escudero el problema de la educación, y en materia judicial el PP presentó un ambicioso paquete de reformas. Según avanzó el responsable del gremio, Federico Trillo, Mariano Rajoy modificará el sistema de penas del Código Penal para recuperar "el imperio de la ley" introduciendo la cadena perpetua revisable.
El objetivo del PP en materia de Justicia, según defendió Trillo, viene dado por "restablecer la independencia judicial", y para conseguirlo "necesitamos urgentemente recuperar la confianza de la Ley, en el Estado de Derecho y en la Justicia".Un lavado de cara en la Justicia del que Trillo destacó:
- Recuperar el recurso previo de inconstitucionalidad "para que no vuelvan a producirse los sucesos ocurridos en las legislaturas de Zapatero con los estatutos de autonomías".
- Reforma del sistema de elección de los vocales del Consejo General del Poder Judicial para que, conforme a la Constitución, 12 de sus 20 miembros sean elegidos entre y por jueces y magistrados de todas las categoría judiciales.
- Reformas las causas de recusación objetiva, en el marco del CGPJ, para quienes hayan estado en asuntos políticos.
Tampoco se rehuyó la política antiterrorista. Muy firme, Soraya Sáenz de Santamaría -la más ministrable de todos los populares- exigió responsabilidades políticas en el marco del caso de Bar Faisán mientras que el coordinador electoral del partido, José Antonio Bermúdez de Castro, puso encima de la mesa que el objetivo final "no es que ETA deje de matar" sino que "deje de existir". "Bildu era el caballo de troya de ETA para volver a las instituciones", constató, elevando lo que parecía ser una suplica al Ejecutivo central, y que no era otra que estuviera "muy vigilante" con Amaiur.
Y mientras, en los pasillos, las quinielas de ministrables con un nombre propio: Alberto Ruiz Gallardón, que ya habría recibido la confirmación de Rajoy de que irá en la lista electoral de Madrid, dentro de los cinco primeros puestos. "Levita", se decía entre los propios populares. El equipo de Aguirre asegura que no habrá guerra.