El Mariano Rajoy más solemne, el más incisivo, el más contundente... el más presidente. Ante la Junta Directiva Nacional, el órgano interno más importante entre congresos, el líder del PP se quitó el calificativo de "jefe de la oposición" para erigirse próximo inquilino de La Moncloa al marcar la "senda de la recuperación" ante un auditorio entregado que no ahorró en aplausos.
Tanto por las formas como por el fondo, el de este cinco de septiembre no fue un discurso cualquiera. Ni mucho menos. Rajoy entró de lleno en el debate ideológico partiendo de la base de que España vive una crisis institucional, social, económica y de valores "de primer orden".
Por ello, lo primero para Rajoy es decir la verdad y reconocer sin ambigüedad que "hay motivos para la preocupación" pero, a renglón seguido, añadir que también lo existen "para la esperanza". "¡Recuperación!", exclamó el presidente de los populares, que pidió a los suyos que lo tomaran como grito de guerra de aquí a las elecciones del veinte de noviembre.
El ejemplo que puso no es otro que el de las políticas emprendidas por los nuevos gobiernos autonómicos surgidos tras los comicios autonómicos y locales, y cuyos presidentes le estaban escuchando, primero, y trasladándole, después, la paupérrima herencia recibida. Rajoy les insufló optimismo: "Las cosas se están haciendo muy bien, el compromiso con el control del gasto público es absoluto", insistiendo en la idea base de que "no vamos a gastar lo que no tenemos, no vamos a gastar el dinero del contribuyente y no vamos a dilapidar el futuro de los españoles".
"De cómo enfoquemos este asunto depende nuestra credibilidad", advirtió a los más importantes cargos del PP, algunos de los cuales iban con papel y lápiz.
Un retrato de situación en el que incluyó un durísimo análisis sobre el PSOE. Política en estado puro. Primero acusó a los socialistas, con sus "decisiones", de atacar a los más "débiles" para a posteriori incidir en que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha protagonizado el mayor recorte social de la historia de España.
Pero su acusación más grave no iba destinada al Ejecutivo, sino al socialismo en general: el único futuro es "hundirnos todavía más", advirtió, no sin recibir una nueva ovación. Y ya adelantó la estrategia de sus enemigos: "El miedo" al regreso de la derecha y a "los recortes", dijo sin medias tintas.
Fue su única referencia, veladísima, al candidato Alfredo Pérez Rubalcaba, al que sigue ninguneando. Y es que, no se cansa de repetirlo, todos son la misma cosa, ésa por la que España sigue sumergida en la crisis. Y de ahí que entonara, en respuesta a los previsibles ataques, que "a lo único a lo que hay que tener miedo es al inmovilismo y a que no haya cambio".
Un cambio, por cierto, que da tan por hecho que asegura que el único "debate" es cuánto de grande será, en referencia a una posible mayoría absoluta el 20-N. De ahí que insista en venderse como estandarte del centro, en la búsqueda insistente del electorado del PSOE descontento. Promete "un gobierno de centro, moderado y de diálogo, sin sectarismo y sin mirar al pasado".
En definitiva, un concurso nacional, "de todos los españoles, nos hayan votado antes o nunca" habida cuenta de que "hoy España no necesita sólo a unos pocos" sino que "necesita a una inmensa mayoría que sepa que la recuperación nacional es la única prioridad".
A ese posible electorado, Rajoy les resume en siete los "grandes" ejes de su Programa electoral, en los que no tocó la presencia de Bildu en las instituciones o la política antiterrorista del Gobierno:
- Empleo, competitividad y apoyo a los emprendedores como base de "una recuperación vigorosa".
- Reforzamiento de la educación.
- Fortalecimiento institucional y recuperación política.
- Reforma del sector público.
- Protección social para que ningún español quede excluido, "como ha ocurrido como Zapatero".
- Protección exterior de España.
Traducido: "El gran objetivo nacional es crecer y crear empleo", y a ello emplazó a los suyos en las diferentes responsabilidades que tengan en su mano. A eso y también "a decir todos lo mismo" porque "lo sustancial", aseveró, es que "todos pensamos igual".
Fue una de sus pocas referencias en clave interna, ahora que el PP parece una balsa a la espera de que se abra el pastel de las listas electorales, extremo que ya empieza a sucederse. En este sentido, Alicia Sánchez Camacho, entro otros, ya anunció que tiene los nombres de su candidatura.
Tan solemne fue su intervención que Rajoy dejó los asuntos de partido a sus segundos, que se centraron en explotar el globo de la euforia y en recordar que el marcador está cero a cero. "Que seamos favoritos no quiere decir que vayamos de ganadores", apuntó la responsable de campaña, Ana Mato, a modo de amonestación. María Dolores de Cospedal, en calidad de secretaria general, se sumó al comentario, si bien recalcó que el PP está trabajando "a pleno rendimiento".
Intervenciones, ambas, a puerta cerrada y que fueron refrendadas por un Rajoy que ya se ve en su papel de presidente. Tanto que le falló el subconsciente al hablar de "su gobierno" en vez de "su partido" en más de una ocasión. Pero es que ya nadie duda en el PP del cambio, y por mayoría absoluta: "La historia demuestra que se puede salir adelante. Hemos sido capaces de superar muchos retos y éste también. Éste es un Gobierno convencido de que se pueden hacer las cosas", concluyó el jefe de los populares, que incluso de su rostro se podía desprender que los vientos soplan a favor.