Nacido en Valladolid en 1960, Zapatero se afilió al PSOE de León en el 79 y, sólo ocho años después, fue elegido diputado por esta provincia. Mientras acaparaba el poder en la organización provincial del partido, se mantuvo en un discreto segundo plano parlamentario hasta muchos años después: el verano de 2000 en el que optó a la Secretaria General del PSOE.
En ese envite, y con un mensaje moderado y renovador, obtuvo una apurada victoria frente a José Bono, al que más tarde "repescaría" como ministro de Defensa, del mismo modo que recuperó para su propio equipo a Rubalcaba, que había apostado por el entonces presidente de Castilla-La Mancha.
Jefe de la oposición
Los primeros años de Zapatero como Jefe de la Oposición describieron el perfil de un líder que quería marcar ciertas distancias con el periodo y el agónico final del felipismo y que se mostraba dispuesto, incluso, a llegar a pactos de Estado con el PP en el poder.
Este fue el caso de Pacto por las Libertades y Contra el Terrorismo, firmado el 8 de diciembre de 2000. Sin embargo, como después se ha sabido, prácticamente al mismo tiempo que firmaba el acuerdo los contactos entre el PSE y Batasuna-ETA eran sumamente frecuentes.
Además esta actitud moderada y dialogante de los primeros años fue cambiando y, primero por el desastre del Prestige y más tarde, y de forma mucho más clara, con la Guerra de Irak, Zapatero y el PSOE a sus órdenes iniciaron una estrategia de confrontación que pasó por multitudinarias manifestaciones e, incluso, con centenares de ataques a sedes del PP en toda España que nunca fueron condenadas por el propio Zapatero.
Esta estrategia culminó el 13 de marzo de 2004, en la tristemente famosa jornada de reflexión de aquellas elecciones marcadas por la masacre terrorista del 11-M. Un día después del cerco a las sedes del PP en toda España Zapatero obtuvo su primera victoria electoral con una exigua mayoría que le sirvió para alcanzar el Gobierno con el apoyo de fuerzas nacionalistas y de izquierdas como ERC.
Negociación y estatuto
Su primera legislatura en el poder vino marcada por varios asuntos polémicos: sin duda alguna por la negociación con ETA -a cuyos coletazos legales estamos todavía asistiendo en el Caso Faisán-, llevada a cabo pese a la respuesta masiva en la calles gracias a la Rebelión Cívica comandada por Francisco José Alcaraz al frente de la AVT.
El mal llamado proceso de paz se prolongó incluso más allá del terrible atentado en la T4 de Barajas, que supuso el asesinato de dos personas y tras el cual Zapatero y Rubalcaba afirmaron en repetidas ocasiones haber roto los contactos, aunque el propio presidente aseguró tiempo después que la negociación había seguido.
El otro gran proyecto de esta legislatura fue sin duda el Estatuto de Cataluña, en el que Zapatero se vio atrapado en un principio por su promesa de "respetar el Estatuto que venga del Parlamento de Cataluña" para, más tarde, pactar la mayor parte del contenido de la ley con la CiU de Mas, entonces en la oposición en Cataluña.
Partes sustanciales del Estatuto, que fue luego copiado por otra comunidades autónomas, fueron recortadas después por el Tribunal Constitucional, que sin embargo admitió la definición de Cataluña como nación presente en el preámbulo del texto final.
Segunda legislatura económica
Con la actualidad política muy centrada alrededor de la política antiterrorista, pero con los primeros síntomas de la crisis económica apareciendo, Zapatero volvió a ganar las elecciones en marzo de 2008, logrando un mayor apoyo en votos y más diputados, aunque sin alcanzar la mayoría absoluta.
Según todos los indicios en esta segunda legislatura Zapatero ha reeditado el proceso de negociación con los terroristas y en esta ocasión ha dado frutos claros, al menos para algunos: Bildu ha significado la reentrada del entorno de ETA en las instituciones y ha logrado un formidable poder municipal.
Sin embargo, más determinante todavía en estos tres años ha sido el descalabro económico que ha sufrido España, que ha resultado uno de los países más afectados por la crisis financiera internacional que ha generado un terrible problema de déficit público y, más aún, unas cifras de paro inéditas entre economías avanzadas.
La trayectoria de Zapatero con la crisis no ha podido ser más desafortunada y marcará, sin duda, el recuerdo que de él se tendrá como gobernante: un primer momento en el que él, y todo el Gobierno, se negó a aceptar su mera existencia fue seguido de una serie de medidas como el Plan E o los 400 euros que dispararon el gasto público hasta límites insostenibles.
La situación llegó a un punto de no retorno el 07 de mayo de 2010 cuando las empresas españolas y la propia administración se vieron ante la imposibilidad de conseguir ningún tipo de financiación. Zapatero tuvo que dar un giro de 180 grados a su política económica y anunció severos recortes al gasto: reducción del sueldo de los funcionarios, congelación de las pensiones, marcha atrás en medidas como el cheque–bebé...
Desde entonces, zarandeado por los vaivenes de la prima de riesgo y por las sucesivas crisis de Grecia, Irlanda, Portugal y de nuevo Grecia, Zapatero ha tratado de nadar entre dos aguas: intentando, por un lado, cumplir con la ortodoxia que se le exigía desde Bruselas y Berlín, pero sin aplicar de forma decidida las reformas que en aspectos como el mercado laboral o la negociación colectiva se le exigían.
Su desgaste ha sido tal que, pese a que anunció su intención de no presentarse a un tercer mandato poco antes de las elecciones municipales y autonómicas, su partido conoció una de las mayores derrotas electorales de la historia del PSOE.
Internacional: de Irak a Afganistán aliando civilizaciones
La política internacional de los gobiernos de Zapatero ha sido de lo peor de su tarea en estos siete años en Moncloa, y ya es difícil. Fue en este plano internacional en el que tomó su primera iniciativa: una precipitada salida de las tropas en Irak que, en contra de lo mil veces escrito y dicho rompía su promesa electoral, que era dar tiempo a la ONU para emitir una resolución que justificase la ocupación, cosa que de hecho Naciones Unidas hizo poco tiempo después.
A partir de ahí, y con insignes ministros como Miguel Ángel Moratinos y Trinidad Jiménez (premiada con la cartera tras no lograr ser candidata socialista en la Comunidad de Madrid) la política exterior de Zapatero ha pivotado alrededor de tres grandes puntos: la presencia en todas las misiones de la ONU (y muy significativamente en Afganistán) como forma de hacerse perdonar la retirada iraquí; la promoción de la Alianza de Civilizaciones de la mano de países como Turquía, Irán o Arabia Saudí, un proyecto que rápidamente ha sido condenado a un más que merecido olvido; y la convivencia con todas las dictaduras de signo izquierdista, desde Cuba hasta China pasando por Venezuela, y con todos aquellos populistas que han ido ganando elecciones o estableciéndose en el poder de cualquier manera, especialmente en Iberoamérica: Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega...
Del otro lado, el "regreso al corazón de Europa" prometido ha sido un fracaso más, perdiendo España todo el peso político ganado en la época de Aznar; mientras la relación con Estados Unidos ha pasado de una época desoladora durante el final de la Administración Bush, que jamás perdonó la "traición" iraquí, a una época de mayor entendimiento con Obama que se plasmó en el famoso "desayuno de oración" al que Zapatero fue invitado, pero que no oculta la irrelevancia a la que nuestro país se ha visto condenado: fuera de todas las esferas de decisión e influencia España ha pasado de ser uno de los países que decidía lo que ocurría en el mundo en las Azores a ser, en el mejor de los casos, un simpático acompañante para cualquier sarao, con bastante tendencia a lucir una ya agotada chequera.
Un balance desolador
Tras once años al frente del PSOE, y cerca de ocho en la Moncloa, el balance de Zapatero sólo puede ser calificado como desolador: en el aspecto económico nuestras cifras de paro son las mayores de Europa Occidental y el déficit de las distintas administraciones públicas amenaza con llevar al colapso a ayuntamientos, comunidades autónomas e, incluso, a la administración central.
Y en el plano político la situación también es grave y poco esperanzadora: los nuevos estatutos no han contribuido a mejorar las relaciones entre las CCAA y el Gobierno Central; el prestigio y la influencia de España en el exterior están por los suelos; la clase política pasa por su momento de mayor descrédito; y aspectos fundamentales para el futuro, como la educación, también parece que están en el fondo de un pozo muy profundo.
Además, en el País Vasco se ha perdido buena parte del terreno ganado a los terroristas y quiénes les apoyan en las décadas anteriores: Bildu está en las instituciones y los cachorros del entorno de ETA están tomando de nuevo las calles.
Y con este bagage, del que es sin duda corresponsable, se presenta ante los votantes el candidato Rubalcaba, uno de los hombres fuertes del PSOE y el Gobierno durante todos estos años. Es el momento de que los ciudadanos expresen con claridad qué opinión les merece esta colección de fracasos y desastres.