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Un cuarto de siglo de asesinatos y torturas

El ex dictador iraquí fue capturado el 13 de diciembre de 2003 en un escondite a pocos kilómetros de su ciudad natal de Tikrit. Tras el juicio por genocidio y delitos contra la humanidad, este viernes 29 de diciembre de 2006 la justicia iraquí hacía efectiva la sentencia a muerte emitida el pasado 26, una condena que daba de plazo para ser hecha efectiva en menos de 30 días. Saddam Husein deja muchas cuentas pendientes por los crímenes y torturas que cometió.

(Libertad Digital) El dictador, nacido el 28 de abril de 1937 en la ciudad suní de Tikrit, comenzó su carrera política afiliándose al partido socialista panabrista Baas en 1957. Dos años tardó en perpetrar su primer atentado, fallido, contra el primer ministro Abdel Karim Kassem. Tuvo que exiliarse en Egipto, pero en 1963 aprovecha el golpe militar de miembros de su partido y los nasseristas para volver a Irak. El ascenso a través de intrigas palaciegas y derramamiento de sangre es imparable. Dieciséis años después, en 1979, asume los títulos de Jefe de Estado, presidente del Consejo del Comando Revolucionario, comandante de las Fuerzas Armadas y secretario general del Baas.
 
Las atrocidades del dictador saltan al escenario mundial. Sus sanguinarios crímenes, torturas y secuestros, así como el terror que se instaló entre la población iraquí fueron las señas de identidad de los más de veinte años de duro mandato. Entre 1980 y 1988, el conflicto al que el dictador lanzó a su país contra Irán dejó en total más de 1.000.000 de muertos. En este conflicto, el dictador no tuvo reparos en usar armas químicas, que fueron causa del asesinato de 30.000 personas.
 
En 1988, el régimen de Husein mató a cerca de 5.000 personas en la región kurda de Halabja, usando también armas químicas en cuarenta localidades más. La invasión, en agosto de 1990, del emirato de Kuwait, le valió, en enero de 1991, un nuevo enfrentamiento, esta vez con una coalición militar internacional encabezada por Estados Unidos, bajo mandato de Naciones Unidas. A pesar de ser derrotado, no paró su sanguinaria persecución a los kurdos. En el territorio iraquí, fueron asesinados entre 50.000 y 100.000 kurdos en el año 1991 –según calculan observadores de los Derechos Humanos-, dejando por donde pasaban sus huestes poblaciones arrasadas y miles de personas apresadas por el terror. El FBI hizo responsable a su gobierno de un intento de asesinato del presidente norteamericano George Bush padre en 1993.
 
En el año 1998, aviones norteamericanos y británicos lanzaron la operación “Zorro del Desierto” contra objetivos militares iraquíes. Este nuevo conflicto tuvo como origen la expulsión de los observadores de la ONU, a los que acusó de espías. La inclusión de Irak en el Eje del Mal tras los atentados del 11 de septiembre fue el comienzo del fin del tiránico régimen. Ante la escalada armamentística de Saddam y la negativa a revelar el verdadero paradero de las armas de destrucción masiva, el 20 de marzo de 2003, tropas estadounidenses y del Reino Unido comenzaron la tarea de liberar Irak.
 
El dictador desapareció del mapa. Tras ocho meses de búsqueda, el 13 de diciembre fue capturado en una granja de la localidad de Adouar, a unos 30 kilómetros de Tikrit, su ciudad natal. Fuentes del Gobierno Provisional iraquí filtraron una información que apuntaba a que el dictador tenía en su escondite dos fusiles AK47 y una pistola. “¿Por qué no te pegaste un tiro?”, le preguntaron en los primeros interrogatorios. Saddam respondió con un cobarde silencio.
 
Tras dos años bajo custodia norteamericana, el 19 de octubre de 2005 empezó a ser juzgado por un Tribunal Especial auspiciado por Estados Unidos por la matanza de 148 personas en la localidad de Duyail, al norte de Bagdad. El 5 de noviembre de 2006 fue condenado a morir en la horca junto con dos de sus más estrechos colaboradores. El Tribunal de Casación iraquí confirmaba la sentencia el 26 de diciembre y obligaba a que se cumpliera en un plazo de 30 días. No era esta la única causa por la que debía ser juzgado, ya que queda pendiente de ser esclarecida su responsabilidad en los ataques, incluso con armas químicas, lanzados contra el Kurdistán iraquí en la campaña “Al Anfal” entre 1987 y 1988.
 
Saddam Husein ha dejado muchas causas en el limbo. Tenía juicios pendientes por torturas, en las que, según Amnistía Internacional, sacaba los ojos a los prisioneros, practicaba descargas eléctricas y propinaba largas y duras palizas. Muchos de los que pasaron estas vejaciones murieron por los daños psicológicos que los dejaron.

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