(Libertad Digital) La lista de accidentes de aviación con aparatos ucranianos, o de fabricación rusa, y pilotados por comandantes de Ucrania, parece interminable en los últimos tres años. En mayo de 2000, un avión An-26 se estrelló en Sri-Lanka. Murieron los 4 pilotos ucranianos y 36 militares de Sri-Lanka. Las autoridades atribuyeron la causa del accidente a un fallo humano. Ese mismo año, en septiembre, un Yak-52 se estrelló en Kiev, la capital de Ucrania. Murió el piloto, Leonid Borodich, a quien las autoridades culparon del accidente al mencionar que se produjo a causa de un fallo humano. El 27 de octubre de 2000, el comandante de un avión Tu-134, Vasili Pastuh, murió en pleno vuelo. Los pasajeros pudieron salvarse gracias al copiloto. En diciembre de ese mismo año, un Yak-18 T se estrelló también en Ucrania y dejó tres víctimas mortales.
En septiembre de 2001, los pilotos de la compañía “Líneas Aéreas Nacionales de Ucrania” no aguantaron más y publicaron una carta abierta en los medios de comunicación de su país. La nota fue profética. Los comandantes declararon que no eran capaces de garantizar la seguridad de los vuelos. Denunciaban que no recibían su salario desde hacía más de un año, no había condiciones para prepararse para los vuelos, ni para descansar, el estado técnico de los aviones era precario y el ambiente en el que trabajaban era tenso y poco propicio para realizar su difícil misión. Un mes más tarde, los diarios se acordaron de la carta de los pilotos cuando un misil ucraniano destruyó por error un avión ruso Tu-154 con más de 100 pasajeros a bordo, la mayoría israelíes. Este suceso, aunque no fue estrictamente un accidente de aviación, venía a ratificar lo que ya era un clamor: la precariedad de medios de Ucrania y la dificultad para mantener las infraestructuras, civiles y militares, convertidas en chatarra como consecuencia de la herencia recibida del régimen anterior.
Durante 2002, los periódicos locales volvieron a recordar la carta abierta de los pilotos de las “Líneas Aéreas Nacionales de Ucrania” cuando, el 27 de julio, un avión de combate Su-27 se estrellaba en la región de Lvov (oeste) durante una fiesta popular. El accidente dejó 83 muertos, entre ellos 19 niños, y 66 personas heridas. Según las autoridades, la causa del siniestro fue un fallo humano. En diciembre de ese mismo año, un avión ucraniano An-140 se estrelló en Irán. Murieron 44 pasajeros, en su mayoría expertos en aviación que se encontraban en dicho país para realizar un proyecto de cooperación. El avión no pudo aterrizar a causa de las condiciones climáticas adversas, según dijeron las autoridades, aunque se sospecha también que el siniestro se produjo a causa del fallo de sus dos motores.
Ya en este año, en mayo de 2003, se abrió la puerta de un avión ucraniano Il-76 cuando surcaba los cielos de la República Democrática del Congo. Murieron 129 personas y las autoridades atribuyeron el siniestro a un fallo técnico y humano. Apenas unos días más tarde, el pasado lunes 26 de mayo, otro avión ucraniano se estrelló en Turquía. Murieron 62 militares españoles y toda la tripulación, 12 ucranianos y, según las autoridades turcas, un bielorruso. Se desconocen las causas del siniestro, aunque se están investigando, pero los diarios ucranianos han vuelto a desempolvar la carta abierta de los pilotos, firmada en septiembre de 2001. De nuevo, como en tantos otros siniestros, ha resultado profética.
Con información facilitada por Víctor A. Cheretski
En septiembre de 2001, los pilotos de la compañía “Líneas Aéreas Nacionales de Ucrania” no aguantaron más y publicaron una carta abierta en los medios de comunicación de su país. La nota fue profética. Los comandantes declararon que no eran capaces de garantizar la seguridad de los vuelos. Denunciaban que no recibían su salario desde hacía más de un año, no había condiciones para prepararse para los vuelos, ni para descansar, el estado técnico de los aviones era precario y el ambiente en el que trabajaban era tenso y poco propicio para realizar su difícil misión. Un mes más tarde, los diarios se acordaron de la carta de los pilotos cuando un misil ucraniano destruyó por error un avión ruso Tu-154 con más de 100 pasajeros a bordo, la mayoría israelíes. Este suceso, aunque no fue estrictamente un accidente de aviación, venía a ratificar lo que ya era un clamor: la precariedad de medios de Ucrania y la dificultad para mantener las infraestructuras, civiles y militares, convertidas en chatarra como consecuencia de la herencia recibida del régimen anterior.
Durante 2002, los periódicos locales volvieron a recordar la carta abierta de los pilotos de las “Líneas Aéreas Nacionales de Ucrania” cuando, el 27 de julio, un avión de combate Su-27 se estrellaba en la región de Lvov (oeste) durante una fiesta popular. El accidente dejó 83 muertos, entre ellos 19 niños, y 66 personas heridas. Según las autoridades, la causa del siniestro fue un fallo humano. En diciembre de ese mismo año, un avión ucraniano An-140 se estrelló en Irán. Murieron 44 pasajeros, en su mayoría expertos en aviación que se encontraban en dicho país para realizar un proyecto de cooperación. El avión no pudo aterrizar a causa de las condiciones climáticas adversas, según dijeron las autoridades, aunque se sospecha también que el siniestro se produjo a causa del fallo de sus dos motores.
Ya en este año, en mayo de 2003, se abrió la puerta de un avión ucraniano Il-76 cuando surcaba los cielos de la República Democrática del Congo. Murieron 129 personas y las autoridades atribuyeron el siniestro a un fallo técnico y humano. Apenas unos días más tarde, el pasado lunes 26 de mayo, otro avión ucraniano se estrelló en Turquía. Murieron 62 militares españoles y toda la tripulación, 12 ucranianos y, según las autoridades turcas, un bielorruso. Se desconocen las causas del siniestro, aunque se están investigando, pero los diarios ucranianos han vuelto a desempolvar la carta abierta de los pilotos, firmada en septiembre de 2001. De nuevo, como en tantos otros siniestros, ha resultado profética.