Es evidente que la revolución egipcia redibujará el complicado puzzle de Oriente Próximo, y los países del entorno observan, entre la prudencia y el temor, los cambios que proseguirán al derrocamiento de Mubarak. Aunque no ha habido reacciones oficiales de sus líderes con nombres y apellidos, el pulso de la calle y cómo se ha reaccionado a la espantada del tirano proporciona muchas conclusiones. ¿Cómo reciben Israel, Arabia Saudí o Irán la caída del rais?
Ahmadineyad eufórico ante el "despertar islámico"
La premura con la que el presidente iraní ha aplaudido que la caída de Mubarak coincidiera con el 32 aniversario de la Revolución Islámica desata los peores augurios. Ahmadineyad ni ha querido, ni ha podido disimular su satisfacción. Irán y sus dirigentes tienen la funesta convicción de que el proceso de transición democrática que ha desatado la revuelta egipcia, será rápidamente traducido en un resurgir del islamismo, comandado por los Hermanos Musulmanes.
Lo cual se dejó sentir en las calles de Teherán, donde decenas de miles de personas celebraron el aniversario de la Revolución, y aplaudieron las proclamas de su líder que daba por hecho que lo sucedido en la plaza Tahrir no era más que un tardío reflejo de la revolución del 1979. Ahmadineyad arengó a la masa en el antiamericanismo habitual, que aseguró que se vería reforzado por la nueva incorporación del aliado egipcio a su particular cruzada: "Muerte a América, muerte a Israel" vociferó, sacando pecho por el derrocamiento del rais y lanzando su predicción: "Esto configurará un nuevo Oriente Próximo en el que no tendrán cabida Estados Unidos e Israel".
Israel, dividido: celebra la revolución popular y teme lo que vendrá
El estado hebreo tiene un complicado panorama ante sí. Quizás por ello, sus líderes se habían abstenido hasta este sábado por la tarde de emitir comunicados oficiales tras el derrocamiento. Cuando comenzaron las primeras revueltas, Simon Peres expresó sintéticamente los temores que comenzaban a revolotearles: Mubarak no era un líder perfecto, y no apoyaban gran parte de sus actos, pero había mantenido la paz en la región. Los Hermanos Musulmanes apuntalaron sus miedos, amenazando con derogar el tratado de paz si se hacían con el poder.
En cualquier caso, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se ha pronunciado y ha aplaudido el compromiso del Ejército egipcio con el acuerdo de paz que ambos países firmaron en 1979.
Y es que, amén del resto de pequeños temblores que producirá la ola de cambio, el status quo que mantenían Israel y Egipto es uno de los asuntos más espinosos. Durante 30 años, la frontera sur que une ambas naciones ha permanecido relativamente segura – la llamada 'paz fría'-, situación que será difícil mantener si finalmente los islamistas capitalizan el liderazgo de la revolución egipcia.
Y por otro lado está la satisfacción ante el triunfo de los ciudadanos frente a la tiranía. Sucesivos miembros del gobierno israelí han aplaudido la iniciativa popular, pero en la génesis de sus palabras siempre aparece esa pizca de temor que cada vez cobra más fuerza. La misma, que se detectaba en las palabras de Netanyahu días antes de la caída de Mubarak: "Los egipcios pueden elegir un modelo de Estado secular reformista con un papel importante del Ejército, o los islamistas pueden aprovechar su creciente influencia y llevar al país en una dirección contraria a la modernidad y a la reforma", dijo dibujando los dos escenarios posibles. Quedarse con Jordania cómo único aliado en la región no será tarea fácil para Israel.
La franja de Gaza, expectante ante el ascenso de los Hermanos Musulmanes
Lo ocurrido en la franja de Gaza ha acrecentado la sensación de peligro en el estado hebreo. La noche del viernes el júbilo y la celebración inundaron el territorio, y los líderes de Hamás se apresuraron a hacer cálculos nada alentadores. Con la ciudad colapsada, los principales cabecillas islamistas se frotaban las manos ante el posible ascenso de sus padres espirituales al poder de Egipcio. Conviene recordar que Hamás nace como la rama palestina de los Hermanos Musulmanes.
Aunque durante los últimos días, los cabecillas del grupo islamista, aparentemente se habían apartado de las protestas de la plaza Tahrir. Los medios recibieron con júbilo la noticia, apelando a una saludable moderación del grupo...que no era tal. Ayer mismo, se conocía que el iman Khaled al Marakbi, que ha dirigido los rezos en la Plaza de la Liberación, pertenece a los Hermanos Musulmanes.
Arabia Saudí, atemorizada
El fin de la era Mubarak atemoriza a Arabia Saudí. El cambio de régimen supone un completo cataclismo en la configuración de relaciones bilaterales en la región, y fundamentalmente desde la perspectiva de la familia real de perder un aliado frente a Irán.
Con una actividad política prohibida por decreto durante el último medio siglo, que los ciudadanos se echen a la calle reclamando cambios es un síntoma nada alentador para el mantenimientos de la teocracia saudita. Las autoridades se enfrentan a la primera solicitud, desde hace años, de legalizar un partido político de corte reformista, que han creado diversos intelectuales valiéndose del poder de Internet.
Con Ben Alí en su territorio, sumar otro tirano más derrocado a la lista sólo complica las cosas al rey Abdulá, que aunque no ve tambaleos en el trono, sí teme un contagio del espíritu combativo de tunecinos y egipcios.