El próximo día 19 de noviembre se celebrará una cumbre extraordinaria de los jefes de Gobierno de la Unión. El objetivo será encontrar, contrarreloj, a los dos nombres que ocuparán los cargos de presidente de la UE –durante dos años y medio– y un alto representante de Exteriores que tendrá más responsabilidades que el actual. Ambos cargos nacen con el Tratado de Lisboa, ratificado tras un intrincado proceso con la repetición de un referéndum, el de Irlanda, incluido.
El cargo de presidente de la Unión está poco definido en el Tratado y por ello, en principio, será más relevante el papel de la primera persona que lo ocupe. Pero mientras se acaba el plazo –los nuevos cargos deben estar elegidos a los veinte días de la ratificación del Tratado–, los líderes europeos siguen sin ponerse de acuerdo en un nombre que aglutine los intereses encontrados de los 27.
Se han introducido numerosas, y contrapuestas, variables: la orientación política, por supuesto; el carisma del líder, el mayor o menor europeísmo del país de procedencia, o incluso el sexo del candidato. En cuanto a la filiación, en lo que sí hay acuerdo es en que los principales partidos, socialistas y PPE, se repartirán los cargos: si el presidente europeo es conservador, el responsable de Exteriores será, necesariamente, socialista.
Varios han sido los nombres presentados y uno, el de Tony Blair, ha sonado mucho en los últimos días. Sin embargo, el carismático líder británico parece haberse quedado sólo con el apoyo de su partido y de Gordon Brown. Quien surgen ahora más en las quinielas es el primer ministro belga, Herman Van Rompuy, prácticamente desconocido a escala internacional. Si él fuera el elegido, el puesto de responsable de Exteriores recaería en un socialista: tras especularse con el nombre de David Miliband, ministro de Exteriores de Reino Unido, la negativa del británico ha hecho que ahora se hable del italiano Massimo D'Alema.
No han sido, sin embargo, los únicos nombres de los que se ha hablado y está por ver que no surjan sorpresas de última hora en la cumbre: la relevancia, que en teoría tendría el cargo, juega a favor y en contra de algunos de los aspirantes. Dentro del Benelux, se ha especulado con Juncker o Jean Peter Balkenende, presidente de Holanda. También se ha hablado de Felipe González, de Javier Solana o, incluso, de José María Aznar: este miércoles, como contaba El Mundo, The Economist introducía su nombre en las quinielas.
Mientras el debate se intensifica en Europa, en España se habla muy poco del futuro presidente de la Unión. De hecho, España no presenta candidato, ni tiene pensado hacerlo. Así lo confirmó Diego López Garrido la semana pasada en un desayuno informativo del Foro Nueva Economía, en el que tampoco habló de nombres. En esa aparente desidia del Ejecutivo podría tener algo que ver el papel que Zapatero busca, a partir de enero, en Bruselas.
El primer semestre del año, el presidente del Gobierno se convertirá también en presidente de turno, pero el Tratado de Lisboa vacía de contenido esa función. Está previsto que el cargo conviva con el recién creado presidente permanente del Consejo pero está por ver en qué se traduce esa convivencia. Todo apunta a que el hasta ahora visible cargo de presidente de turno se vea ensombrecido por el de nueva creación.
Fuentes gubernamentales citadas por Europa Press sostienen que Zapatero mantendrá su protagonismo porque éste será un semestre de transición. Desde el Gobierno, López Garrido auguró que no habría “codazos” por salir en la foto. Pero lo cierto es que el Ejecutivo, acosado por una crisis económica que lejos de resolverse se recrudece, especialmente en el desempleo, ha puesto muchas esperanzas en el papel que, de cara a la dañada imagen del Gobierno, pueda desempeñar Zapatero en los próximos meses. Por algo habló Leire Pajín de acontecimiento “planetario” al aludir a la coincidencia en el tiempo de Barack Obama al frente de EEUU y Zapatero como líder de la UE.
Quizás por eso el Gobierno ha optado por el mutismo en todo este debate. Zapatero sólo se ha pronunciado para pedir un líder europeísta, palabras con las que implícitamente se posicionaba en contra de Blair, un líder político que sí le iba a hacer sombra. Destaca también la decisión del Gobierno de no entrar de lleno en la discusión con la presentación de un candidato, que saldría precisamente de las filas del PSOE. Aunque Felipe González se ha autodescartado, su nombre sigue sonando y no ha contado con el apoyo expreso del Gobierno. Tampoco lo ha tenido Javier Solana.