LD (R. C.) La política exterior era y es –pese al viaje que está realizando ahora por Oriente Medio- el talón de Aquiles del candidato demócrata en las elecciones de noviembre. Tras visitar Irak, Afganistán y Jordanía, le ha tocado el turno a Israel.
Barack Obama no se ha limitado a recorrer Jerusalén y Tel Aviv sino que también se ha trasladado a Sderot, un destino altamente simbólico pues es uno de los objetivos más frecuentes de los ataques con mísiles que lanzan los terroristas de Hamas desde la Franja de Gaza. Desde ahí ha ofrecido una rueda de prensa en la que ha señalado que el objetivo de su estancia es subrayar la especial relación entre EEUU e Israel. "Tenemos un compromiso inamovible con la seguridad del Estado israelí", ha remarcado.
El senador de Illinois ha intentado hacer frente a las críticas sobre su ingenuidad en política exterior, endureciendo el discurso pero pese a sus golpes de efecto su actitud, en ocasiones dubitativa, le resta credibilidad.
Obama se ha vuelto a mostrar partidario de que Jerusalén sea la capital de Israel. Ha dicho que si sale vencedor de las elecciones de noviembre se concentrará en promover las condiciones necesarias para que los israelíes y los palestinos “moderados” –ha insistido en este adjetivo- alcancen un acuerdo. Ha subrayado, no obstante, que “no presionará”, simplemente impulsará una estrategia para el consenso.
Desde una perspectiva regional, ha subrayado las conexiones de Irán con Hamas y Hezbolá. Se ha mostrado partidario de “agotar todas las posibilidades diplomáticas con Irán”, impulsar una política del “palo y la zanahoria”.
Preguntado si apoyaría un ataque selectivo contra las instalaciones nucleares iraníes, igual que ha respaldado la intervención de este invierno en Siria, ha insistido en explorar todas las vías para que en el caso de que el régimen de los ayatolás siga sin reaccionar, Estados Unidos sea más fuerte dentro de la comunidad internacional y pueda abrir otras posibilidades.
Ha dicho que el problema de un Irán nuclear no es algo que tenga que suscribirse a "la Administración Bush o a la Administración Obama" sino que es un asunto que incide en la seguridad nacional de Estados Unidos. “Un Irán nuclearizado supondría un cambio en las reglas del juego no sólo en Oriente Medio sino en el mundo entero”. En ese caso -ha mantenido- sería muy complicado disuadir a sus vecinos de que no se conviertan en estados nucleares. “No estamos dispuestos a apoyar una proliferación nuclear en Oriente Medio”, ha sentenciado.
“No descarto ninguna opción de encima de la mesa”, ha señalado en relación a un ataque preventivo contra la República Islámica de Teherán.