L D (EFE) Nigeria ha vivido 30 de sus 43 años de independencia bajo regímenes castrenses, que justificaron las asonadas militares como "necesarias por la dificultad de controlar -por un gobierno civil- las rivalidades nacidas por la existencia de múltiples etnias en el país". Con 130 millones de habitantes, el país más poblado de África, y más de 200 diferentes grupos étnicos, Nigeria ha sido en los últimos cuatro años, bajo el régimen de un gobierno civil liderado por Obasanjo, escenario de la muerte de más de 10.000 personas en conflictos étnicos, políticos y religiosos.
El Jefe de Estado saliente, Olesung Obsanjo, que aspira a obtener un nuevo mandato, confirmó en una alocución televisada a toda la nación su optimismo sobre que "el proceso (democrático) se consolidará" y que su reelección será prueba de que el pueblo quiere garantías y continuidad. "Nigeria precisa de la continuidad, especialmente desde el punto de vista económico y social, desde que el país retomó en 1999 la senda democrática después de 16 años de dictaduras militares", añadió. Las declaraciones de Obasanjo son consideradas por los analistas una "clara alusión" a su rotunda victoria en las elecciones legislativas del pasado día 12, en las que el gobernante Partido Democrático del Pueblo (PDP) obtendrá mayoría tanto en la Cámara Baja como en la Alta. Los resultados definitivos, que confirmarán esa tendencia, se espera que sean anunciados hoy por la Comisión Nacional Electoral Independiente nigeriana (CNEI). También los analistas señalan que Obasanjo con sus palabras ha querido reafirmar el compromiso del llamado "pacto civil", firmado en 2002 por todos los partidos políticos comprometiéndose a la celebración de las elecciones "sin violencia".
Los comicios legislativos, contra toda previsión, se desarrollaron con calma a excepción de incidentes aislados principalmente en el sur del país. No obstante, la CNEI está preocupada por el hecho de que en las pasadas elecciones poco menos del 30 por ciento de los votantes concurrieron a las urnas. Las autoridades electorales esperan que mañana la tendencia cambie, especialmente en los estados donde las rivalidades políticas, étnicas y religiosas son más acentuadas y muchos de los electores, "seguramente, permanecieron en sus casas" por temor a ser objeto de la violencia.
La CNEI confirmó que de los 120.000 colegios dispuestos en el país unos 4.000 registraron irregularidades, que van desde la falta de papeletas o listas de votantes hasta situaciones de inseguridad, la que en un principio debería haber sido garantizada con el despliegue en todo el país de 250.000 agentes policiales. Las "irregularidades" pasadas, que el Gobierno pretende rectificar con algunas disposiciones de último momento, han servido al líder opositor, Muhammadu Buhari, del Partido de Todos los Pueblos de Nigeria (PTPN), para amenazar con retirarse de la convocatoria presidencial. Buhari amenaza también con "demostraciones masivas" de sus seguidores en rechazo de los resultados de las legislativas, y pide que sean convocadas de nuevo.
El PTPN, cuando habían sido escrutados cinco sextas partes de los votos, figuraba este jueves en segundo lugar, pero a mucha distancia del PDP. Los más próximos colaboradores de Buhari acusaron al Gobierno, responsable de la organización técnica de las elecciones, de cometer un "fraude masivo" al dificultar el voto en varias zonas del país, principalmente en el norte, donde la oposición tiene mayor apoyo, además de favorecer a los estados del centro y sur, donde el PDP tiene gran número de seguidores. Para Buhari, los fraudes electorales cometidos en 1983 -que llevaron al país a caer bajo un régimen militar- fueron "un juego de niños" comparado con el que ahora comete el PDP.
En diciembre de ese año, Buhari lideró la asonada militar que derrocó a Shehu Shagari sólo cuatro meses después de haber asumido la Presidencia. Esa fue la última ocasión en la que Nigeria intentó, infructuosamente, traspasar el poder de un gobierno civil a otro. Más tarde, en 1985, Buhari fue depuesto por un "golpe palaciego" de otro general, Ibrahim Babanguida, un musulmán del norte de la etnia hausa, que en 1999 respaldó fuertemente la candidatura a la Presidencia de Obasanjo. Expertos indican que el continuado apoyo a Obasanjo por parte de Babanguida, a pesar de que el actual jefe de Estado es cristiano y miembro de la etnia yoruba, la mayor del sur, es crucial para su reelección. Los sondeos de opinión apuntan a que sólo dos candidatos presidenciales, ambos ex generales, Obasanjo y Muhammadu Buhari, un musulmán del norte, tienen posibilidades de obtener en la primera vuelta el 51 por ciento de los votos, mínimo necesario para que cualquiera de los dos pueda declararse vencedor.
El Jefe de Estado saliente, Olesung Obsanjo, que aspira a obtener un nuevo mandato, confirmó en una alocución televisada a toda la nación su optimismo sobre que "el proceso (democrático) se consolidará" y que su reelección será prueba de que el pueblo quiere garantías y continuidad. "Nigeria precisa de la continuidad, especialmente desde el punto de vista económico y social, desde que el país retomó en 1999 la senda democrática después de 16 años de dictaduras militares", añadió. Las declaraciones de Obasanjo son consideradas por los analistas una "clara alusión" a su rotunda victoria en las elecciones legislativas del pasado día 12, en las que el gobernante Partido Democrático del Pueblo (PDP) obtendrá mayoría tanto en la Cámara Baja como en la Alta. Los resultados definitivos, que confirmarán esa tendencia, se espera que sean anunciados hoy por la Comisión Nacional Electoral Independiente nigeriana (CNEI). También los analistas señalan que Obasanjo con sus palabras ha querido reafirmar el compromiso del llamado "pacto civil", firmado en 2002 por todos los partidos políticos comprometiéndose a la celebración de las elecciones "sin violencia".
Los comicios legislativos, contra toda previsión, se desarrollaron con calma a excepción de incidentes aislados principalmente en el sur del país. No obstante, la CNEI está preocupada por el hecho de que en las pasadas elecciones poco menos del 30 por ciento de los votantes concurrieron a las urnas. Las autoridades electorales esperan que mañana la tendencia cambie, especialmente en los estados donde las rivalidades políticas, étnicas y religiosas son más acentuadas y muchos de los electores, "seguramente, permanecieron en sus casas" por temor a ser objeto de la violencia.
La CNEI confirmó que de los 120.000 colegios dispuestos en el país unos 4.000 registraron irregularidades, que van desde la falta de papeletas o listas de votantes hasta situaciones de inseguridad, la que en un principio debería haber sido garantizada con el despliegue en todo el país de 250.000 agentes policiales. Las "irregularidades" pasadas, que el Gobierno pretende rectificar con algunas disposiciones de último momento, han servido al líder opositor, Muhammadu Buhari, del Partido de Todos los Pueblos de Nigeria (PTPN), para amenazar con retirarse de la convocatoria presidencial. Buhari amenaza también con "demostraciones masivas" de sus seguidores en rechazo de los resultados de las legislativas, y pide que sean convocadas de nuevo.
El PTPN, cuando habían sido escrutados cinco sextas partes de los votos, figuraba este jueves en segundo lugar, pero a mucha distancia del PDP. Los más próximos colaboradores de Buhari acusaron al Gobierno, responsable de la organización técnica de las elecciones, de cometer un "fraude masivo" al dificultar el voto en varias zonas del país, principalmente en el norte, donde la oposición tiene mayor apoyo, además de favorecer a los estados del centro y sur, donde el PDP tiene gran número de seguidores. Para Buhari, los fraudes electorales cometidos en 1983 -que llevaron al país a caer bajo un régimen militar- fueron "un juego de niños" comparado con el que ahora comete el PDP.
En diciembre de ese año, Buhari lideró la asonada militar que derrocó a Shehu Shagari sólo cuatro meses después de haber asumido la Presidencia. Esa fue la última ocasión en la que Nigeria intentó, infructuosamente, traspasar el poder de un gobierno civil a otro. Más tarde, en 1985, Buhari fue depuesto por un "golpe palaciego" de otro general, Ibrahim Babanguida, un musulmán del norte de la etnia hausa, que en 1999 respaldó fuertemente la candidatura a la Presidencia de Obasanjo. Expertos indican que el continuado apoyo a Obasanjo por parte de Babanguida, a pesar de que el actual jefe de Estado es cristiano y miembro de la etnia yoruba, la mayor del sur, es crucial para su reelección. Los sondeos de opinión apuntan a que sólo dos candidatos presidenciales, ambos ex generales, Obasanjo y Muhammadu Buhari, un musulmán del norte, tienen posibilidades de obtener en la primera vuelta el 51 por ciento de los votos, mínimo necesario para que cualquiera de los dos pueda declararse vencedor.