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Nace la Europa de “Los Veinticinco” con la firma del Tratado de Adhesión en Atenas

La gran Unión Europea de veinticinco miembros vio la vida en Atenas con la firma solemne del Tratado de Adhesión de diez nuevos socios de Europa central y oriental y del sur del Mediterráneo. Los nuevos miembros tendrán el estatuto de “observadores” con derecho a voz y no a voto.

LD (Agencias) Reunidos en el Ágora ateniense, “Los Veinticinco” proclamaron en una declaración común su voluntad de que la UE desempeñe en el futuro "un papel de máxima importancia en el mundo". Cuatro Estados del antiguo bloque comunista -la República Checa, Hungría, Polonia y Eslovaquia-, las tres repúblicas ex soviéticas del Báltico -Lituania, Letonia y Estonia-, la república ex yugoslava de Eslovenia, y las pequeñas islas mediterráneas de Chipre y Malta adquieren el estatuto de "observadores" dentro de la Unión, con derecho a hablar, aunque no todavía a votar, en todas las reuniones decisorias de “Los Quince”.

La gran Europa, en la que se dan por fin la mano el este y el oeste, se convierte así en una realidad de hecho, que será de pleno derecho el 1 de mayo de 2004 cuando culmine el proceso de ratificación del Tratado que firmaron “Los Veinticinco” al pie de la Acrópolis ateniense. Esta ampliación, la más ambiciosa por su volumen, convierte a la UE en un gigante de más de 450 millones de ciudadanos, cuyos gobiernos prometieron "hacer frente a nuestras responsabilidades en el mundo", apoyando la prevención de conflictos, promoviendo la justicia y ayudando a mantener la paz y a defender la estabilidad mundial. Dicha Unión "se compromete a apoyar a las Naciones Unidas y sus esfuerzos por garantizar la legitimidad internacional y la responsabilidad mundial".

El primer ministro griego, Costas Simitis, reconoció que existen "riesgos y amenazas" en la aventura recién comenzada. Las desigualdades internas van a aumentar -la renta de los estados adherentes no llega a la mitad de la de los Quince-, los mecanismos de decisión van a quedar al borde del colapso y las discrepancias en política exterior pueden provocar nuevas fracturas como la originada por la ofensiva estadounidense contra Irak. Para el presidente de la Comisión, Romano Prodi, "nuestro mayor problema es la cohesión interna, y más ahora que nuestras economías están en recesión".

Al admitir un Chipre dividido, la Unión hereda además uno de los conflictos más viejos y enconados de Europa y acepta la inédita situación de poner una de sus fronteras exteriores bajo la custodia de "cascos azules". El presidente de Chipre, el greco-chipriota Tassos Papadopulos, lamentó que los "muros artificiales de división" impuestos por la fuerza impidieran a la parte turca sumarse a la adhesión. Pero, a pesar de todo ello, en su rueda de prensa, el primer ministro Simitis se mostró convencido de que al "abatir definitivamente el Muro de Berlín" se han creado las condiciones para "una Europa más fuerte".

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