L D Tras su estadía en Londres la semana pasada, el presidente de Brasil, Luis Inácio DaSilva, llega a Madrid para incentivar las inversiones españolas en el “gigante sudamericano”. Viene cargado: lo acompaña una delegación de empresarios y cinco ministros, entre los que destaca su responsable de Hacienda, Antonio Palocci. El grupo trae la misión de convencer a los inversionistas locales de que las reformas propuestas en Brasil darán el resultado prometido, aunque haya algunos baches en el camino.
Aunque algunos índices macroeconómicos parecen estar dando síntomas de mejoría (el mes pasado hubo una bajada generalizada de precios del 0,15 por ciento), “Lula” tiene difícil el trabajo de reducir la inflación al nivel prometido: del 11 ó 12 por ciento. En la primera mitad del año el IPC de ese país ya registró una crecida de 6,64 puntos, por lo que hay quien duda de que se pueda mantener la estabilización monetaria prevista. A esto se le suma el hecho de que la situación política en Brasil es poco menos que incómoda: DaSilva encara en este momento una huelga general de funcionarios, en protesta por las reformas iniciadas en las pensiones públicas. Tiene que convencer a los empresarios españoles de que el índice de “riesgo-país” podrá reducirse en el corto plazo, y que los elevados tipos de interés (cerca del 26%) son sólo un problema pasajero.
Por su parte, el presidente argentino, Néstor Kirchner, tiene en el bolsillo un plan de negocios para recuperar las inversiones españolas en ese país, en el que se incluye una renegociación de las tarifas de los servicios públicos ya privatizados y el anuncio de cambios en el marco jurídico para invertir. Además, se estima que Kirchner pida la mediación del presidente Aznar y del Rey Juan Carlos ante el Fondo Monetario Internacional, en virtud de las próximas conversaciones sobre una renegociación de la deuda.
Aunque algunos índices macroeconómicos parecen estar dando síntomas de mejoría (el mes pasado hubo una bajada generalizada de precios del 0,15 por ciento), “Lula” tiene difícil el trabajo de reducir la inflación al nivel prometido: del 11 ó 12 por ciento. En la primera mitad del año el IPC de ese país ya registró una crecida de 6,64 puntos, por lo que hay quien duda de que se pueda mantener la estabilización monetaria prevista. A esto se le suma el hecho de que la situación política en Brasil es poco menos que incómoda: DaSilva encara en este momento una huelga general de funcionarios, en protesta por las reformas iniciadas en las pensiones públicas. Tiene que convencer a los empresarios españoles de que el índice de “riesgo-país” podrá reducirse en el corto plazo, y que los elevados tipos de interés (cerca del 26%) son sólo un problema pasajero.
Por su parte, el presidente argentino, Néstor Kirchner, tiene en el bolsillo un plan de negocios para recuperar las inversiones españolas en ese país, en el que se incluye una renegociación de las tarifas de los servicios públicos ya privatizados y el anuncio de cambios en el marco jurídico para invertir. Además, se estima que Kirchner pida la mediación del presidente Aznar y del Rey Juan Carlos ante el Fondo Monetario Internacional, en virtud de las próximas conversaciones sobre una renegociación de la deuda.