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Lo que ocurre en El Aaiún: persecución racial y cadáveres en las calles

Los saharauis de El Aaiún no quieren oír hablar de la supuesta normalidad que pregona Rabat. La guerra sigue abierta...pero sólo contra ellos: Marruecos ha tomado medidas raciales para distinguirles de la población colona, y así perpetrar la persecución y las agresiones. Han narrado su calvario a LD.

"No puedo salir a la calle. Ellos pueden entrar en mi casa y registrarla en cualquier momento". Brahim Ahmed habla así de "ellos", las fuerzas de seguridad marroquíes, que mantienen sitiado El Aaiún desde el pasado lunes y que no están tratando de que "las cosas vuelvan a la normalidad" como rezan los comunicados de Rabat. No hay mención a los saqueos, a las agresiones y a la paralización absoluta de la ciudad.

Según varios testimonios de saharauis que se encuentran en la ciudad, la persecución es asfixiante, cuentan a LD. No son solo los soldados desplegados en cada rincón, ni el toque de queda vigente a partir de las diez de la noche. Marruecos, en un intento por sepultar lo ocurrido, ha desatado la persecución étnica.

Para "facilitar" la identificación de la población saharaui, las autoridades marroquíes han proporcionado a los colonos unas gorras blancas, para separar a quien es saharaui de quien es marrquí. Desde este miércoles es imperativo legal acudir a la calle con este distintivo, que según Brahim: "es para distinguirlo de la contingencia de seguridad y de militares" porque "ellos [colonos y policías] no se conocen entre sí", lo que refuerzan obligándoles a mostrar su rostro si se ven obligados a salir de sus casas. 

El Gabinete del gobernador habla de la "transitoriedad" de la medida, aunque reconocen que no es la primera vez que esta norma- que emula las técnicas nazis de persecución de los judíos- tiene vigencia. Pero para la Delegación saharaui en España esta medida tiene otros objetivos más profundos: "Lo que buscan es provocar un enfrentamiento entre saharauis y marroquíes, un conflicto civil", explican a LD. Lo cual, además de encender una peligrosa mecha, impone una batalla desigual: "Ellos tienen de su lado a la policía, les están escoltando y defendiendo, es falso que sea un conflicto civil" aunque sí consideran que la violencia tiene repercusión: "Nunca hemos estado tan cerca de una guerra civil".

Lo cierto es que los súbditos de segunda, como les cataloga esta medida, son rápidamente identificados si ponen un pie en la calle: "Como mucho podemos andar 10 o 20 metros a la casa de al lado, nada más, y escondiéndonos", nos cuenta Brahim. Sienten un miedo más que justificado, porque lo que ocurre si son captados es una verdadera vejación: "Cogen a los chavales, les dan una paliza, y les dicen '¿ves, para qué sales de casa?'". Tampoco mejora si se encierran en ella, escuchando como se producen registros continuos, casa por casa, para dar con los participantes en la revuelta del lunes. "Si yo escucho gritos, si veo que a un hermano le están haciendo algo, no puedo quedarme quieto, tengo que salir a intentar ayudar, sea quien sea".

El ministro saharaui de Exteriores, Mohamed Uld Salek, ha corroborado la situación, contando que en los barrios con mayor presencia saharaui de la ciudad "están apareciendo cuerpos degollados y cadáveres con impactos de bala, algunos de ellos de niños" a los que "resulta muy difícil identificar".

Llevando al límite a la población autóctona, Marruecos trata de sembrar el caos, aunque también persigue algo más. Según confirman fuentes del Frente Polisario, desde el martes se ha detenido a ocho saharauis, los que organizaron el campamento Gdeim Izik. Pero falta uno, al que no logran encontrar. Uno, entre los 159 saharauis desparecidos, según los datos del Polisario. No obstante, en El Aaiún dudan que el panorama del "campo de concentración" en el que se ha convertido la ciudad vaya a cambiar si el ciudadano se entrega, o es detenido. 

Mientras tanto, el aparato propagandístico del reino alauita trabaja duro para vender una imagen de recuperación de la normalidad, reduciendo los enfrentamientos a meros choques con terroristas. Pero la prueba palmaria que refuta esta versión es que el reino continúa sin permitir el acceso a la prensa internacional: "¿Si todo está tan normal, por qué no dejan pasar a los periodistas?". El indisimulado cerrojazo informativo no tiene visos de cambiar.

Las escasas y débiles esperanzas están puestas ahora en la reunión que la ONU ha convocado –auspiciada por México- para dilucidar los enfrentamientos. "Quizás nos deje recuperar la normalidad del día a día, no tener que amasar el pan en casa, pero ya se ha visto la jugada de las Naciones Unidas en otras ocasiones", se lamenta Brahim.

"Marruecos está sembrando un campo muy propicio para el islamismo", alerta el saharaui "aunque gracias a Dios somos conscientes, y no sucumbiremos, pero lo que ha sembrado está ahí".

El Polisario y las organizaciones saharauis dicen sentirse realmente defraudadas por España. "Hasta Francia, que es abiertamente promarroquí, ha condenado los ataques", nos dicen desde la Delegación: "España no ha hecho ni eso, está demostrando que le importan más los gestos que las vidas de los saharauis". Mientras, la espera eterna: "Que nos devuelvan la dignidad".

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