LD (EFE) El pasado junio, los ministros europeos acordaron prorrogar durante un año su actual política hacia Cuba, consistente en una doble disposición al diálogo con el régimen y con la oposición. Este enfoque había comenzado a emplearse en enero de 2005, cuando la UE levantó, a propuesta del Gobierno español del socialista José Luis Rodríguez Zapatero, las sanciones diplomáticas contra el régimen impuestas en 2003 en respuesta al encarcelamiento de 75 disidentes. El objetivo era reabrir unos cauces diplomáticos prácticamente cerrados por Castro, quien había respondido a las sanciones europeas (consistentes en gestos como invitar a disidentes a las recepciones en las embajadas en La Habana) cortando la comunicación con los embajadores que las aplicasen.
Según la actual presidencia de la UE, la reflexión no guarda relación de causa-efecto con el estado de salud del dictador cubano, que la presidencia finlandesa sigue "con gran atención", pero sobre el que no prevé hacer ninguna declaración oficial, "al menos en esta fase", según esta fuente. La primera discusión ministerial sobre la política europea en la Cuba "post Fidel" no está prevista para antes de la reunión informal que los titulares de Exteriores de los Veinticinco celebrarán los días 1 y 2 de septiembre en Lappeeranta (Finlandia).
La nueva política de diálogo lanzada por la UE, pese a mantener formalmente las metas de su posición común sobre Cuba de 1996 (democratización pacífica, promoción de las libertades y mejora de las condiciones de vida de los cubanos), pareció propiciar en un principio un acercamiento entre Bruselas y La Habana. En marzo de 2005, el ministro de Exteriores cubano, Felipe Pérez Roque, llegó a ofrecer en Bruselas un "diálogo sin tabúes", si los gobiernos europeos se desmarcaban de la condena al régimen cubano votada anualmente en la ONU, lo que no consiguió.
La relación está en punto muerto
La nueva política de diálogo lanzada por la UE, pese a mantener formalmente las metas de su posición común sobre Cuba de 1996 (democratización pacífica, promoción de las libertades y mejora de las condiciones de vida de los cubanos), pareció propiciar en un principio un acercamiento entre Bruselas y La Habana. En marzo de 2005, el ministro de Exteriores cubano, Felipe Pérez Roque, llegó a ofrecer en Bruselas un "diálogo sin tabúes", si los gobiernos europeos se desmarcaban de la condena al régimen cubano votada anualmente en la ONU, lo que no consiguió.
La relación está en punto muerto
No hay visitas de alto nivel, los informes de los embajadores europeos en La Habana no muestran mejorías en los derechos y libertades, y el Gobierno cubano, más preocupado en forjar el eje con Venezuela y Bolivia, tampoco muestra gran interés en la relación con una Europa a la que acusa de actuar al dictado de EEUU. Cuba sigue siendo el único país latinoamericano no vinculado a la UE por ningún acuerdo de cooperación, el único de los 78 miembros del grupo Africa, Caribe y Pacífico (ACP) que no ha suscrito el convenio de Cotonú, que da acceso a un fondo multimillonario de ayudas, y ni siquiera acepta la asistencia humanitaria europea