LD (EFE) Hace sesenta años, el entonces emperador japonés, Hirohito, anunció en un discurso radiofónico el fin de la guerra con la rendición incondicional de Japón. En ese histórico discurso, emitido al mediodía del quince de agosto de 1945, Hirohito también negó su divinidad, condición que era atribuida desde tiempos inmemoriales a los emperadores nipones y que constituía una de las fuerzas aglutinantes de este país.
El primer ministro de Japón, Junichiro Koizumi, reconoció en su mensaje que Japón causó "un gran daño y sufrimiento" a los países asiáticos debido al yugo colonial que les impuso en los años anteriores a la contienda mundial y durante el conflicto. Pidió perdón por la "agresión militar" protagonizada en los años treinta y cuarenta del siglo XX por las tropas japonesas, que les llevó a invadir China, la península coreana y la mayor parte del sudeste asiático.
Países como China y Corea del Sur han acusado en numerosas ocasiones a los líderes políticos japoneses de no haber pedido disculpas con claridad por los hechos cometidos por el imperio nipón en aquellos tiempos. También critican a Tokio por tergiversar la dolorosa historia común y tratar de ocultar los errores y brutalidades cometidos por sus ejércitos en Asia.
Este lunes, sin embargo, Koizumi expresó sin ambages ese sentimiento de culpa de Japón por lo acontecido en el pasado. "Con humildad acepto este tipo de hecho histórico (en referencia a la agresión e invasión japonesa de Asia) y expreso de nuevo nuestro profundo remordimiento y sinceras apologías", afirmó el primer ministro nipón.