Italia deja la presidencia de la UE con el fracaso del Pacto de Estabilidad y el de la Constitución

La presidencia italiana se centró en la economía y presentó un ambicioso plan para reactivar la estancada economía de la Unión, la denominada "Iniciativa europea para el crecimiento". Dentro de ese plan se aprobó una lista de 56 proyectos "de ejecución inmediata" en transporte, energía, telecomunicaciones e investigación, que necesitarán unas inversiones de 10.000 millones de euros anuales hasta 2010 y que deberán servir de catalizadores para recuperar el crecimiento de la UE.

Sin embargo, las bases económicas de los Quince, ya debilitadas, se tambalearon aún más cuando Francia, primero, y Alemania, después, las dos principales potencias de los Quince, plantaron cara al Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE, que establece los criterios de convergencia que deben cumplir los países de la Unión Económica y Monetaria. París y Berlín consiguieron que se paralizara el proceso abierto en su contra por superar el límite del 3% del déficit público durante tres años (2000-2004) que establece el Pacto, con el apoyo de países como Italia y Bélgica, también favorables a flexibilizar su aplicación.

Esta situación causó un fuerte malestar entre los países partidarios de aplicar en todos sus términos el Pacto, como España u Holanda, con el fuerte apoyo del comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros, Pedro Solbes.

Fracaso de la Constitución

Cuando aún coleaba este problema, las discusiones se centraron en el que debía ser el éxito de 2004, de cara a la ampliación de la UE a 25 miembros, y que se convirtió en el más sonado fracaso de la Unión: la primera Constitución de la Unión. La presidencia italiana estaba empeñada en que la futura Constitución de la UE se firmara en Roma antes de que acabara su periodo al frente de la Unión.

Pero el primer ministro italiano y presidente de turno de la Unión, Silvio Berlusconi, acabó por reconocer que era imposible un acuerdo durante el Consejo Europeo celebrado en Bruselas los días 12 y 13 de diciembre, del que debía salir el texto constitucional y en el que sólo quedó nuevamente de manifiesto la situación de punto muerto. La incapacidad de los gobiernos para ponerse de acuerdo sobre el reparto del poder en la Europa ampliada llevó a un claro fracaso.