Sr. Presidente, Señorías:
Hace un año, cuando se celebró el anterior Consejo de Primavera, el señor Rodríguez Zapatero nos ofreció su análisis de la situación económica. España, según él, se veía menos afectada que el resto de los países europeos por la crisis internacional; estaba simplemente inmersa en una desaceleración. Le alcanzaban menos las turbulencias porque estaba mejor preparada y estaba mejor preparada porque disponía de un notable superávit público, una deuda pública reducida y contaba con el sistema financiero más fuerte del mundo.
Hoy todo esto suena ridículo, incluso sarcástico, pero conviene recordarlo porque las cosas ni evolucionan solas ni se resuelven solas.
Tenemos ya casi tres millones y medio de parados. Son 1,2 millones más parados que cuando usted hablaba hace un año de la “desaceleración”. Según Eurostat, nuestra tasa de desempleo ha crecido más de un 64% en un año, al pasar del 9% al 14,8, la cifra más alta de la Unión Europea. La Seguridad Social ha perdido 1.140.000 afiliados en ese tiempo, de los cuales 130.000 eran trabajadores autónomos.
Señorías,
Esto no son turbulencias pasajeras. Ni esto es algo que ocurre en todas partes. España, bajo un gobierno que ha preferido no gobernar para no tener que reconocer la realidad, tiene el dudoso honor de haber producido tres veces más parados en este último año que todos los países de la Zona Euro juntos. El único país europeo que destruye empleo a ritmo español es Letonia, claro que allí, ante el desastre, dimitió el gobierno en pleno.
¿Y qué ocurre con la convergencia con los países más avanzados de Europa? No hay tal. Sería mejor hablar de divergencia, de distanciamiento, porque España, en relación con el promedio europeo, está retrocediendo. Es la primera vez que ocurre desde 1994. En el año 2008, por primera vez en catorce años, el nivel de vida de los españoles se ha alejado de la media europea, y otro tanto se espera para los próximos dos años. Según las autoridades europeas, seguiremos estancados cuando los demás comiencen a recuperarse.
El deterioro de la actividad económica es el más grave de nuestra historia. La producción industrial cae a doble ritmo que la media europea. El bajón de las ventas minoristas está entre los más intensos de Europa. La confianza de nuestros agentes económicos, empresarios o consumidores, literalmente se desploma.
Nos ha llevado usted de un superávit en las cuentas del sector público del 2,2% del PIB en 2007, a un déficit del 3,8% en 2008. Según diversos analistas, superaremos el 7% en este año 2009. Como todo el mundo sabe, esto, además del quebranto económico que representa, nos ha costado un expediente sancionador por déficit excesivo en Europa. Es la primera vez que atravesamos este bochorno. Y no se escude usted en el mal de otros. Ya sé que han sancionado también a Irlanda, Grecia, Francia, Letonia y Malta. Ninguno de ellos nos sirve de consuelo y menos aún de ejemplo, salvo que copiemos también lo bueno, cosa que usted no quiere.
En este expediente se nos dice que el déficit público que ha provocado usted, no es temporal ni excepcional y que el gobierno español no ha sido capaz de justificar con qué medidas piensa volver a la senda de equilibrio en 2010 y 2011. ¿Cómo lo va a justificar si no lo sabe?
Usted nos decía hace un año que contaba con el superávit de las cuentas públicas para superar la crisis económica. Nos lo decía usted. El resultado es bien conocido: se ha gastado usted hasta el último euro sin resultado alguno; es decir, ha dilapidado toda su capacidad de intervención como ha dicho en numerosas ocasiones el señor Solbes. Lo único que nos deja es el paro, la deuda y, para colmo, un expediente sancionador que amenaza con privarnos de los escasos fondos europeos que nos quedan.
En este Consejo Europeo, los principales países - Alemania, Francia, Gran Bretaña - y la propia Comisión Europea, han dicho que no se puede gastar más. En otras palabras, Europa ha desautorizado sus medidas económicas. No sólo las desautoriza, sino que las expedienta. A usted le ponen un suspenso y a los españoles nos prometen una multa. Esto es lo que ha pasado.
¿Y qué podemos decir de nuestro sector financiero?
Hasta ahora ha resistido, pero ya tenemos una entidad financiera en proceso de rescate y todo indica que vendrán más. Una crisis de la economía real de esta magnitud afecta, y de qué manera, al sector financiero. El Gobierno prefiere no hablar de esto. Le gusta más refugiarse en el silencio, en los eufemismos, en los tejemanejes y en qué vamos a hacer en materia de regulación para el futuro.
Señor presidente,
De nada sirve empeñarse en ocultar o negar una realidad o esperar a reconocerla cuando ya no quede remedio.
Esta cuestión es muy seria: compromete la intensidad y la duración de esta crisis. Y no son palabras: más crisis significa más sufrimiento, más desesperanza, más angustia… No son cosas para tomar a broma. Es irresponsable pretender ocultar su propia realidad a los españoles, tratarlos como menores de edad sin otro objetivo que ganar tiempo por si las cosas se arreglan solas.
No estamos ante una simple crisis económica: sufrimos una gran convulsión social. Se están sacudiendo los cimientos de nuestra prosperidad más que en ningún otro momento anterior. Se requiere un esfuerzo común, una solidaridad y un sacrificio como nunca antes requirió la sociedad española. Y eso exige que usted diga la verdad, toda la verdad, y que reconozca abiertamente cuáles son los caminos que no debemos recorrer y que ponga sobre la mesa una capacidad política tan amplia como el vacío político actual.
Señor presidente,
¿De qué sirve afirmar que nuestros apuros se deben únicamente a la crisis internacional? ¿Va usted a seguir negando que somos más vulnerables porque arrastramos problemas que no se han querido atender, y que hemos perdido competitividad sin más motivo que la indolencia, y que tenemos más deudas porque no se administra bien, y que nos encorsetan unas estructuras que favorecen el desempleo y que usted no quiere corregir?
¿De qué sirve ya seguir negando lo que todo el mundo proclama? Es usted en todo el planeta el único que niega esta evidencia.
Pues bien, con este panorama a la espalda, es muy difícil entender la actuación del señor Rodríguez Zapatero en este Consejo Europeo. Tiene en casa los problemas más graves, más diferenciados de la Unión Europea, y toda su participación en la cumbre se reduce a difuminarse y a pasar desapercibido en la masa de presidentes.
El señor Rodríguez Zapatero quiere aparecer como uno más que sólo aspira a sumarse a lo que entre todos decidan, a lo que disponga ese mal llamado “Gobierno común” del que no habla nadie más que él y que le valió el calificativo de “excesivamente entusiasta”. Es natural que le guste porque es el último burladero que ha descubierto para eludir sus responsabilidades en España.
Señor presidente,
Fuera de España, no engaña usted ya a nadie. La Unión Europea ya le ha dicho que su situación no se parece a otras, que está estropeando las estadísticas comunes, que su política de gasto y endeudamiento no puede durar de manera indefinida. No engaña a nadie fuera, pero eso parece que no le preocupa mientras pueda seguir engañando a los españoles.
La triste verdad es que España, su Gobierno, se está quedando arrinconado. Nuestro país ha pasado de ser uno de los fundadores del Euro, un bastión de la estabilidad europea, un inspirador del Proceso de Lisboa, de las políticas de reforma y competitividad en Europa –eso era lo que éramos, señor presidente, no se ría usted- y ha pasado de eso a convertirse en un país invisible que se conforma con que no le critiquen demasiado. No sólo dilapida usted nuestra riqueza material, también despilfarra nuestra imagen en el mundo. Se ha gastado usted, a cambio de nada -a cambio de nada, insisto- todo el capital político que España disfrutaba en Europa y que usted recibió en el año 2004.
Por cierto que, en este sentido, su actuación sobre el asunto de Kosovo ha sido lamentable para la credibilidad de España en Europa y ante nuestros aliados en