Todo parecía diseñado para que esta que nos ocupa fuera la semana del glamour. La conjunción estelar había hecho coincidir la gala de los Goya, los BAFTA británicos, la fiesta pre-Óscars y los Premios Grammy. Servidora soñaba con un kiosko rosa que arrinconara –una vez, una sola- a las belenes Esteban, convirtiendo sus páginas en un festival del buen gusto y los trajes de diseño, con ese halo elitista y esnob de los que además de famosos son artistas. ¿Quién podía imaginar que un enlace en Segovia y una máquina de la verdad eclipsaría todo lo demás? ¡Porco mondo!
Si la primera revista que cae en sus manos es Semana, tengan precaución, contiene contenido altamente terrorífico. En la portada encontraremos un anticipo previsor: "Toda la verdad de Belén". "Vi cómo Jesulín me era infiel en mi propia cama", dice la eterna ex del torero. Lo hardcore está en la página 39, que les recomiendo ver a la luz del día. En ella, la princesa de baratillo nos mira desafiante, rodeada por los cables de esa herramienta de precisión que es la máquina de la verdad. A ella se sometió el pasado viernes, percha que aprovecha la revista para marcarse el decimoquinto publirreportaje sobre su (apasionante) vida. ¿Qué que es lo que contó, al polígrafo atada? ¿Hace falta que les conteste? Diez Minutos tampoco se resiste a reseñar la entrevista, de un rigor y profesionalidad que ni la Fallaci, oiga.
Tampoco crean que pasado el trance de la Esteban pueden discurrir por las revistas así alegremente, sin sobresaltos. Y es que esta semana, la boda de una de las Azúcar Moreno –la de la cara más masculina- ha deslumbrado a todas las cabeceras sin excepción. Digno de destacar es el reportaje que le hacen en ¡Hola! a la feliz novia Toñi Salazar –que así se llama la mujer- que deja a la altura del betún aquella boda de Farruquito con sus sencillos estilismos.
La cantante se casa con Roberto Liaño, un mozalbete menor que ella que dice que es modelo, aunque desmerezca tal título al desposarse con un traje que es un híbrido entre el hombre de hojalata y cabaret. ¡Qué brillo! ¡Que reflejos irisados!
Su esposa tampoco se queda atrás, con tres trajes escogidos para el enlace de difícil digestión. Se lleva la palma el modelo "cólico de milhojas de nata" en el que la cantante queda literalmente escondida bajo un manto de volantes y flores, que sólo deja adivinar el prominente busto de la feliz cónyuge.
Los invitados. ¡Ay! Los invitados. Inmortalizadas en Hola, en Lecturas y en Semana quedarán para los restos . Aunque la noticia no está en la presencia ni el estilismo de Ana Obregón, ni siquiera de Falete: los desconocidos, los rostros sin nombre son las protagonistas. Si no me creen, mírenlos en la foto de familia de la boda, arriba las del novio, abajo los de la novia. Céntrense en la instantánea de arriba: esos trajes del Bershka, esos pendientes de aro kilométrico, ese look poligonero de las clónicas amigas de la cantante. Discreción, glamour y encanto. Y en el centro, justo en el centro de la foto, la guinda del pastel: el patriarca gitano, con una barba de imposible afeitado, sonríe, orondo y feliz a la cámara. Y nos deja aterrorizados a todos, para contemplar, páginas más adelante cómo novio y novia cortan sonrientes tres cochinillos. Cortar el pastel está pasado de moda, quiten esa foto de sus salones.
Pero no todas las parejas llegan al altar. Otras, como la de Shakira y Piqué, ya tienen suficiente con meterse en su búnker anti paparazzis como para plantearse el bodorrio. Porque esta semana todas las revistas siguen con la operación "ya saldrán", y se apostan en cada esquina y cada restaurante, buscando la codiciada foto de la pareja. Y lo único que consiguen son momentos de Shakira comprando magdalenas, o Piqué haciendo footing, pero nunca juntos. Algo hay que publicar, así que Lecturas opta por unas fotos con píxeles como puños que titula "la cita secreta" del futbolista y la cantante. El notición consiste en que entraron en el mismo restaurante, separados, y a hora distinta, dicen. Pero en las fotos podrían ser ellos o sus primos de Cuenca. Lecturas y Diez Minutos se suman a parecidos ejercicios de ciencia ficción, y cuentan detalles de "el entorno" de ambos, con una rigurosidad ciertamente reseñable.
La que sí que debe de estar contenta con esta persecución a los Waka-Waka es Sara Carbonero. Los paparazzis se han mudado de la puerta de su casa, y la esquizofrenia general está centrada en lograr la foto de Shakira y Piqué, olvidándose de la pareja del verano. Aprovecha, Sara, ya no tienes que ponerte los tacones para tirar la basura. Eres libre, florecilla.
Una entrevista con Chábeli nos asesta un curioso mandoble a todos nosotros, criaturas superficiales y snobs. La hija de Julio y Iglesias y la Preysler, como todo hijo de vecino, quiere presumir de viñedos, y el favor se lo hace ¡Hola! con esta exclusiva.
Con el sugerente reportaje, que lleva por título: "Chábeli Iglesias con los hombres de su vida ante su año decisivo", vemos a la muchacha con su señor y su retoño, ante "la inmensidad de los viñedos californianos situados entre Healsburg y Bodega Bay". Ya saben, esa categoría de pieza de mira-cómo-mola-mi-vida. Pasando por encima por las fotos, pueden encontrar asombrosas revelaciones de Chábeli, que retratan a la persona que se esconde detrás del personaje. Esta mujer de profesión incierta encierra en su ser todo un Heideger desaprovechado, un filósofo en potencia. "Mi madre tiene razón cuando me dice que me cuido poco, pero es que a veces pienso que hay tantas cosas más profundas". Dejamos a Chábeli ahí, con sus profundidades y sus disquisiciones.