Señoras y señores, queridos amigos.
Buenos días. Les agradezco enormemente su tiempo y su sincero interés.
También quiero agradecer su hospitalidad a la Konrad Adenauer Stiftung. Es un placer para FAES, poder coorganizar esta presentación con la Fundación Konrad Adenauer Stiftung en Berlín.
Quiero expresar mi gratitud a mi buen amigo Wilhelm Staudacher por su ayuda.
Como ya saben, ya no soy un líder político. A diferencia de otros amigos como Nicolas Sarkozy, que está en plena acción política y a quien deseo, después del éxito que obtuvo ayer, una definitiva victoria que sin duda será muy importante para Francia y para Europa.
Pero estoy muy ocupado. Además de impartir clases en Georgetown, trabajo duro para desarrollar nuevas ideas que permitan impulsar el progreso en mi país, España; en Europa, en la que creo firmemente y en el resto del mundo. Quizá ya hayan oído hablar de la propuesta para reformar la OTAN: “OTAN: una alianza para la libertad”. Esto fue hace más de un año. Hace unas semanas, presentamos un nuevo y ambicioso plan para América Latina: “América Latina: una agenda para la libertad”.
Hoy, me gustaría hablar de otra ambiciosa propuesta que creo podrá ser de muy buena ayuda para Europa: “un área atlántica de prosperidad”.
Esta propuesta, que compartimos con la Konrad Adenauer Stiftung y especialmente con Mathias Wissmann hace unos meses, trata de reforzar la union transatlántica y evitar el llamado distanciamiento atlántico. Me complace enormemente que la Canciller Merkel comparta esta visión y quiera que la Unión Europea vaya en esta dirección.
Debemos señalar que una gran mayoría de ciudadanos europeos y de líderes políticos europeos, está a favor de una Europa pro atlántica. La Canciller Merkel, el Primer Ministro Blair, el Primer Ministro Rasmussen y todos los líderes políticos de los nuevos doce estados miembro de la Unión Europea, son claramente europeos pro atlánticos.
Los líderes políticos sensatos están convencidos de que la unión transatlántica es vital tanto para Europa como para América. La Unión Europea no puede sobrevivir, tal y como es, si se decidiese que debería cambiar de aliados o enfrentarse a los Estados Unidos.
Durante los últimos cincuenta años, la relación atlántica ha sido esencial para la seguridad y prosperidad de nuestro pueblo. La Europa libre y democrática sólo consiguió superar una serie de dictaduras con la ayuda de los Estados Unidos. Y podríamos decir lo mismo de los nuevos doce estados miembro de la Unión Europea.
Los Estados Unidos de América y la Unión Europea, comparten los valores de la democracia, el respeto a los derechos humanos y a las libertades individuales. Promover la paz, la seguridad común y la libertad económica son también pilares clave de nuestra civilización. Hoy, la Unión Europea y los Estados Unidos de América, comparten principios y objetivos, y se enfrentan a las mismas amenazas.
En primer lugar, los europeos y los estadounidenses se enfrentan a la amenaza del terrorismo islámico. Los ciudadanos de diferentes lugares del mundo saben muy bien lo que quiero decir. Estoy convencido de que es mejor luchar contra las amenazas a la seguridad global mediante una acción conjunta que de forma individual. La unión atlántica es un aspecto fundamental de la lucha contra el terrorismo islámico.
En segundo lugar, los Europeos y los estadounidenses, comparten las mismas preocupaciones en cuanto a los retos que se presentan ante la humanidad, como las pandemias.
En tercer lugar, tanto la Unión Europea como los Estados Unidos, están preocupados por el reto energético. Ambas regiones necesitan mejorar su eficiencia energética, promover la diversidad de fuentes de energía y asegurarse un suministro energético seguro.
Los EE.UU y la UE tienen que mejorar sus planes de suministro energético doméstico y reducir la dependencia de las fuentes de energía exteriores. En cuarto lugar, tanto los europeos como los estadounidenses están fuertemente comprometidos con un mercado libre y global y con la lucha contra la pobreza.
El orden económico multilateral que ha hecho que la globalización sea una realidad, que diseñado por Europa y Estados Unidos. El GATT y la Organización Mundial del Comercio que han sido, en gran medida, responsables del increíble aumento del comercio mundial en las últimas décadas, también han permitido a muchos países hacer enormes progresos hacia la prosperidad y dejar atrás la pobreza.
El Consenso de Monterrey solo llego a buen puerto porque lo impulsaron los Estados Unidos y la Unión Europea. La cooperación atlántica fue vital, una vez más, para alcanzar el histórico acuerdo de Gleneagles en 2005.
A pesar de la necesidad de renovar la cooperación transatlántica en todos estos ámbitos, en los últimos años, ha ido aumentando la tendencia a aceptar, lo que podríamos llamar, el “distanciamiento atlántico”.
El distanciamiento atlántico debilita tanto a la UE como a los EE.UU. Sin embargo, el Presidente Bush ha apuntado correctamente que “cuando Europa y los EE.UU. están unidos, ningún problema ni ningún enemigo puede vencernos”. Nosotros, tanto europeos, como americanos, debemos trabajar juntos en muchos ámbitos y por ello, debemos reforzar la unión atlántica. La cooperación es esencial en el terreno económico.
Podemos echar la vista atrás, hacia una larga historia de cooperación económica atlántica. De hecho, la Comunidad Europea original, era un proyecto auténticamente pro atlántico. Vamos a analizar con más detenimiento el contexto histórico porque nos ayudará a entender lo lógico que es crear un área atlántica de prosperidad.
En los días siguientes a la Segunda Guerra Mundial, y sin tener que llamar la atención sobre la necesidad de abrir las fronteras al comercio para evitar los desastrosos efectos que tuvieron las políticas comerciales restrictivas de los años treinta en el comercio mundial, se consideraron dos ideas desde el principio.
La primera opción ponía el énfasis en la integración económica regional, un enfoque que se desarrollo en su máxima expresión en el continente europeo. La segunda opción buscaba establecer una liberalización multilateral. El comercio mundial iría encaminándose hacia este objetivo a través del GATT y de la cláusula de nación más favorecida.
A la vista de la dificultad de conseguir este objetivo en un periodo de tiempo razonablemente corto, algunos economistas que defendían esta opción como la opción más interesante para promover el comercio mundial, consideraron la posibilidad de crear un “área de comercio atlántica”, que evitase que Europa se encerrase en su propio mercado.
Muchos prestigiosos economistas como Gottfried von Haberler y Sir Lionel Robbins en Gran Bretaña, Wilhelm Röpke en Alemania, Maurice Allais, el premio Nobel francés y Pierre Uri, miembro del equipo que redactó el Tratado de Roma, eran destacados europeos pro atlánticos. Defendían abiertamente la idea de una “Comunidad Atlántica” como una solución superior a una mera unión europea.
Por lo tanto, la idea de reforzar la unión atlántica no es especialmente nueva. Simplemente significa redescubrir los verdaderos orígenes de la construcción europea. Y como podemos ver claramente, desde el inicio del proceso de creación de las instituciones que se han convertido hoy en la Unión Europea, muchas de las más brillantes mentes europeas sabían que el proyecto de libre mercado europeo, no debía limitarse a Europa.
Es más, también sabían que uno de los objetivos principales de esta política de libre comercio debería ser: abrirse al comercio del resto del mundo, empezando, evidentemente, por los Estados Unidos de América. Se consideró que la creación de una Unión Atlántica, era la mejor manera de crear un sistema internacional de libre mercado del que también se beneficiaría el resto del mundo.
Más recientemente, la Nueva Agenda Transatlántica y la Asociación Económica Transatlántica, han sentado las bases de una unión económica más fuerte entre los dos lados del Atlántico. Sin embargo, aún quedan muchos obstáculos para al comercio y las inversiones. Y nuestras aspiraciones para el futuro deben superar nuestros logros pasados.
La propuesta de creación de un Área Atlántica de Prosperidad es útil a la hora de fortalecer la unión atlántica dentro del ámbito económico, porque combina un acuerdo bilateral y una Agenda Multilateral de Desarrollo.
Este es el momento de buscar una integración económica atlántica total. Los EE.UU y la Unión Europea pueden y deben luchar por una circulación transatlántica de bienes, servicios, capitales y conocimiento totalmente libre.
Se pueden eliminar muchos obstáculos a través de la cooperación atlántica. Un libro publicado por FAES analiza este tema en detalle. Otros obstáculos requerirán cierto esfuerzo por parte de Europa. Es más, las dimensiones interna y externa de la Agenda de Lisboa pueden reforzarse mutuamente.
Debemos subrayar que avanzar en la Agenda de Lisboa es un prerrequisito para insuflar nueva vida en la relación económica transatlántica. Una UE más competitiva daría impulso a la economía transatlántica. Y es más, muchas de la barreras que separan a día de hoy el mercado europeo, se colapsarían bajo la presión de la competencia transatlántica.
Las decisiones adoptadas por algunos gobiernos europeos contra la inversión intraeuropea, son extremadamente peligrosas para la Unión Europea. Estas decisiones abiertamente antieuropeas, son justo lo contrario de lo que Europa necesita. Son una amenaza para el futuro de Europa y pueden ser extremadamente dañinas para el proceso europeo.
La siguiente pregunta que debemos hacernos es: ¿Esta idea del Área Atlántica de Prosperidad es realmente importante? ¿Por qué debería interesarnos esta propuesta? La respuesta es fácil. Los ciudadanes europeos y estadounidenses se beneficiarían del aumento de comercio y de inversiones, de una competencia reforzada y de mayor innovación y productividad, que nos llevaría a un aumento substancial y permanente de bienestar en términos de mayor crecimiento y más y mejor empleo.
Europa puede ser la más beneficiada de este proyecto. El estudio al respecto más reciente fue elaborado por la OCDE en 2005. Calcula que mayor liberalización transatlántica llevaría a un aumento permanente de la renta per capita de hasta un 3,5%.
Esto es el equivalente a que cada trabajador recibiese el sueldo de unba año gratis. Un año entero de sueldo por una vida de trabajo: esto es lo que reportaría un Área Atlántica de prosperidad.
Estas ventajas también se filtrarían al resto del mundo. De acuerdo con la OCDE, la unión de comercio extendería las ventajas de la reforma en los Estados Unidos y Europa a otros países de la OCDE, con un aumento del PIB per capita de hasta el 1,5%.
Hay obstáculos transatlánticos que nos impiden conseguir estas ventajas. Los costes de no alcanzar una integración económica trasnatlántica son enormes.
La idea de que el área atlántica de prosperidad sea un proyecto abierto es muy importante. Teniendo en cuenta los pobres resultados de la Ronda de Doha, la Unión Europea debería considerar esta via bilateral, que no daña en absoluto a la via multilateral ya que las agendas de libre comercio de cada una son distintas. Empecemos con los Estados Unidos, pero que el AAP sea un club abierto quiere decir que países como Canadá, México, Chile o Japón, también podrán unirse a él, así como muchos otros países.
Ha habido manifestaciones de buena voluntad de los dos lados del Atlántico, acompañadas del deseo de fortalecer los lazos entre la UE y los EE.UU en los próximos años. Legisladores de ambos lados del atlántico han expresado su deseo de renovar su cooperación.
Es más, la iniciativa Atlántica va unida a la prioridad del Presidente de la Comisión Europea de llevar a cabo una reforma económica, mejorar la competitividad de la UE y crear “la oportunidad de poder actuar a corto plazo”, así como a los deseos del Presidente Bush, Angela Merkel, Tony Blair, el Primer Ministro Rasmussen de fortalecer la unión atlántica.
Importantes iniciativas como el dialogo transatlántico de negocios y la red de política transatlántica apoyan fuertemente la unión atlántica. Este proyecto coincide con sus propias propuestas.
El duodécimo aniversario de la Nueva Agenda Transatlántica, nos brindo la oportunidad única de adaptar la asociación económica transatlántica a la situación actual para reforzar la unión económica atlántica. Necesitamos compromisos políticos del más alto nivel. La agenda atlántica debe ser una prioridad política clave.