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DISCURSO ÍNTEGRO de Aznar

A continuación reproducimos íntegramente el discurso pronunciado por el presidente de FAES en Barranquilla (Colombia).

"Agradezco al rector de la Universidad del Norte, doctor Jesús Ferro Bayona, la oportunidad de participar en el acto inaugural de la XIII edición de la Cátedra Europa, un foro comprometido con el fortalecimiento de los vínculos entre Europa e Iberoamérica. Conozco el excelente trabajo y los principios que vertebran esta Universidad.

Siempre es grato para mí venir a Colombia, un país al que quiero y admiro, y que constituye una referencia por los esfuerzos que ha realizado para consolidar por su sólido andamiaje institucional, por su apertura al mundo y por su eficaz política de seguridad democrática. Y es muy grato poder visitar Barranquilla para participar en un acto tan relevante como el que hoy nos convoca en la Universidad del Norte.

La universidad es hoy parte de mi vida. Como profesor en Georgetown, como conferenciante en distintos foros académicos y, desde luego, como presidente de la Fundación FAES que trabaja estrechamente con el mundo universitario y que ya puede exhibir con orgullo la condición de ser una de las mejores fundaciones políticas del mundo.

Colombia e Iberoamérica son parte de Occidente. Este año se cumplen dos siglos del inicio de la emancipación, acontecimiento que supuso el tránsito desde el Antiguo Régimen a un orden constitucional, un proceso que estuvo animado por la revolución liberal española. Las ideas que defendían de corazón los patriotas americanos eran las mismas que informaron la Constitución española de 1812.

Españoles y americanos celebramos en 2010, pues, el bicentenario de la revolución liberal atlántica. Con ese afán de celebración conjunta, quiero compartir con ustedes que la Fundación FAES otorgó el pasado año tres Premios Bicentenario que se plasmarán en tres buenos libros. Publicaremos el primero de ellos antes del verano.

Iberoamérica y, por supuesto, Colombia han sido siempre una prioridad para España. Lo fueron cuando tuve el honor de presidir el Gobierno de España. Les aseguro que hice cuanto pude para apoyar a Colombia y a todos los países de la región. Trabajamos para que los objetivos de asentar la democracia en la región, fomentar la apertura y modernización económica e impulsar el bienestar social fueran compartidos por la Unión Europea.

Hoy, cuando cada día la democracia, las libertades y la estabilidad retroceden en algunos países de la región, se hace más necesaria que nunca la recuperación del impulso de España en esa imprescindible tarea de animar, desde Europa, los esfuerzos para fortalecer la democracia, la integración económica y la institucionalidad en Iberoamérica.

En determinados países de la región avanza una ideología que busca la confrontación como excusa para eliminar a quien discrepa del poder. Una ideología que fomenta el discurso de odio a la libertad de las personas. Un movimiento que pretende extender su nefasta influencia y al que hay que plantar cara con determinación.

No podemos ser indiferentes ante esta amenaza. Toda Iberoamérica merece vivir fiel a sus raíces occidentales, en las que la igualdad de hombre y mujer, los derechos de las personas, su libertad y su dignidad, sean reconocidos y respetados.

En Europa está muy vivo el trágico recuerdo de las ideologías colectivistas y totalitarias. Fue precisamente la voluntad de dejarlas atrás y construir un futuro de paz y democracia lo que motivó la institución de las Comunidades Europeas en los años cincuenta. La dignidad de la persona y su libertad como límites infranqueables del poder político, la democracia liberal, el imperio de la ley y la economía de libre mercado constituyen la base de una Europa de Estados nacionales, en la que los bienes, los servicios, y también las personas, circulan libremente.

La libertad es la base de la prosperidad. El libre comercio da oportunidades, abre las puertas de los países para que puedan prosperar. Es también una ayuda valiosísima para consolidar una democracia y un sistema institucional de libertad.

Por eso no puedo entender las dificultades que algunos ponen a la ratificación de los Tratados de Libre Comercio suscritos por Colombia con la Unión Europea y Estados Unidos. Quienes se oponen a ellos, al amparo de viejas tesis proteccionistas, causan un perjuicio inaceptable a los colombianos y a los consumidores del resto del mundo.

Los europeos, y también los norteamericanos debemos apoyar los Tratados de Libre Comercio con Colombia no sólo por sólidas razones económicas, sino como muestra de confianza en la democracia colombiana. Quienes, llamándose progresistas, ponen trabas al tratado harían deberían pensar en el castigo que su decisión supondrá para Colombia y para toda una región amenazada por un populismo de raíz totalitaria.

La convivencia civilizada, en democracia, está en el origen de la Unión Europea; que ha sido abierta, próspera y segura, y ha acogido a buena parte de los países de Europa central y oriental sojuzgados durante cuarenta años en nombre del socialismo real. Allí se llamaba socialismo real, aquí se llama socialismo del siglo XXI. Es el mismo artificio contrario a la libertad y a la democracia.

Los europeos tenemos la fortuna de que la integración europea tras la segunda Guerra Mundial haya sido un éxito. El Viejo Continente ha asistido durante estos 50 años al periodo de libertad, paz y prosperidad más largo de toda su historia. A ello ha contribuido el carácter universal de los valores en los que se basaron los Tratados de Roma.

La Unión Europea es hoy una realidad de éxito. Pero la integración europea es sólo un medio para alcanzar objetivos comunes acordados por naciones libres. La Unión Europea no es un fin en sí mismo, es un instrumento para construir un futuro mejor para todos sus miembros. Los europeos debemos utilizar esa herramienta para ayudar a quienes persiguen lo mismo que nosotros.

Los éxitos del pasado nunca garantizan los del futuro. Los europeos nos enfrentamos a serios obstáculos que la crisis económica ha hecho más visibles. Europa no es tan dinámica y fructífera como lo fue y como debería seguir siendo. Necesita reformas; reformas encaminadas a proporcionar el impulso necesario para progresar en el siglo XXI.

En un momento de crisis económica tan grave como el actual, Europa necesita una nueva agenda económica de reformas para impulsar la liberalización y la apertura, medidas imprescindibles para salir pronto de la crisis, superándola con creciente dinamismo y fortaleza. Es el camino para volver a crecer, a crear empleo y riqueza.

Europa tendrá un futuro mejor si no se deja enredar por asfixiantes burocracias empeñadas en hacer lo que no saben hacer y que no dejan que las personas hagan lo que sí saben hacer.

Cada vez que la iniciativa privada ha sido promovida; siempre que los impuestos se han reducido; siempre que el proteccionismo y el intervencionismo han sido dejados de lado, las sociedades han prosperado enormemente.

En un mundo globalizado, la capacidad de competir de la Unión Europea reside en la capacidad de competir de cada uno de los ciudadanos de los países de la Unión.

En medio de esta crisis, también hay buenas noticias. La reciente entrada en vigor del Tratado de Lisboa ha puesto fin a un interminable proceso de discusión institucional que ha malgastado buena parte del caudal político y de la confianza acumulados.

La Unión Europea, la Europa de éxito, se basa en el pilar fundamental del Estado-nación. La historia de la Unión Europea es la historia de España, de Francia, de Alemania, del Reino Unido y de 23 países más.

Yo no creo en una Europa de la ingeniería social, ni creo en una Europa burocrática. Creo en una Europa basada en las raíces históricas de los distintos Estados-nación. Y quiero recordar que el origen de Europa es sencillamente inexplicable sin sus raíces. Sin su tradición griega, romana, de la Ilustración. Y, por supuesto, sin sus raíces cristianas. Negar esa herencia es uno de los elementos que más contribuye a alimentar la confusión intelectual y moral de nuestro tiempo y que, en consecuencia, más nos debilita.

El euro y el Pacto de Estabilidad son dos grandes éxitos de la Unión Europea, y hay que defenderlos ahora que algunos países europeos atraviesan graves dificultades económicas.

Defenderlos significa restaurar el Pacto por la Estabilidad y el Crecimiento original en el que se basó el euro, que luego fue erróneamente reformado. Sólo así podremos controlar el déficit y la deuda pública excesivos y generar confianza en los mercados.

Europa será más influyente en el mundo si consigue convertirse en un área económica más importante. Pero perderá influencia si continúa como va. La transformación económica de Europa es una condición necesaria para aumentar la responsabilidad global del continente y evitar que se convierta en un mero testigo de las decisiones que tomen otros.

Hoy tengo el honor de dirigirme a un auditorio formado por profesores y estudiantes universitarios. Quiero aprovecharlo para dedicar algunas palabras a la educación. Porque las reformas de índole económica, por sí solas, no bastan para garantizar el mejor futuro de una sociedad. Éste ha de construirse también sobre la educación de sus jóvenes.

Una educación de calidad es un factor clave para combatir la pobreza. El capital humano es el recurso más importante de una sociedad. Invertir en educación es invertir en futuro. Invertir en talento es invertir en prosperidad futura. Los países que han invertido en capital humano son los que alcanzan los mejores niveles de vida. Saldrán más rápido de la crisis las sociedades que premien el esfuerzo individual, el talento y la capacidad de las personas.

Esta Universidad es una buena muestra de la larga tradición universitaria de Colombia y de los países de la región. Hoy estudian en la región alrededor de 20 millones de estudiantes universitarios. Es un activo que no se debe desaprovechar.

Las afinidades en Iberoamérica son muy profundas. Ello debería animar a la creación de un ambicioso programa de intercambio educativo, de alumnos y profesores de distintas nacionalidades y universidades.

Un programa similar al Erasmus europeo. Es un proyecto que trasciende el aspecto académico y que coadyuva al desarrollo de sólidos vínculos entre estudiantes de diversas nacionalidades. Más de un millón de estudiantes se han beneficiado de él.

Con el impulso de un programa Erasmus para América Latina se podría demostrar que la voluntad política se abre paso para privilegiar lo mucho que une, por encima de lo que algunos quieren separar.

Soy un defensor convencido del vínculo atlántico para la defensa de la libertad y la democracia.

La realidad europea ha sido posible porque ha sido atlántica; porque ha sido construida con el apoyo de nuestros aliados americanos, garantía insustituible de nuestra seguridad y de nuestra libertad.

La mayor amenaza a la que se enfrenta el mundo libre hoy día es el terrorismo. Esto los colombianos lo sabéis muy bien. Conocéis, sufrís y lucháis contra la lacra del terrorismo, la mayor amenaza a la libertad. Y es una ingenuidad pensar que las democracias liberales podremos sobrevivir desunidas La cooperación internacional es clave para acabar con esa amenaza.

No podemos dejar solas a las democracias que, como Colombia, se enfrentan con determinación a quienes quieren acabar con ellas. Ni debemos dejar nunca de lado la imprescindible referencia moral y humana de las víctimas del terrorismo. En el recuerdo permanente de su sacrificio está la fuerza moral para continuar la lucha por la libertad.

Y porque creo que la mayor amenaza que hoy enfrentan las sociedades libres es el terrorismo, defiendo que la OTAN se reforme para hacer de la derrota del terror una de sus misiones centrales. Sabemos que la amenaza es global, y la respuesta también debe serlo. Por eso defiendo la conveniencia de establecer una asociación entre la organización de seguridad que agrupa a las democracias más fuertes del mundo, que es la OTAN, con Colombia.

Muy cerca de aquí ruge un proyecto de escala continental que busca alejar a Iberoamérica de sus raíces occidentales y que, como afirmó Isaiah Berlin, exige "la masacre de los individuos en los altares de los grandes ideales históricos". Un proyecto de ingeniería social que tiene demostrada su capacidad de crear miseria y opresión en todos los lugares en los que ha sido ensayado.

Por fortuna, países como Colombia avanzan por otro camino, el camino de la democracia y la institucionalidad. Colombia ha dado reiteradas lecciones al mundo con su respeto a la institucionalidad democrática y en defensa de la libertad de sus ciudadanos que merece ser subrayada, elogiada y respaldada. Para que el mundo libre pueda apoyar a Colombia, Europa debe recuperar el vigor, el dinamismo y la coherencia de antaño. Porque la Europa de valores sólidos y exitosa siempre ha sido un referente para los demócratas del mundo entero.

Saben que en esa tarea siempre van a poder contar con mi apoyo, mi trabajo y mi tiempo, así como con el de la Fundación que me honro en presidir".

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