LD (EFE) La Plaza Roja de Moscú ha sido el escenario de un impresionante desfile militar que conmemoró el 60º aniversario de la derrota nazi. La Bandera de la Victoria, que hace sesenta años fue izada sobre el Reichstag de Berlín abrió la parada. Es la misma que el ocho de mayo de 1945 el ruso Mijaíl Yegórov y el georgiano Melitón Kantaria colocaron en la cúpula destruida de la sede de la chancillería alemana. Era el estandarte de la División 150 del Ejército Rojo.
Desde la tribuna instalada delante del Mausoleo de Lenin, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, acompañado por más de medio centenar de jefes de Estado y Gobierno presenciaba la ceremonia. A continuación, el ministro de Defensa, Seguéi Ivanov, a bordo de una limusina descapotable ZIL, comenzó a pasar revista a las tropas apostadas en la Plaza Roja
Entre los invitados de honor que acompañaron a Putin se encontraban los mandatarios de EEUU, Francia, Alemania, China, Japón y el secretario general de la ONU, Kofi Annan. El jefe del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero y su esposa, Sonsoles Espinosa, fueron recibidos por Vladimir Putin. En la marcha participan orquestas militares, de unidades del Ejército, columnas de veteranos vestidos con uniformes de la guerra, armamento moderno y réplicas de los antiguos camiones ZIS.
En un breve discurso, Putin hizo un llamamiento a preservar el orden mundial "basado la seguridad, la justicia y una nueva cultura de relaciones que impida la repetición de guerras calientes o frías. La historia nos enseña que Estados y pueblos debe hacer todo para no dejar pasar el nacimiento de nuevas doctrinas mortíferas, el crecimiento de nuevas amenazas". El jefe del Kremlin resaltó que "las lecciones de aquella guerra enseñan que la colaboración con la violencia y la indiferencia conducen a horribles tragedias de escala mundial. Ante las amenazas reales del terrorismo (...) estamos obligados a preservar un orden mundial basado la seguridad, la justicia y una nueva cultura de relaciones que impida la repetición de guerras 'calientes' o 'frías'".
A continuación, los líderes extranjeros depositaron una ofrenda foral en la Tumba del Soldado Desconocido, situada en los Jardines de Alejandro al pie de la muralla del Kremlin. A las ocho de la noche, toda Rusia guardó un minuto de silencio en memoria de los caídos. Enseguida, la capital rusa fue iluminada por sesenta salvas de artillería y por un espectáculo de fuegos artificiales.