En un país en el que el abastecimiento de agua se corta una media de cuatro días por semana a pesar del enorme caudal de sus inmensos ríos y en el que una cuarta parte de los hogares tiene que vivir con restricciones del suministro eléctrico, su presidente, Hugo Chávez, acaba de dedicar una cantidad indeterminada de dinero para inaugurar una escultura de casi cincuenta metros de altura con el objeto de conmemorar el bicentenario de la independencia nacional.
“Yo no pensé que iba a quedar tan bonito”, exclamó el presidente venezolano tras accionar el interruptor de las luces de la escultura, para aclarar a continuación, ataviado con uniforme de campaña, que no es un “cohete misilístico”, sino tan sólo ideológico.
En el papel de exégeta del arte revolucionario bolivariano, Chávez explicó que el armatoste representa "la verticalidad, la firmeza de la revolución, y la mirada al cielo, hacia arriba, el infinito ... un cohete ideológico”.
Mañana martes, día en el que se conmemorará el inicio del proceso de independencia, los dignatarios de los países que forman la Alianza Bolivariana para las Américas tendrán ocasión de contemplar este proyectil morrocotudo que, hasta el momento, Chávez considera la principal conquista de toda una “revolución cultural”.
El ministro de cultura venezolano, Francisco Sesto, aclaró por su parte que además de las evidentes virtudes estético-revolucionarias, el “cohete” lleva en la punta un pararrayos.