(Libertad Digital) “Hoy hay muchas voces que advierten que Europa está en crisis. Soy de los que cree que no les falta razón. La crisis de Europa no es algo reciente”, ha sentenciado el ex presidente del Gobierno español.
Para José María Aznar la crisis europea surge “de una falta confianza en sí misma”. “Se ha sembrado -ha continuado- durante mucho tiempo la semilla de la desconfianza, del odio a uno mismo, en un descabellado afán de poner en cuestión los principios que conforman nuestra identidad y, en última instancia, de destruirlos”.
Mientras la Unión Europea continúa con la resaca del “no irlandés” al Tratado de Reforma, el presidente de FAES ha advertido sobre la negación de la “ealidad incómoda” y la caída en la tentación de restar libertades, en contra del espíritu de los padres fundadores.
Ha recordado que “Europa fue la cuna del libre cambio, de la globalización”, lo que “resultó fundamental para explicar el liderazgo de Europa en el mundo”.
Siguiendo con las amenazas a las que se enfrenta el Viejo Continente, Aznar ha vuelto a destacar “el desafío de los enemigos de la libertad”: el terrorismo global. Ha lamentado que “una parte de Occidente empeñada en culpar a Occidente de los males del mundo, y muy especialmente de la virulencia del terrorismo”. Y sigan atribuyendo el problema a la “pobreza”.
En este contexto, ha recordado las manifestaciones de los intelectuales de izquierdas como Noam Chomsky quien declaró que Estados Unidos es “un Estado terrorista” o José Saramago que ha escrito que “Israel debe comprender las razones que empujan a un ser humano a convertirse en una bomba”
“Nuestra culpa no es la de actuar, sino la de ser. En otras palabras, para los terroristas, nuestra culpa reside en nuestra identidad”, ha subrayado.
A estos efectos ha insistido sobre las consecuencias negativas del “relativismo moral” y el “nihilismo”. Entre ellas ha destacado la erosión del “concepto de los derechos individuales y universales, para sustituirlo por supuestos nuevos derechos en función de determinadas circunstancias de las personas”. Lo que ha bautizado como “derechos de diseño que le lleva a uno a preguntarse dónde queda la universalidad de los derechos de la persona. En definitiva, si realmente seguimos creyendo en la unicidad y universalidad de la idea de persona”.
Y también la instalación de la corrección política o la “neolengua” orwelliana que “impide afirmar que una democracia occidental es mejor que una teocracia islámica, que una constitución liberal es mejor que la sharia, que la sociedad civil libre es mejor que la “umma”, que la sentencia de un tribunal independiente es mejor que una “fatwa”. Ni siquiera se puede afirmar que en el Islam la mujer es legalmente inferior al hombre o que la homosexualidad está penada, y frecuentemente, con la muerte”.