L D (Víctor A. Cheretski) ¡Qué poca imaginación tienen nuestros colegas periodistas a la hora de inventar los titulares! Leemos en casi todos los periódicos que, con la visita de Bush a Rusia, “termina la Guerra Fría”. Esto nos suena. La Guerra Fría ya terminaba en los 70 con el proceso de Helsinki. Luego, con la “Perestroika” de Gorbachov y, posteriormente, con la patética relación entre Clinton y su “friend”, el alcoholizado Yeltsin.
Además, esta ocasión parece incluso la menos oportuna para hablar de algún significado histórico. Primero, el nuevo Tratado firmado por Bush y Putin no prevé la destrucción del armamento nuclear. Sólo limita la cantidad de “armas nucleares operativas”, es decir, las que pueden ser utilizadas inmediatamente. Las demás, simplemente serán almacenadas. Por supuesto, pueden volver a sacarlas en cualquier momento. Las dos partes también se conservan la potestad de fabricar armas nucleares nuevas y más sofisticadas.
Según el periódico liberal ruso “Grani”, los documentos de Moscú no solucionan ni uno de los litigios que existen actualmente entre EEUU y Rusia. El programa estadounidense del “escudo nuclear” seguirá adelante, igual que la venta de alta tecnología militar rusa, incluso nuclear, a Irán y a otros “países gamberros”. No hay nada nuevo en las posturas sobre Irak, que siguen siendo muy diferentes. Es evidente, según el mismo periódico, que Rusia participará en la lucha antiterrorista global sólo cuando le interese.
Y si hablamos de las “novedades” en las relaciones EEUU-Rusia, lo único que cabe destacar es que esta ha sido la primera vez que un mandatario estadounidense de visita en Moscú no menciona el tema de la violación masiva de los derechos humanos que tiene lugar en Rusia. Dicen que Bush pidió un libro de Dostoyevski para “conocer mejor el alma rusa” antes de emprender su viaje al lejano país. Al parecer, la comprendió. Por lo menos, el alma de los dirigentes de este país, para quienes el tema de los derechos humanos siempre ha sido algo muy desagradable.
Además, esta ocasión parece incluso la menos oportuna para hablar de algún significado histórico. Primero, el nuevo Tratado firmado por Bush y Putin no prevé la destrucción del armamento nuclear. Sólo limita la cantidad de “armas nucleares operativas”, es decir, las que pueden ser utilizadas inmediatamente. Las demás, simplemente serán almacenadas. Por supuesto, pueden volver a sacarlas en cualquier momento. Las dos partes también se conservan la potestad de fabricar armas nucleares nuevas y más sofisticadas.
Según el periódico liberal ruso “Grani”, los documentos de Moscú no solucionan ni uno de los litigios que existen actualmente entre EEUU y Rusia. El programa estadounidense del “escudo nuclear” seguirá adelante, igual que la venta de alta tecnología militar rusa, incluso nuclear, a Irán y a otros “países gamberros”. No hay nada nuevo en las posturas sobre Irak, que siguen siendo muy diferentes. Es evidente, según el mismo periódico, que Rusia participará en la lucha antiterrorista global sólo cuando le interese.
Y si hablamos de las “novedades” en las relaciones EEUU-Rusia, lo único que cabe destacar es que esta ha sido la primera vez que un mandatario estadounidense de visita en Moscú no menciona el tema de la violación masiva de los derechos humanos que tiene lugar en Rusia. Dicen que Bush pidió un libro de Dostoyevski para “conocer mejor el alma rusa” antes de emprender su viaje al lejano país. Al parecer, la comprendió. Por lo menos, el alma de los dirigentes de este país, para quienes el tema de los derechos humanos siempre ha sido algo muy desagradable.