Uno de los principales objetivos del nuevo presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, era enfrentar tanto la inseguridad ciudadana –uno de los problemas más graves de todos los países de Centroamérica– como la pobreza extrema de la población. Para acercarse más a este segundo problema, el mandatario decidió acercarse a los más necesitados y mudarse a algunas de las zonas más pobres del país.
Este fin de semana, Pérez Molina viajó hasta la aldea de Vixben, en Huitán, Quetzaltenango, una localidad ubicada a unos 227 kilómetros de la capital y donde el 74% de los niños menores de 5 años tiene algún grado de desnutrición. Ahí, se instaló en la casa de una familia como parte de la iniciativa "Todos tenemos algo que dar" promovida por la Secretaría de Seguridad Alimentaria y el sector privado del país.
Pérez Molina dijo que "la iniciativa ayudará a tomar conciencia, porque hay algunos que todavía no la tenemos, de la tristeza y realidad que están viviendo muchísimos guatemaltecos que viven en extrema pobreza" y agregó que "las soluciones se observarán a mediano plazo a través del trabajo del Pacto Hambre Cero", un programa destinado a reducir en 10% la tasa de desnutrición en los próximos cuatro años.
Este gesto, que muchos han aplaudido, también ha generado ciertas dudas por parte de la población. Luis Fernando Mac, politólogo independiente, señaló al diario Siglo 21 "hay que tener mucho cuidado con la dignidad de las personas, ya que si esto se queda aquí se convertirá en turismo social, en el cual vamos a ver cómo están los pobrecitos o por qué no invitan a la gente pobre a vivir con los ricos".
Otros lo ven como una clara actitud de demagogia que ha caracterizado a los políticos guatemaltecos en los últimos años para buscar subir en las encuestas. Sin embargo, no parece ser el objetivo de Pérez Molina ya que los datos después de 100 días al frente del país arrojan una popularidad muy sólida. Un sondeo de El Periódico de Guatemala apunta que el 76% de los guatemaltecos tiene una opinión favorable del presidente.