A pocos días de la visita de Benedicto XVI a Cuba, la disidencia cubana ha puesto su esperanza en que el viaje pastoral del Papa puede mejorar la situación que viven los opositores y presos políticos de la isla.
Por ello, la Unión Liberal Cubana y la Asociación de Iberoamericanos por la Libertad ha enviado una carta al Pontífice en la que expresa la "gran alegría" de los cubanos con este viaje y han asegurado que "ojala su presencia les recuerde a los gobernantes que ‘no sólo de pan vive el hombre’".
De este modo, explican al Papa que es "inadmisible que más de once millones de personas estén sujetos al control y al juicio moral de un solo partido dirigido por un minúsculo grupo de personas encabezado por la misma familia desde hace más de medio siglo".
En sus peticiones, la Unión Liberal Cubana añade que "esperamos que la Iglesia (...) persista en la solicitud de que se libere a los prisioneros políticos, se trate humanamente a los comunes, y se deje de acosar, maltratar y perseguir a las personas que manifiesten pacíficamente sus discrepancias con la línea oficial del Gobierno".
Citando nombres concretos indican que "poder ver presentes en un lugar destacado en las celebraciones" a las Damas de Blanco o a Oswaldo Payá "sería muy bien recibido por esa noble parte de la sociedad cubana que combina las creencias cristianas con las convicciones políticas democráticas", aseguran.
Llamamiento de Lech Walesa
Algo similar ha hecho el expresidente polaco y premio nobel de la paz, Lech Walesa, que ha solicitado a Benedicto XVI en otra carta, que en su próxima visita a Cuba apoye expresamente a los presos políticos del régimen castrista.
Walesa comparó, en una comparecencia pública, la trascendencia del viaje de Benedicto XVI a Cuba con el que en 1979 realizó Juan Pablo II a la Polonia comunista, y se mostró convencido de que esta visita papal marcará el comienzo de una "nueva etapa" en la historia de la isla.
"Le pido a su Santidad que recuerde a aquellos que han ido a prisión por sus ideas", dice en su carta Walesa, que en los años 80 lideró el sindicato Solidaridad y forzó la llegada de la democracia al país centroeuropeo.