La decisión de la Fiscalía de Hannover de pedir al Parlamento alemán que levantara la inmunidad del presidente desencadenó este viernes la dimisión de Christian Wulff, tan sólo un año y medio después de su llegada al cargo. El escándalo que le ha obligado a tomar esta decisión data de su etapa como primer ministro en Baja Sajonia, pero saltó a la portada del sensacionalista Bild hace apenas dos meses. No han bastado ni su reiterada afirmación de que nunca se ha salido de la legalidad ni la férrea defensa de la canciller, a quien muchos ven como la gran perjudicada por esta crisis. El anuncio de la Fiscalía de que ve "indicios" de delito en las informaciones periodísticas le han forzado a dejar un cargo para el que los alemanes exigen a un político que tenga la máxima autoridad moral.
La primera portada del Bild contra Wulff apareció el pasado mes de diciembre. En ella, se contaba cómo el presidente percibió en 2008 un crédito privado de 500.000 euros, a un bajo interés, de un empresario amigo, Egon Geerkens, para comprar su casa familiar. Y se añadía que, en una sesión del Parlamento regional, el entonces primer ministro sajón no habló de dicho crédito cuando fue interpelado sobre sus relaciones con el empresario. Wulff se defendió después alegando que el crédito fue firmado por la esposa de Geerkens, pero su media verdad ya estaba poniendo en entredicho su nombramiento.
Tras esta información llegaron otras muchas, relativas a la gestión de Wulff en Baja Sajonia y a la recepción de regalos y favores de empresarios que después pudieron haber sido beneficiados. Entre el goteo de informaciones que se sucedían ya en toda la prensa alemana, estaban las estancias de que podría haber disfrutado, gratis, en el extranjero junto a otros empresarios, los avales concedidos al productor David Groenewold después de que Wulff disfrutara de unas lujosas vacaciones con él en la isla alemana de Sylt... Incluso el Bild precisó que Groenewold le había pagado la habitación de hotel al presidente y su mujer para que disfrutaran de la Oktoberfest de Munich en 2009.
La reacción de Wulff fue, en unos casos, negar que hubiera recibido ventaja alguna en razón de su puesto, y en otros, que las supuestas vacaciones gratis habían corrido en realidad a cargo de su bolsillo. En estos dos meses, concedió varias entrevistas para tratar de limpiar su nombre, negando haber cometido ilegalidad alguna. Y quizás habría logrado salir indemne, al menos frente a la opinión pública, si no hubiera sumado a las sospechas el error de tratar de parar, por la puerta de atrás, las informaciones sobre su persona.
En diciembre pasado, cuando el Bild informaba un día sí y otro también sobre sus relaciones con los empresarios y las supuestas dádivas recibidas, Wulff decidió llamar al redactor jefe del diario. No lo encontró, y el mensaje que le dejó quedó grabado en su contestador automático. Wulff le instaba a dejar de publicar noticias relacionadas con él y amenazaba con "romper" con la poderosa editora del Bild, Axel Springer. El mensaje salió a la luz, y el presidente alemán se vio obligado de nuevo a pedir disculpas y a admitir su error.
Su dimisión obliga ahora a buscar un nuevo presidente tan sólo un año y medio después de otra dimisión, la del expresidente Horst Köhler, que decidió dejar el cargo después del revuelo que provocaron sus palabras sobre las implicaciones económicas que tenía la participación de Alemania en la misión en Afganistán.
La prensa alemana hace quinielas ahora sobre quién podrá ser el sucesor, y también sobre el futuro inmediato de Wulff. Ante las circunstancias de su salida, lanza una pregunta: ¿tiene derecho a cobrar el "sueldo honorífico" que le corresponde como expresidente, y que asciende a 199.000 euros anuales? La ley alemana apunta que, tras dejar el cargo por haber cumplido el tiempo para el que fueron elegidos o por "razones de salud o políticas", los expresidentes tienen derecho a seguir percibiendo, de por vida, un sueldo anual de casi 200.000 euros, así como una indemnización de 78.000. Una situación similar a la de los expresidentes españoles, que tienen derecho a un sueldo vitalicio, en su caso, de 70.000 euros.
Los analistas se preguntan ahora si Wulff debe o no percibir esta pensión. Hay quienes apuntan que su salida podría incluirse en el apartado "razones políticas" y hay quienes sostienen que no tiene "derecho" a recibirlo porque las razones son de índole personal. Recuerdan, por otro lado, que el ya expresidente no puede de momento volver a la administración y que aún no puede recibir la pensión que le corresponde como ex primer ministro de Baja Sajonia puesto que le faltan ocho años para cumplir los 60.
La decisión última sobre su jubilación "dorada" estará en manos de la canciller Angela Merkel. Sobre ella también recae la responsabilidad de alcanzar un consenso para un nuevo presidente alemán que será el tercero en sólo dos años.