Días después del doble atentado que el noruego Anders Behring Breivik perpetro en el área gubernamental de Oslo y en la pequeña isla de Utoya la pasada semana, la opinión pública noruega e internacional empieza a criticar las fallos que los cuerpos de seguridad del país cometieron en momentos clave de la trágica jornada.
Los primeros en fallar fueron los servicios de inteligencia del país escandinavo, que durante el mes de marzo pasado estuvieron investigando al autor confeso de los asesinatos y el coche-bomba tras detectar que había comprado por internet a una empresa polaca productos químicos que podían utilizarse para hacer una bomba.
Los espías noruegos infravalorando la amenaza que para la seguridad de su país suponía Breivik y decidieron que no merecía la pena establecer una vigilancia activa del sujeto debido a que la transacción detectada en la red era de una cantidad de material baja.
Registrada ya la explosión del coche-bomba en el centro de Oslo, los policías de la unidad antiterrorista Delta tardaron casi una hora en personarse en la isla de Utoya mientras el autor confeso de la matanza abría fuego contra las personas que participaban en el campamento del Partido Laborista. La primera llamada de aviso les llegó a las 17:26 horas, pero no llegaron físicamente a la isla hasta las 18:25 horas.
La razón de este retraso es que no tenían material preparado para emergencias. No tenían a su disposición ningún helicóptero de transporte que pudiese llevarles desde la capital noruega hasta la isla, que está a tan sólo 45 kilómetros. Para colmo, tampoco tenían en el muelle de la zona continental, frente a Utoya, un barco lo suficientemente preparado. El primero que utilizaron tuvieron que abandonarlo porque el exceso de peso de los equipos hacía que entrase demasiada agua.
La falta de material era más que evidente. Según ha trascendido después del doble atentado, las fuerzas de seguridad noruegas sólo cuentan en Oslo con un helicóptero de transporte que podrían haber llevado hasta la zona conflictiva a las agentes especializados en la lucha contra el terrorismo, pero el mismo no estaba operativo porque su personal se encontraba de vacaciones.
Breivik tardó apenas dos minutos en rendirse una vez que los policías llegaron en la isla. Desde ése momento, las críticas se centran en la forma en la que los agentes contaron el número de víctimas que había en la isla. La precipitación hizo que no diferenciaran inicialmente entre víctimas mortales y heridos, lo que hizo que durante el fin de semana hubiese que corregir a la baja el números de fallecidos.
Por último, su último error se está produciendo estos días, cuando los principales responsables de la Policía noruega se niegan a reconocer que hubo fallos durante la gestión de la crisis producida por el doble atentado. De hecho, los agentes se han mostrado satisfechos con su actuación. "No se puede esperar una mejor respuesta que esa (...)", dijo el jefe de personal de la policía, Johan Fredriksen. "Lo haríamos de la misma manera a menos que tuviéramos más recursos", agregó.
Pese a esto, los agentes ya han solicitado a la justicia noruega que amplíe el plazo máximo de ocho semanas en las que un detenido puede estar en prisión preventiva en el país escandinavo hasta los ocho meses, para que la investigación del doble atentado se pueda realizar sin precipitaciones.