Matanza en Utoya: El asesino disparó y mató a 85 personas
Noruega ha sufrido los peores atentados de su historia reciente. Hasta el momento, el balance de víctimas asciende a 92.
Una "tragedia nacional", según el primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, o "inconmensurable", según el rey Harald V, ha sacudido este fin de semana a la tranquila Noruega. Tan poco acostumbrado está el país a este tipo de catástrofes que su policía utiliza como arma un spray de defensa.
El país nórdico fue sacudido por dos ataques, uno en Oslo y otro en la isla de Utoya, y por el momento sólo se ha detenido a un joven de 32 años, que se llama Anders Behring Breivik: un desequilibrado de extrema derecha, islamófobo, nacionalista radical y masón, un presunto asesino que, según cuenta la policía noruega, "apareció de la nada".
El primer ataque tuvo lugar a las 13:20 GMT en Oslo. Una bomba se cobraba la vida de 7 personas, y dejaba heridas a otras 15, hasta el momento. El explosivo fue colocado en el edificio de 17 plantas en la que el primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, tiene su oficina. La potente detonación dañó las estructuras de cuatro edificios gubernamentales y de otros inmuebles cercanos, entre los que se contaba la sede de un medio de comunicación noruego: el periódico VG.
Las calles de Oslo se llenaron de escombros, cristales rotos, de coches de policía y de ambulancias. Un diario noruego, el Aftenposten, contaba que el objetivo de la bomba era el Ministerio de Energía y Petróleo. Por su parte, el estadounidense The New York Times contaba que un grupo islamista, el Ansar al-Yihad al-Alami (Colaboradores de la Yihad Mundial), se atribuía los atentados.
Pero una tragedia aún mayor estaba por llegar. En el municipio de Hole y rodeada del lago Tyrifjorden, se encuentra una pequeña isla, llamada Utoya. La ínsula sólo era noticia por los campamentos que la Liga Laborista Juvenil, la rama juvenil del Partido Laborista Noruego, celebraba en verano y los personajes públicos que a ella acudían a pronunciar conferencias. Entre otros, el propio primer ministro noruego, Stoltenberg, a quien el incidente le pilló en la isla, de la que salió tras escuchar los primeros disparos, siempre según medios locales noruegos.
Dos horas después del atentado en Oslo, un tipo vestido de policía irrumpió en este campamento y empezó a disparar contra todas las personas allí concentradas. El uniforme del presunto asesino confundió a los jóvenes del campamento y huyeron de los policías auténticos, que tenían, entre otras, la difícil tarea de convencer a las víctimas de que ellos sí eran los buenos. Utoya pasa de ser la ‘Isla Laborista’ a ser la ‘Isla de la Muerte’.
El asesino, disfrazado de policía y con varias armas de fuego encima, dijo a los agentes que aguardaban en el embarcadero que era un compañero que acudía a la isla para reforzar la seguridad debido a los atentados que se habían vivido en el centro de la ciudad.
Así accedió al recinto donde se celebraba el campamento y comenzó a disparar a todo el mundo. Algunos testigos cuentan cómo pudieron verle disparar a "los niños que se había tirado al suelo". Antes, algunos de los jóvenes del campamento confiesan, en declaraciones a medios noruegos, que pensaron que se trataba de algún juego o algún simulacro: "No sabíamos exactamente qué estaba pasando, pero entonces vimos cómo disparaba a la gente y nos tiramos al agua, salimos nadando hasta que nos rescataron unos señores con una barca. Entonces, nos dimos cuenta de que nos disparaban desde la isla", es el estremecedor testimonio de una de las supervivientes del atentado en Utoya.
Las víctimas se tiraban al lago para huir a nado, algunos intentaron escapar en barco, y otros se refugiaron en los escasos edificios que se encuentran en Utoya. Corrían rumores de que en la isla había explosivos, aunque son desmentidos horas más tarde por la Policía.
Los agentes detienen a un noruego de 32 años, identificado como Anders Behring Breivik, e informan de que, según las investigaciones policiales, el individuo actuó en solitario.
El balance actual de víctimas mortales se eleva a 92: 85 en la matanza de Utoya, y 7 en el atentado de Oslo. Noruega, un país que da la seguridad por descontada, deberá armar a su policía con algo más que un spray.
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