L D (EFE) La absolución del octogenario político democristiano Giulio Andreotti del delito de asociación mafiosa no ha surtido los efectos balsámicos que muchos pronosticaban sino que, por el contrario, ha contribuido a extremar aún más la tensión. Berlusconi aprovechó la sentencia del Tribunal de Apelación de Palermo que ratifica la inocencia del senador vitalicio, pese a declarar prescritas las acusaciones hasta 1980, para utilizarla como arma arrojadiza contra lo que denomina “conspiración judicial”.
“La absolución de Andreotti liquida el segundo de los dos grandes teoremas justicialistas que en la primavera de 1993 fueron planeados para condicionar y deformar el rostro de nuestra democracia”, explicó. El primer teorema lo vincula a la caída de su amigo y mentor, el socialista Bettino Craxi, y a la de su primer Gobierno en 1994, y lo hace extensivo a la reciente condena de su ex ministro Cesare Previti por soborno a jueces y al proceso por el mismo delito que ambos afrontan ahora.
En el punto de mira de Berlusconi se sitúan los enemigos que un día bautizó como “togas rojas” y que hace más de diez años pusieron en marcha desde Milán la operación anticorrupción “Manos Limpias”. Junto a los jueces y fiscales milaneses, a los que culpa de todos sus males, coloca en el mismo plano a diversos dirigentes de la oposición, a los que considera “cerebros y aliados” de lo que acaba de definir como “criminalidad judicial”.
La absolución de Andreotti le sirvió también para dedicarles un pensamiento directo: “las democracias deben tener la fuerza de cambiar, pero por decisión del pueblo, no de los magistrados politizados y de los políticos de la horca”.
De frente a estos desafíos y de espaldas a la demanda de respeto a las sentencias hecha por el presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, el jefe del Ejecutivo italiano prosigue con su anunciada ofensiva sobre la Justicia. A la contestada reforma que prevé la separación de la carrera de jueces y fiscales ha unido ahora su firme voluntad de reintroducir en la Constitución la inmunidad parlamentaria liquidada en 1993.
Los fiscales acusan a Berlusconi de haber corrompido a dos magistrados para “arreglar” la sentencia que bloqueó la venta de la sociedad alimentaria pública SME al empresario Carlo De Benedetti para luego adjudicársela.
“La absolución de Andreotti liquida el segundo de los dos grandes teoremas justicialistas que en la primavera de 1993 fueron planeados para condicionar y deformar el rostro de nuestra democracia”, explicó. El primer teorema lo vincula a la caída de su amigo y mentor, el socialista Bettino Craxi, y a la de su primer Gobierno en 1994, y lo hace extensivo a la reciente condena de su ex ministro Cesare Previti por soborno a jueces y al proceso por el mismo delito que ambos afrontan ahora.
En el punto de mira de Berlusconi se sitúan los enemigos que un día bautizó como “togas rojas” y que hace más de diez años pusieron en marcha desde Milán la operación anticorrupción “Manos Limpias”. Junto a los jueces y fiscales milaneses, a los que culpa de todos sus males, coloca en el mismo plano a diversos dirigentes de la oposición, a los que considera “cerebros y aliados” de lo que acaba de definir como “criminalidad judicial”.
La absolución de Andreotti le sirvió también para dedicarles un pensamiento directo: “las democracias deben tener la fuerza de cambiar, pero por decisión del pueblo, no de los magistrados politizados y de los políticos de la horca”.
De frente a estos desafíos y de espaldas a la demanda de respeto a las sentencias hecha por el presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, el jefe del Ejecutivo italiano prosigue con su anunciada ofensiva sobre la Justicia. A la contestada reforma que prevé la separación de la carrera de jueces y fiscales ha unido ahora su firme voluntad de reintroducir en la Constitución la inmunidad parlamentaria liquidada en 1993.
Los fiscales acusan a Berlusconi de haber corrompido a dos magistrados para “arreglar” la sentencia que bloqueó la venta de la sociedad alimentaria pública SME al empresario Carlo De Benedetti para luego adjudicársela.