LD (Daniel Rodríguez Herrera) Sí, el alma de Microsoft donó 6 millones de dólares con la esperanza de que los mejores talentos informáticos de Stanford se acordaran de su empresa cuando decidieran buscar empleo, aunque sólo fuera por haber estado viendo su nombre durante años. Sergey Brin y Larry Page crearon y alojaron allí un buscador basado en una tecnología completamente nueva para clasificar las páginas según su importancia, que pronto se convertiría en el preferido de profesores y alumnos de la universidad.
Así era el centro de datos de Google en 1997
Pero ni Altavista, ni Excite ni ninguno de los demás buscadores estrella de entonces quisieron comprar la tecnología. El cofundador de Yahoo, David Filo, les aconsejó que lo intentaran por su cuenta, ya que para los modelos de negocio sobre los que funcionaban entonces las demás empresas no les resultaba interesante un motor de búsqueda tan eficiente. En agosto de 1998, un profesor de Stanford le recomendó al cofundador de Sun y vicepresidente de Cisco, Andy Bechstolsheim, que hablara con ellos. Les extendió un cheque de 100.000 dólares a nombre de Google Inc., de modo que tuvieron que fundar la empresa.
Ese dinero les dio la confianza necesaria para decidirse a abandonar el programa de doctorado de Stanford, pedir más dinero a familiares y amigos y comenzar a comprar el equipo informático que permitiera a Google dejar de ser una herramienta útil para unos pocos para pasar a ser un nuevo contendiente en el sector de los buscadores. Y, como es casi tradición, trasladaron su infraestructura a un garaje, más otras habitaciones de una casa de Menlo Park, que alquilaron por 1700 dólares al mes.
Un año después buscaron financiación entre empresas de capital riesgo con una idea clara: no querían perder el control de la empresa. Pese a carecer de un modelo de negocio claro, pues pretendían obtener beneficios licenciando su patente a otras empresas, la calidad de su buscador convenció a dos de ellas de concederles 25 millones de dólares con la única condición de contratar a un consejero delegado que les ayudara a ganar dinero. Así llegó a la empresa Eric Schmidt, que aportaría la experiencia en la gestión a una compañía que parecía más una universidad que una entidad dedicada a ganar dinero.
Google no se quedó quieto, conformándose con ser el mejor buscador del momento. Comenzaron a ofrecer búsqueda de imágenes en 2001. En 2002 nació Google News, que agrega noticias de periódicos de todo el mundo. En 2004 empezaron a digitalizar algunas de las mayores bibliotecas para dotar de contenido a Google Book Search. En 2005 vieron la luz Google Maps y Google Earth. También han ampliado su campo a las aplicaciones web, de las que la estrella es Gmail, y las aplicaciones de escritorio, que han visto como última novedad el navegador Google Chrome.
También ha utilizado sus ingresos para adquirir otras empresas. Quizá la compra más sonada haya sido la de YouTube por 1.650 millones de dólares en 2006, tras haber fracasado con su propio servicio de alojamiento de vídeo en internet, Google Video. Pero le costó más hacerse con la empresa de publicidad online DoubleClick en 2007: 3.100 millones de dólares.
Actualmente, Google dispone de 36 centros de datos y cientos de miles de servidores. Cada uno de los racks o "armarios" albergan unos 40 ordenadores y en cada centro de datos disponen de más de un centenar de ellos. Cada búsqueda que hacemos en Google emplea entre 700 y 1.000 servidores para ofrecer el resultado. La empresa no invierte en grandes y caras máquinas tolerantes a fallos, sino que ha diseñado su software para que funcione correctamente con miles de servidores caídos y constantes fallos de disco. Su reto actual no es mover los trabajos de una máquina a otra, sino de un centro de datos a otro. Y reducir la factura energética, para lo cual han puesto en marcha proyectos de investigación cuyo fin es reducir el coste de las energías renovables y ponerlo por debajo del petróleo.
La mayor amenaza que se cierne sobre Google es la posibilidad de enfrentarse a un proceso antimonopolio como el que sufrió Microsoft hace unos años. Aquello marcó el comienzo del declive del gigante del software como empresa creativa y capaz de aportar nuevos enfoques a los problemas, y lo mismo podría sucederle a la compañía que hizo del "No ser malvado" su lema y de la que muchos creen ya que lo ha incumplido de innumerables formas.