Cuando, como ha pasado con la música, las series de televisión y las películas, la gente comience a compartir en la Red sus eBooks y podamos bajárnoslos gratis, estúpidos como los de la editorial McMillan comenzarán a rasgarse las vestiduras porque, en lugar de por sus 15 $ los tendremos gratis. Pero no podrán decir que no estaban avisados. Aún no tengo lector de eBooks, pero cuando lo tenga (que será a no mucho tardar), posiblemente no me importaría comprar un libro a un precio razonable, pero si las editoriales persisten en su ceguera, me lo bajaré gratis y se irán todas al peo.
Y existe una diferencia fundamental entre un libro electrónico y una canción (y no digamos una 'peli'): es imposible que un autor pueda hacer una película en su casa; es muy difícil poder grabar una canción aunque sea en un estudio casero; pero escribir un libro y publicarlo sin intervención de tercera persona (incluso maquetarlo y editarlo electrónicamente se puede hacer en casa con una mínima preparación) está al alcance de cualquiera que tenga una idea en la cabeza y quiera redactarla con el procesador de textos de su portátil.
Como las editoriales se empecinen en reproducir el error que ya cometieron las discográficas, desaparecerán como hojas muertas barridas por el primer vendaval del otoño: como las muertas hojas de los viejos libros de papel barridas por el vendaval electrónico, mientras yo guardo en mi bolsillo un lector de eBooks, que hoy puede almacenar varios miles de obras, una de las cuales puedo abrir con un par de toques mientras viajo en el metro o mientras estoy en cualquier sitio. y mañana podrá albergar la práctica totalidad de la literatura escrita por el hombre.
Y, mientras tanto, McMillan, diciéndome que tengo que pagar no 15 $, sino 50 centavos o céntimos de €uro por un libro.
En el pasado próximo, las Editoriales colaboraron a la cultura haciendo algo que muy ráramente podía hacer un particular: editar un libro y encargarse de su logística hasta que llegaba a las más recónditas librerías, con lo que su existencia ha estado hasta ahora más que justificada.
Sin embargo, los tiempos cambian y la edición, transporte y reproducción de los libros han alterado drásticamente los procesos y en consecuencia, los precios del proceso. Parece ser que algunos editores se empecinan en seguir en la dirección equivocada de forma parecida a lo que les ha ocurrido a las discográficas.
Actualmente es perfectamente concebible y posible, que tanto una obra literaria como técnica o científica, sean totalmente escritas y maquetadas por su propio autor -o por un colaborador externo que está en el otro extremo del mundo- y que llegue a las manos del usuario final a un coste prácticamente nulo.
Hace tiempo escribí en estas mismas páginas que las grandes Editoriales y las librerías están muertas aunque no se hayan enterado aún. Por supuesto seguirán existiendo los nostálgicos y los libros en papel como objetos de colección, antigüedades u objetos de museo, pero la onda estará en otra parte.
¡El libro ha muerto! ¡Larga vida al libro!