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Yaha Sinwar: un cáncer para Israel y algo todavía peor para los palestinos

Si los israelíes tienen buenas razones para odiar a Sinwar lo cierto es que los palestinos las tienen como mínimo igual de buenas y quizá mejores.

El nuevo líder de la banda terrorista Hamas en la Franja de Gaza, Yahya Sinwar, asiste a un homenaje póstumo para Mazen Faqhaa, líder de las Brigadas Ezz-Al Din Al Qassam. | EFE

Desde el año 2017 Yaha Sinwar era el líder de Hamás en la Franja de Gaza, es decir, el mandamás de la organización terrorista en la práctica, ya que su superior en el escalafón, el también eliminado el pasado mes de julio Ismail Haniya, no tenía mucho que decir en el día a día de la banda desde su exilio dorado en Qatar.

Durante estos siete años hasta el 17 de octubre de 2024 Sinwar ha sido, por tanto, responsable por acción u omisión de todo lo que ocurría en la Franja y de buena parte de lo que pasaba en el conjunto de los territorios palestinos. Afortunadamente, eso ya ha acabado.

Israel elimina a Yaha Sinwar, el terrorista líder de Hamás que ordenó el 7-O

Sinwar ha sido el más duro de los duros, el más extremista de los extremistas, el más fanático de los fanáticos y su odio a Israel le ha hecho sacrificar el bienestar de su propio pueblo y las vidas de decenas de miles de los suyos. En lugar de intentar crear un enclave próspero en Gaza, ha dedicado los miles de millones de dólares y euros de la ayuda internacional a comprar armas y construir túneles, mientras los gazatíes seguían en la miseria en la que, eso sí, resultaba más fácil seguir inculcándoles el odio a Israel, los judíos y Occidente.

Tal y como cuenta Haaretz, en una ocasión el jefe de la división de inteligencia de la divisón de prisiones de Israel le preguntó a Sinwar si valía la pena que muriesen 10.000 inocentes por su lucha, su respuesta dejó lugar a pocas dudas: "Incluso si son 100.000".

Una vida dedicada al terror

Y desde luego ese punto de vista ha sido el que ha dirigido una vida que empezaba en 1962 en una Gaza que entonces todavía era parte de Egipto, estudió en la Universidad Islámica y fue uno de los fundadores del brazo armado de Hamás, organización para la que ya cometía crímenes al poco de acabar sus estudios.

Así, en 1989 recibió su primera condena de cárcel y no por matar israelís o, mejor dicho, no sólo por matar israelíes: fue sentenciado a cuatro cadenas perpetuas por asesinar a dos soldados del ejército de Israel y a cuatro palestinos a los que consideraba colaboracionistas. Ya entonces gracias a él morían más palestinos que israelies.

Durante su estancia en prisión fue tratado con éxito de un tumor cerebral por médicos de Israel, lo que permitió que en 2011 fuese liberado como parte del intercambio de prisioneros en el que Israel liberó a 1.026 terroristas a cambio de la vida de un único soldado israelí, Gilad Shalit, que llevaba cinco años secuestrado en la Franja de Gaza.

Desde 2017 se convirtió en el jefe de Hamás dentro de la Franja, ejerciendo un poder absoluto que se ha manifestado tanto en sus ataques a Israel como en la forma de someter a su propio pueblo a una dictadura teocrática feroz, eliminando cualquier disidencia interna con la misma ferocidad, si no mayor, con la que atacaba a Israel.

Hasta la masacre del 7 de octubre su lucha contra el Estado hebreo se había desarrollado en diversas maneras, desde el lanzamiento masivo de cohetes hasta las manifestaciones violentas en la frontera o las acciones terroristas de diverso tipo, pero siempre han tenido un elemento común: el uso de los palestinos como carne de cañón a la que sacrificar sin ningún problema.

Esto se ha traducido en todas las formas imaginables: los terroristas suicidas, mandar a jóvenes contra los puestos de control para que los soldados se vieran obligados a dispararles, usar a toda la población de Gaza como escudos humanos para complicar así las respuestas militares de Israel, al mismo tiempo que se usaba la muerte de civiles como argumento para la propaganda…

Al final, su ‘gran obra’ le ha costado la vida

Según expertos israelíes, Sinwar empezó a planear el atentado del 7 de octubre poco después de haberse hecho con el control de la organización terrorista. Su intención era coordinarlo con Hezbolá y con Irán para que se convirtiese en una guerra regional. Un plan que pasaba, una vez más, por la muerte de miles o incluso decenas de miles de palestinos, sacrificados por el fanatismo de su líder.

Pese al éxito asesino del 7 de octubre, el resultado final ha sido bastante diferente de lo que Sinwar pensaba: la guerra con Hezbolá sólo ha llegado cuando Israel estaba preparado para ella, Irán no se ha atrevido más que a una implicación directa muy limitada en el conflicto y Hamás está hoy militarmente derrotada y prácticamente extinguida, una tarea que será aún más fácil de completar con su muerte. En lugar de acabar con Israel el líder de Hamás ha logrado que Israel acabe con su organización y con él mismo.

Una eliminación gracias a la que, una vez más, Israel ha hecho el mundo un poco mejor.

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