La libertad a vuelto a las calles de Manbij, una localidad siria que durante los últimos años había sido uno de los bastiones de Estado Islámico. Las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), una alianza rebelde compuesta por batallones del Ejército Libre Siria y milicias kurdas, han conseguido expulsar en las últimas horas a los últimos terroristas del califato del terror, en lo que es la mayor derrota de los yihadistas desde que perdieron Palmira.
La alegría ha estallado en la ciudad y los ciudadanos no han dejado pasar la ocasión de celebrarlo en las calles de una localidad que llegó a tener más de 100.000 habitantes antes del inicio de la guerra. Como no podía ser de otro modo, la inmensa mayoría ha optado por hacerlo toda una serie de cosas que llevaban haciendo toda su vida y que han estado totalmente prohibidas mientras Estado Islámico controlaba la ciudad.
Los hombres han comenzado a afeitarse las barbas y las mujeres a desprenderse de los velos, llegando incluso a hacer hogueras con ellos. Los adultos han celebrando su libertad fumando algún que otro cigarro y dejando sonar la música, que llevaba demasiado tiempo sin alegrar sus calles. Algunos, incluso, se han atrevido a dar unos pasos de baile. Los niños vuelven a jugar y los balones de fúlbol ruedan entre los restos de los edificios bombardeados.
Son cosas absolutamente banales para cualquier ciudadano del mundo, pero muy simbólicas para los ciudadanos de Manbij. Cualquier de estas prácticas, prohibidas por Estado Islámico, habrían supuestos terribles castigos bajo el control de los yihadistas: desde latigazos en la plaza públicas hasta mutilaciones corporales, cuando no directamente una sentencia a muerte.