El padre Gabriel Nadaf, un sacerdote de la Iglesia Ortodoxa Griega que vive en Nazaret, está amenazado de muerte por decir entre otras cosas una verdad evidente: que Israel es el único país de Oriente Medio en el que los cristianos pueden practicar libremente su religión, disfrutan de derechos democráticos y no temen por sus vidas.
El hecho es evidente e incontestable, pero él es uno de los pocos, por no decir el único, que se ha atrevido a decirlo dentro de una comunidad que es, como él mismo nos cuenta "una minoría dentro de una minoría": los árabes israelíes que no son musulmanes sino cristianos. Para contar esta realidad en nuestro país Nadaf ha sido invitado a España por ACOM, una organización independiente que promueve la relación entre España e Israel.
Vestido con la sotana y el sombrero negros propios de su condición de sacerdote ortodoxo, el padre Nadaf es una presencia más que llamativa en el tranquilo restaurante de Madrid en el que nos encontramos con él, casi tan llamativa como debe resultar en su entorno la comunidad que lidera y esa minoría a la que representa, para la que reivindica su condición inequívoca y completa de israelíes, no sólo porque "Israel nos protege", sino porque en su opinión los cristianos que viven en la zona no deben considerarse árabes: "Nosotros ya estábamos aquí cuando los árabes nos invadieron e impusieron su religión y su lengua –nos explica con una voz grave y una forma de expresarse propia de alguien que ha aprendido una retórica antigua, pero que ya la ha paseado por el mundo moderno-, antes de su llegada hablábamos en arameo, que era la lengua de Nuestro Señor Jesucristo".
Así, Nadaf habla de una comunidad compuesta por unos 160.000 individuos en todo Israel, que profesan distintas ramas del cristianismo –"católicos, griego-ortodoxos, maronitas, protestantes y coptos"- y que no deberían considerarse a sí mismos como "árabes" o "palestinos" sino como "cristianos israelíes".
Un sentimiento de pertenencia que cristalizaría en un aspecto que puede llamar mucho la atención pero que tiene mucha lógica desde el punto de vista de una sociedad como la israelí: alentar a los jóvenes cristianos a que realicen voluntariamente el servicio militar dentro del Tzahal, el Ejército de Israel. Y la idea va tomando cuerpo: según el propio padre Nadaf mientras que hace un par de años sólo una treintena de cristianos acudía a filas "en 2015 serán unos 400".
El terrorismo, el EI y el ejército
Es obvio que Nadaf no se deja influenciar por la propaganda que dentro y fuera de su país carga contra los militares israelíes: "El ejército de Israel no es un ejército asesino", nos dice mostrándose orgulloso de que su propio hijo "se va a alistar en menos de un mes".
Además, la presencia en el ejército no es asunto baladí en una región en la que las amenazas se multiplican: a la ya habitual de grupos terroristas islámicos de la zona como Hamás o Hezbolá se suman la capacidad nuclear de Irán o, más recientemente, el surgimiento del Estado Islámico como una fuerza quizá determinante no sólo en la zona sino, quién sabe, a nivel global.
El padre Nadaf tiene claro que no es un problema regional: "Si no hacen nada, si Occidente no hace nada, el extremismo islámico llegará aquí". Mientras tanto, allí se desarrolla ya un drama de proporciones gigantescas: "Hay un pueblo que está muriendo", dice en referencia a los cristianos en Oriente Medio, y lo hace ante la indiferencia del planeta.
Son retos que pueden llegar a todo Occidente, pero a los que por ahora se enfrenta Israel casi en solitario: "No tengo envidia de Israel, tiene que luchar en muchos frentes, es un pueblo que vive todo el día bajo amenazas".
Jugándose la vida
Pero de amenazas sabe mucho el propio Gabriel Nadaf, amenazas tan ciertas y contrastadas que cuenta con el nivel más alto de protección que otorgan las autoridades israelíes, "un seis en una escala de seis", como él mismo nos explica.
Y amenazas que no son sólo para él sino que afectan a su familia: "Hace unos meses mi hijo fue atacado y se salvó de milagro –llegó a estar ingresado en el hospital- pero eso nos hizo más fuertes en nuestras convicciones, Dios está cuidando de nosotros".
Pero aunque alguien pueda pensar lo contrario de un hombre que invita a su comunidad a alistarse en el ejército, el padre Nadaf no es una persona llena de odio, ni mucho menos: "Amamos a todos, pero tenemos que saber defendernos".
Tampoco es un fanático religioso, aunque como es lógico sí se enfada con la presión y las faltas de respeto contra su religión, muy habituales en su entorno: "Hay muchas provocaciones, pero afortunadamente todavía hay fuerza del Gobierno y de la Ley".
Algunas de estas provocaciones se pudieron ver incluso en la visita del Papa a Tierra Santa en mayo del año pasado, por ejemplo cuando el muecín de una mezquita cercana llamó a la oración, a pesar de que no era la hora de hacerlo, justo en el momento en el que el Santo Padre empezaba a dar su bendición. "Abú Mazen dijo una vez que Nuestro Señor Jesucristo era palestino, ¿qué se puede esperar de una persona así?", nos dice con una sonrisa.
Nadaf, no obstante, apoya el diálogo con otras creencias, especialmente con los judíos, con los que reivindica las raíces comunes, pero también con las otras ramas del cristianismo.
Sin embargo, la respuesta que logra no siempre es alentadora: sin ir más lejos como parte de su programa en Madrid se reunió con representantes de la Conferencia Episcopal Española –su secretario general, José María Gil Tamayo y Manuel Enrique Barrios, de la comisión de Relaciones Interconfesionales- y la respuesta recibida no fue muy positivo: "No hablan del sufrimiento de los cristianos en Oriente Medio, pero sí acabaron diciéndome que hay que ayudar a los palestinos a tener su propio estado".
Un estado en el que miles de cristianos como el padre Nadaf no se sentirían seguros como se sienten en Israel, aunque eso no parezca preocupar mucho ni a la Conferencia Episcopal Española ni al ministro de Asuntos Exteriores.