"Lo más complicado no es iniciar una revolución, sino saber hacia dónde cabalga". La frase, que subyace en la obra de Gene Sharp, resume a la perfección la convulsionada situación que atraviesa Oriente Medio. Dos años después de que comenzaran las revueltas árabes en Túnez, el futuro de la mayoría de países continúa siendo un interrogante: el derrocamiento de Mohamed Morsi, la disolución del gobierno tunecino, el caos libio, la cruenta guerra siria... Mientras en Occidente persiste el debate terminológico sobre si la primavera árabe se marchita en un eterno invierno, la zona asume graves desafíos y un nuevo equilibrio geoestratégico.
Con objeto de analizar los principales retos que afrontan estos países de Oriente Medio y el Norte de África, la revista ATENEA reunió en Madrid a varios expertos en la materia, que debatieron acerca del futuro de la zona, desde los procesos democráticos iniciados tras las revueltas árabes hasta la creciente inseguridad propiciada por el avance de grupos terroristas como Al Qaeda.
La guía de Egipto
Aunque no fue el primero en iniciar el proceso revolucionario, resulta innegable que lo que ocurra en el país del Nilo marcará el paso de lo que ocurra en toda la región. El que fuera foco entre el Magreb y Oriente Medio, en opinión del subdirector General de Oriente Próximo del Ministerio de Exteriores, Miguel Moro: "Encaminará el futuro del islam político". Tras la caída de Mohamed Morsi, la cúpula militar se encuentra volcada en la redacción de una nueva constitución, pero la exclusión de los Hermanos Musulmanes del proceso comporta grandes peligros. "Sería suicida apostar por la idea de estabilizar Egipto sólo criminalizando a la Hermandad, a pesar de que ellos no han sabido crear las condiciones para un proceso suficientemente inclusivo", indicó Moro.
Para no repetir los errores cometidos tras la revolución iniciada el 25 de enero, no sólo la sociedad egipcia debe hacer un esfuerzo. "La visión negativa que en Occidente se tiene de ciertos sectores de la sociedad árabe debe cambiar" dijo, haciendo un llamamiento a "poner una vela a Dios y otra al demonio" para apoyar que el camino que emprenda Egipto "sea verdaderamente incluyente, y redacten una constitución que no se distancie de manera profunda de lo que se había aprobado inicialmente, en la que participe el islam político, lo que ahora no está sucediendo de manera evidente ya que sólo una parte está participando", explicó.
Y es que, como recordó el exembajador español en Egipto, Ignacio Rupérez "los Hermanos Musulmanes son mucho más que un partido, que durante años se han dedicado a paliar las ausencias de ayuda por parte de los servicios estatales", subrayó. "Los Hermanos Musulmanes siempre vuelven. Siempre han vuelto a Egipto y siempre volverán como ha pasado en Argelia, donde han sido sometidos a una represión indiscriminada y brutal", recordó. "Si no vuelven ellos, volverán los salafistas de Al Nur, que van a ser la única alternativa una vez que los dirigentes de los Hermanos Musulmanes han sido perseguidos y encarcelados".
La duda, en opinión de Vicente Garrido, profesor de Derecho Internacional es "cuánta democracia están dispuestos a otorgar" estos partidos islamistas que en muchos casos lo pretenden es "la utilización malévola del término democracia para llegar al poder y perpetrar el autoritarismo".
Islam y democracia
La compatibilidad de islam y democracia continúa en el fondo del debate, para el que los expertos piden prudencia y sobre todo, tiempo. "En estos momentos los profetas pueden argüir que es difícil de compatibilizar", resaltó Moro, pero "Egipto, como país central de la primavera árabe es un claro ejemplo de que es un proceso de profunda evolución, y en el que no nos gustan muchas cosas de las que están sucediendo, pero tampoco nos gustaban muchas de las que sucedían antes". "Tenemos una gran impaciencia en juzgar un movimiento revolucionario", apuntó el embajador Rupérez, "cuando está claro que otros movimientos han supuesto un ciclo de años para madurar y para dar cosas concretas", resaltó. "No puede juzgarse con parámetros que no hemos utilizado para juzgar nuestros propios procesos".
"Las transiciones democráticas en su mayoría son violentas", recordó Garrido, "pero lo importante es que la mayoría de las poblaciones quieren democracia y ya no darán marcha atrás". Análisis con el que concordó la periodista Rosa Meneses, quien resaltó que, a pesar de las idas y venidas del proceso, "no habrá marcha atrás, porque la ciudadanía ya ha tomado conciencia de que puede tomar las riendas de la política del país".
Aunque cada país tiene su dinámica propia, lo ocurrido en Egipto propiciará que países como Túnez replanteen qué tipo de Estado quieren construir, como de hecho están haciendo. "Todo esto ha servido para que muchos partidos islamistas se den cuenta de que es más difícil gobernar que estar en la oposición", y ha puesto de relieve que "no hay un modelo único entre los regímenes islamistas de cuál tiene que ser el modelo de Estado", señaló Garrido. "En cualquier caso", continuó "las revueltas han supuesto el fin de la 'excepción árabe', que desde Occidente aseguraba que era imposible adaptarse a las normas compartidas por la mayoría de los Estados".
Meneses resaltó la ausencia de un país guía que se erija como espejo en el que pueda mirarse toda la región. "Turquía aparece como modelo que puede seguirse de democracia islamista, después de que Egipto haya perdido influencia, pero tras la represión vivida en verano esto está en cuestión", explicó.
Profundización de la fractura suní-chií
El general José María Prieto Martínez, exjefe del Sector Este UNIFIL en Líbano, puso de manifiesto uno de los principales motivos por los que estos procesos democráticos que "en principio contaron con el apoyo de toda la población, espontáneo, intergeneracional, interclasista" han fracasado cuando ha iniciado la vía democrática. "Porque al final, debilitado el proceso, nace lo de siempre: la rivalidad árabe-persa, el secularismo-islamismo, el conflicto suní-chií", resaltó.
"Pero el islamismo ha llegado para quedarse", pronosticó, aludiendo a los apoyos interregionales que tratan de equilibrar la balanza en un sentido u otro. "Es el caso de Arabia Saudí y sus aliados, cuyos intereses no son lograr la democracia, sino un equilibrio entre suníes y chiíes".
En este sentido, el subdirector general de Oriente Próximo centró la atención en los peligros que supone la posición de la Unión Europea. "Seguimos sin normalizar la cooperación", lo que ha dejado espacio a que otros países del Golfo "con intereses divergentes" estén apoyando económicamente a las facciones afines y que no posibilitarán el camino hacia la democracia.
Al Qaeda y Siria
Por otro lado, el auge del yihadismo en algunos de estos países tras las revueltas se reveló como una de las preocupaciones fundamentales. "Aunque no impulsó la primavera árabe, sí ha sabido aprovechar sus espacios tanto en países como Libia como en la zona del Sahel, lo que ha tenido consecuencias en Malí y en toda la región", explicó Miguel Moro. "Todo signo de debilitamiento será aprovechado por Al Qaeda", aseguró el general José María Prieto.
La guerra en Siria continúa siendo el gran interrogante de la ecuación. Pocos miraron con confianza la posible conferencia de Ginebra 2, que se celebraría en diciembre. "Al Asad se está haciendo el bueno", valoró Prieto, aludiendo al desarme químico, "pero también lo están haciendo bueno porque las brigadas yihadistas no se están quedando cortas al sobrepasar sus atentados", señaló.
Meneses apuntó la posibilidad de que, con el creciente deshielo en las relaciones de Irán y EEUU, Damasco sea "moneda de cambio" en las conversaciones. Ambas potencias "podrían negociar con ello y con el programa nuclear", apuntó. "No obstante, no habrá salida a las negociaciones mientras ambas partes crean que pueden ganar la guerra militarmente".