El mercado islámico de la droga
Además de la batalla de las topas francesas contra el integrismo islámico, Mali libra otra guerra: la del control de la droga.
La operación militar francesa en Mali continúa avanzando, centrada en frenar el avance del extremismo islámico de los grupos que dominan el norte y han puesto en jaque a todos los países del entorno. Durante meses, Al- Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) Dine Ansar (Defensores de la fe) y el Movimiento de la Unidad para la Yihad Islámica (MUJAO) han practicado las torturas más atroces, instaurando un régimen islámico con precedentes en el Afganistán de los talibanes.
Pero este no es el único cáncer de Mali. Incluso asumiendo las perspectivas más optimistas – que Francia consiga extirpar estos grupos del norte y devolver el poder al Gobierno de Bamako- el país del Sahel tiene arraigado un cáncer que se extiende hasta lo más profundo de su estructura social y política: el narcotráfico.
Desde 2010, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y la criminalidad ya considera a Mali el epicentro del tráfico internacional de estupefacientes procedentes de los cárteles de América Latina. El que fuera un ejemplo más políticamente estable del África Occidental se ha convertido en los últimos años en una peligrosa encrucijada de las drogas, el terrorismo y la rebelión. Un estudio de Carnegie detalla que el tráfico de drogas que desembarca en África suponía, ya en 2008, un 14% del tráfico mundial.
Hasta 2008, este país del Sahel resultaba prácticamente irrelevante para los traficantes, por su falta de litoral y la relativa fortaleza de sus instituciones. Los cargamentos de droga a gran escala se introducían en África por vía marítima fundamentalmente a través de Guinea Bissau, Guinea, y el Golfo de Benín; y de ahí se distribuía a Europa por distintas vías. Pero los acontecimientos desatados en estos países –el asesinato del presidente guineano, y el acorralamiento de varias tramas corruptas en África Occidental- situaron a Mali en el tablero de la ruta africana de la droga.
El tráfico se reorganizó a través de vuelos privados que tomaban tierra en el país y cuyos cargamentos se distribuían por manos nigerianas. Casos como el de Air Cocaine evidenciaron hasta qué punto estos negocios contaban con la complicidad de administraciones, policía y ejército. El avión aterrizó en el desierto del norte, y una vez la cocaína fue descargada, no pudo despegar. Aunque fue quemado para no dejar pruebas, después se destapó que el cabecilla de la trama era un expolicía gallego que trasladaba las toneladas de droga desde Colombia a Europa, usando Mali como centro de operaciones.
La pugna terrorista por la droga
Pero no sólo la administración malienese está enfangada por el dinero de la droga, sino que en su trayectoria prácticamente todos los estamentos se ven involucrados de una u otra manera. Que la droga se ha convertido en uno de los principales motores económicos de la región ya no es ningún secreto.
Los grupos terroristas como Al Qaeda en el Magreb Islámico tienen en el tráfico de drogas una de sus principales fuentes de financiación, además de los fondos obtenidos para liberar a rehenes occidentales y otros negocios como el contrabando de cigarrillos o combustible. Estos grupos cobran a los narcotraficantes por permitir el paso de caravanas con droga por los territorios bajos su dominio, e incluso, actúan como sus protectores. Como recuerda un informe del Instituto Gallego de Análisis y Documentación Internacional, estás prácticas cuentan además con el visto bueno de los líderes religiosos: en 2001 una fatua enviada por los grupos afiliados a Al Qaeda en el Magreb Islámico legitimó la realización de estas actividades delictivas como método de financiación para alcanzar la yihad.
Pero con el florecimiento y revitalización de los grupos islámicos en el norte se ha iniciado otra batalla: la del control de la droga. La pugna de grupos rivales por el acceso a las ganancias es otra de las claves del conflicto del norte de Mali.
Todos quieren su pedazo del pastel: desde las tribus autóctonas de Mali a los grupos terroristas islámicos africanos, pasando por las decenas de milicias que se han revitalizado durante el último año de vacío institucional en el país.
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