Tel Aviv no sufría un atentado terrorista como el de este miércoles desde hacía seis años. La última vez que Hamas sembró el terror en la segunda ciudad de Israel Gal Leiferman, exvicepresidenta de la Unión de Estudiantes Judíos de Europa, vivía en España, donde estudiaba Odontología en la Universidad Complutense de Madrid. De origen israelí, regresó el año pasado y se instaló en Tel Aviv. Hoy ejerce de odontóloga en un pequeño pueblo a treinta minutos en coche de Tel Aviv, Petah Tikva.
Cada mañana, Gal coge un autobús junto a su casa con destino a su clínica odontológica. Este miércoles, uno de los autobuses de la compañía que cada día la lleva al trabajo era objetivo terrorista de los miembros del grupo terrorista palestino Hamas.
"Anoche me quedé dormida escuchando las noticias y hablaban de un posible alto el fuego. Esta mañana, cuando me levanté, los informativos ya no decían lo mismo". Gal Leiferman describía así a Libertad Digital, el termómetro del miedo que cada día le hace temer más o menos un atentado en su casa.
Cuando estaba en la clínica se puso nerviosa: "Estaba con un paciente, he mirado a mi móvil y tenía seis llamadas perdidas. Cuando ha llegado el siguiente paciente, me ha contado lo sucedido. Era un conductor de autobuses de la misma compañía" que ha sido objetivo del terror de Hamas. Familia y amigos habían llamado a Gal para saber si estaba bien. Todos saben que ella coge el autobús cada día para ir al trabajo.
"Esta mañana cogí el autobús pensando que habría un alto el fuego a lo largo del día, pero ya no lo creo. Realmente, por desgracia es lo que hay, yo tengo que seguir cogiendo el autobús todos los días. El problema es la incertidumbre, no saber cuándo, cómo ni qué puede estallar. Si no coge el autobús y cojo un taxi ¿quién me dice a mi que no puede caer un cohete, o puede estallar el coche de al lado del taxi? El problema es la incertidumbre".
De este modo, Gal explicaba a LD cómo la preocupación va en aumento cada día. Dice confiar en el Ejército de Israel, pero sabe que Hamás ha fijado en Tel Aviv uno de sus principales objetivos y seguirá intentando sembrar el terror. Como dice Gal, el problema del día a día hoy en Tel Aviv, es no saber cuándo, cómo o qué puede estallar.
"O se para esto, o morimos bajo el fuego"
El atentado también se ha vivido con pánico en el sur de Israel, donde los proyectiles de Hamas no cesan de impactar. Perla Lerner, que vive en el Kibutz Bror Jail, lo vivió pegada a la televisión: "Mi hija estaba en estos momentos en Tel Aviv con los niños", dice relatando el pánico que ha sentido hasta que ha podido comunicarse con ella.
Desde que comenzara la ofensiva, las comunicaciones están cortadas, por lo que tras cada explosión, las horas posteriores se convierten en una agónica espera: "No puedes llamar a nadie, porque te neutralizan las comunicaciones para poder trabajar" explica Perla, que lleva "atrincherada" en casa desde que el cielo comenzó a llover bombas. Ella es profesora de español en el ministerio de Asuntos Exteriores en Jerusalén: "No voy al trabajo desde hace una semana, nadie lo hace", relata.
La Franja de Gaza se encuentra a apenas 7 kilómetros, lo que redobla el peligro. "La última vez que salí me cogió la alarma en el coche, y es horrible, porque tienes que tirarte al piso y contar hasta 10 hasta que pasa". Los 90 segundos que tienen los habitantes de Tel Aviv para refugiarse, se convierten en apenas 15 para Perla.
"En este momento, después del atentado de Tel Aviv, el Ejército tiene que tomar medidas más fuertes porque el terror está apoderándose de las capitales" asegura, "es como si en España se permitiera que el terror llegara a Barcelona y Madrid". Lerner se pregunta qué ocurrirá ahora "que Hamas se atreve a lanzar misiles contra Jerusalén, que es su ciudad santa".
Perla no es ajena al dolor del bando ajeno. "Ellos también están sufriendo mucho, allí también hay niños y mamás, y personas que sufren" pero "Hamas no lo ve porque ellos no quieren ceder, porque mientras guardan arsenal militar en los colegios, en los sótanos, en las escuelas...".
La israelí asume el papel que está llevando a cabo su país: "Nosotros no queremos matar a los terroristas, queremos separarnos de los terroristas. No queremos más muertos, ni de su lado, ni del nuestro".
"Hoy tuvimos pocas alarmas. Sólo dos. Y cuatro misiles", relata Dori Lustron, que también reside en la zona sur del país. La normalidad con la que relata el sonido de las bombas y los cohetes, desvela lo verdaderamente trágico de la situación: que está empezando a volverse cotidiana. El estruendo de la alarma, la urgencia para buscar un refugio, los minutos de espera para poder contactar con los familiares... "Esto empezó porque no se podía vivir más, no podía hacer su vida normal", rememora.
Y ahora, explica Dori, "tenemos a nuestros chicos estacionados a lo largo de la Franja" dice, en referencia a los militares que se preparan para el ataque terrestre. Ella defiende que, "o se para esto o nosotros morimos bajo el fuego de Hamas".
Lustron se confiesa harta de ser siempre "los malos de la película": "Que la gente venga y vea cómo late el corazón de mis nietas cuando suena la alarma". "Los chicos palestinos también están mal, claro. Tampoco ellos tienen la culpa del problema político de sus líderes", que en el caso de Hamas describe como "terriblemente fanáticos". Como todos, Dori desea que llegue el alto el fuego, pero tiene reticencias. Teme que "dentro de dos o tres meses" vuelvan las bombas sobre Israel.
"El Ejército está haciendo un trabajo quirúrgico" con sus ataques, porque "de 1.500 cohetes que ha lanzado, sólo han muerto 130 personas". La israelí alude a las estrategias llevadas a cabo por la IDF para evitar, en la medida de lo posible, matar a civiles inocentes. "Ahora mismo hay mucha gente que se está yendo por el paso de Rafah porque los papeles que lanza el Ejéricito israelí dice que se va a bombardear ahí", explica. Según su información, Hamas intenta hacerse con esos panfletos, y los destruye para evitar que la gente huya, porque están tratando de que muera su propia gente. "Ahora se le está yendo de las manos, la gente se va igualmente", asegura.