Vivir pendiente de una sirena
En las últimas horas, se han intensificado los ataques con cochetes sobre varias ciudadaes israelíes, incluso Tel Aviv.
Imagina que vas caminando por la calle y de repente oyes el sonido de una sirena. Varios misiles Grad están a punto de caer en algún lugar de la ciudad y sólo tienes unos segundos para buscar un refugio antiaéreo donde ponerte a cubierto. Si no lo hay en las proximidades tienes que correr lo más rápido que puedas hacia la planta baja de un bloque de viviendas, hacia una tienda o, incluso, colocarte detrás de una pared que te proteja en caso de que algún misil caiga en las proximidades.
Pasa la sirena y se escuchan las explosiones. Por suerte tú estás bien. Los misiles deben de haber caído en el otro extremo de la ciudad, pero aún es muy pronto para saber el lugar exacto o si habrán causado víctimas. Imagina ahora que tu mujer está en el trabajo, tus hijos en el colegio o en la guardería y tus padres en su casa. Cada uno en un punto distinto de la ciudad. Imagina la angustia al no poder ubicarlos a todos enseguida debido al colapso de las líneas de teléfono y el pánico al no saber si están a salvo. Pasan los minutos y por fin consigues hablar con ellos. Los niños están llorando y tu mujer tiembla de miedo, pero por suerte todos tus seres queridos están bien.
Al llegar a casa te enteras de que uno de los misiles alcanzó el edificio de enfrente, causando enormes daños materiales y dejando a varios vecinos en estado de shock. Esta vez, gracias a Dios, no hay que lamentar heridos de gravedad. Imagina que de repente, cuando crees que ha pasado lo peor, vuelves a escuchar la misma sirena. En esta ocasión te encuentras al lado de tu familia, pero como vives en el último piso del edificio, y estás demasiado expuesto, corres con tus hijos por las escaleras y bajas un par de pisos, tal y como indican las instrucciones del Comando de Defensa Civil. De nuevo todos están bien. La sirena pasa y se oyen las explosiones a lo lejos. Regresas a tu casa y en las noticias ves que uno de esos misiles que escuchaste a lo lejos aterrizó en el colegio de tu hija, destrozando parte de sus aulas y provocando enormes desperfectos. Imagina la impotencia, el pavor y la conmoción que sentirías al pensar que el misil podría haber caído en horario escolar.
Imagina que quince minutos después vuelve a sonar la sirena. Y nuevamente al día siguiente. Y al siguiente. Y al siguiente. ¿Te lo has imaginado? Acabas de imaginarte la vida en las ciudades de Ashkelon, Sderot, Ashdod o Beersheva. Acabas de imaginarte la vida de un millón y medio de civiles israelíes.
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