Hasta ser encontrado ahorcado en su mansión en Surrey (Londres), Boris Berezovsky tuvo tiempo de vivir muchas vidas. Oligarca, magnate, conspirador político, empresario, opositor a Putin... Tan imposible es tratar de condensar su trayectoria en un sólo adjetivo como responder a la pregunta de quién era este sexagenario ruso sin caer en el paralelismo con cualquier novela de John Le Carré.
De todas sus vidas, sólo la que desarrolló como matemático está exenta de controversia. Pero pronto el Instituto de Ciencias moscovita se le quedó pequeño, y se centró en amasar fortuna importando coches de lujo en la Rusia de los noventa, aprovechando como nadie las privatizaciones que tuvieron lugar tras la caída de la URRS. Con él, dio comienzo la estirpe de los conocidos como "oligarcas rusos", nacidos al calor de la perestroika de Mijail Gorbachov.
'El Padrino' del Kremlin
Estos negocios y operaciones le supusieron condenas de cárcel, y acumuló infinitas órdenes de busca y captura en varios países por numerosos delitos. Pero sobre todo, le hicieron acumular una pingüe fortuna que le facilitó el control de la cadena de televisión ORT y la petrolera Sibneft. Y de ahí al Kremlin. Berezovsky formó parte capital del círculo de Boris Yeltsin, como integrante de la "familia" del mandatario hasta convertirse en uno de los hombres más poderosos (y ricos) del país. Nadie como el periodista Paul Klebnikov retrató la oscuridad del personaje, primero en la revista Forbes y después en el libro de El padrino del Kremlin. Asesinato de adversarios, intrigas políticas y una relación nunca resuelta con la muerte de un popular periodista.
El Rasputín de la Rusia postsoviética y su ambición parecía indestructible. No había parcela de poder que no controlara, ni rincón en Rusia donde no llegara su oscura mano. Sobrevivió a un atentado con bomba que decapitó a su chófer, el primero de los muchos intentos que hubo de acabar con su vida.
En un giro del destino, fue precisamente uno de sus alumnos quien asumió la tarea de acabar con su oscuro e incombustible reinado. Y no uno cualquiera: Vladimir Putin.
Boris Berezovsky preparó todo para que el joven político ruso sucediera a Yeltsin: le fabricó un partido, puso la cadena ORT a su disposición y le granjeó el apoyo de los oligarcas. Tras introducirle en "la familia", dejó todos los cabos atados para que el joven Putin fuera primer ministro, llegando incluso a firmar un "acuerdo secreto" con la cúpula del poder ruso.
Pero tras la travesía a la cima, el actual presidente ruso se deshizo de él, en parte como aviso al resto de oligarcas, y también como reprimenda por su posición frente a la guerra chechena o la explosión del submarino ruso Kursk. "El show se ha acabado", le dijo Putin a Berezovksy, que constató su caída en desgracia. Éste aseguró hasta su muerte que su antiguo alumno le obligó entonces a vender las acciones de Sibnefta a Roman Abramovich, dueño del Chelsea FC.
Líder de la resistencia anti-Putin
La vida como "El padrino del Kremlin" terminó en el año 2001. Ante la antipatía de Putin, y bajo la amenaza de los tribunales rusos que le perseguían por sus delitos fiscales, huyó a Reino Unido. Fue acogido como refugiado político, y las autoridades británicas no le extraditaron a pesar de sus condenas por fraude y corrupción política.
Berezovsky volvió a reinventarse. Si no podía mover los hilos del Kremlin, movería los de la oposición a Putin, dejando atrás su anterior vida, inmortalizada en la gran pantalla en el film Oligarkh. Prontó lideró el Círculo de Londres, que reunía a los exiliados rusos en Reino Unido, pero que estaba muy lejos de ser la reunión de opositores democráticos que aparentaba. En su mayoría, integraban sus filas defraudadores, oligarcas y personajes de dudoso pasado que compartían el rechazo hacia Vladimir Putin, pero más por la colisión con sus intereses que por un compromiso democrático con su país.
En las filas de la oposición Berezovsky intrigó igual que lo hizo en los pasillos del Kremlin, y también se vio ligado a oscuros asuntos como el envenenamieno del espía ruso Alexander Litvinenko o el atentado contra su colega "opositor" Ahmed Zakáyev.
Esta tercera vida tuvo un fiel retrato en el reportaje The Russian Godfathers de la BBC, donde se revela cómo Berezovsky también trató de inmiscuirse en la política ucraniana, financiando manifestaciones para desestabilizar a su archienemigo Putin a través de la Revolución Naranja. El presidente ruso era una obsesión para el Rasputín caído en desgracia. Concedió un sinfín de entrevistas pronosticando su derrocamiento, e incluso aseguró a The Guardian tener un plan para la "sustitución violenta" de Putin, lo que casi le lleva a perder su estatus de exiliado. "No hay ningún político ruso al que yo no haya financiado" decía, bravucón. "Incluso los de la Otra Rusia".
En esta época en la que decía estar preparando "una nueva revolución rusa", Berezovsky sufrió varios intento de asesinato y coleccionó órdenes de detención en nuevos países como Holanda o Brasil. Pero venció: a pesar de sus intrigas, logró difundir la imagen de él como un empresario comprometido en la lucha por la democracia en Rusia, cuya vida era amenazada a diario por el régimen de Vladimir Putin.
Ocaso y pérdida de la fortuna
La última de las vidas de Berezovsky fue una caída en picado hasta su muerte el pasado sábado. En ella, volvió a verse traicionado por quien, tiempo atrás, fuera su pupilo en los negocios: Román Abramóvich, a quien conoció a bordo de un yate en el Caribe. Ambos comenzaron juntos en el lucrativo negocio de las privatizaciones y años después acabaron enfrentados en los juzgados de Londres por la venta de las acciones de la petrolera Sibneft.
Berezovsky acusó al dueño del Chelsea de obligarle a venderlas por debajo de su precio, pero eso solo fue una excusa. Rasputín quería destruir a Abramóvich y salió escaldado. Además de exponer ante el mundo la forma en la que funcionaba la cúpula del oscuro poder ruso, el juicio sólo le garantizó una humillación para Berezóvsky, y no volvió a levantar cabeza.
Con una fortuna menguada y abandonado por su mujer, el que fuera el hombre más poderoso de Rusia en la era de Yeltsin se confesó "acabado" días antes de su muerte. Su derrumbamiento llegó hasta tal punto que, según algunas fuentes, se encontraba gestionando su regreso a Rusia con el rabo entre las piernas. Puede que exista incluso una carta de "petición de perdón" al mismísimo Putin, que podría ver la luz en los próximos días, al igual que el contenido completo de su última entrevista.
Sea como fuere, la última vida de Berezovsky y su alargada sombra continuarán aún después de su muerte.