¡Que el árbol nos nos impida ver el bosque! ¡Que los sucesos cotidianos en Libia, Yemen, Bahrain o Marruecos no nos impidan levantar el vuelo y analizar los problemas con cierta perspectiva!
Todos los medios parecen coincidir en que Europa no estuvo a la altura de las circunstancias en su política hacia el Norte de África. Se apoyó a regímenes dictatoriales, se invitó a partidos escasamente democráticos a formar parte de internacionales partidistas, se hicieron negocios con quien no se debía, se concedieron ayudas a sabiendas de que en el camino se quedaría buena parte del principal... Se hicieron muchas cosas mal pero ¿fueron la causa o la consecuencia? ¿Estos hechos ocurrieron por inconsciencia o porque se había llegado al convencimiento de que otra política era imposible?
No estamos ante una decisión tomada un día concreto, sino ante un proceso que se desarrolló paulatinamente desde el inicio de la descolonización hasta nuestros días. A lo largo de ese período aparecieron algunos argumentos, temas, actitudes... que fueron decisivos en la gestación de una posición europea y que voy a tratar de desglosar con ánimo de provocar una discusión estimulante:
El complejo de metrópoli y la denuncia del neocolonialismo. Tras la II Guerra Mundial los europeos realizaron un ejercicio de autocrítica sobre sus responsabilidades por el colonialismo. No es este el momento de entrar en detalles, pero sí de recordar sus conclusiones: no eramos quién para conquistar esos territorios, ni para imponer nuestras leyes, ni para gestionar sus patrimonios, ni para definir unas fronteras carentes de fundamento histórico o cultural. Desde esa mala conciencia por nuestro anterior comportamiento en esos territorios no nos sentíamos legitimados, sino todo lo contrario, para inmiscuirnos en asuntos internos de otros estados soberanos, por grande que fuera el escándalo que nos produjera lo que allí estuviera ocurriendo.
El carácter progresista del nacionalismo árabe. Una parte de la izquierda europea consideró que el movimiento nacionalista árabe era una fuerza relevante en la lucha en favor del socialismo. Es evidente que nunca lo fue, pero eso es lo de menos. Lo que se ocultaba tras esa posición era que creían ver en ellos un aliado en contra del liberalismo. Sus políticas, sumadas a una gestión del complejo antes descrito, podían obligar, como de hecho ocurrió, a una contención de las políticas liberales.
El auge del relativismo. La falta de confianza de los europeos después de dos guerras mundiales, el nazismo, el comunismo, la shoa y la represión soviética ha dado paso a un creciente relativismo, a una inseguridad crónica a la hora de distinguir el bien del mal, lo cierto de lo falso. Una expresión de esta actitud es la idea de que los valores no son universales sino propios de una cultura determinada. De esta forma algunos concluyen que la democracia liberal no es mejor, sino distinta, de otras formas de gobierno; que no tiene porqué ser bueno ni deseable que estados árabes, por poner un ejemplo, traten de convertirse en democracias... La Alianza de las Civilizaciones promovida por España es un claro ejemplo de esta posición.
Árabes vs. Democracia. Una idea muy generalizada entre nosotros es la de que es imposible que los árabes vivan en democracia. En unos casos se argumenta desde la teología islámica, en otros desde las tradiciones árabes, hay quien insiste más en la falta de desarrollo regional... El hecho es que todos vienen a coincidir en que no tiene sentido presionarles para que avancen hacia la democracia, con los costes que ello implicaría, porque es una misión imposible.
Business as usual. Nuestro estado de bienestar, nuestro patrimonio depende del funcionamiento de nuestra economía. El capítulo exterior es importante, de ahí que interese sobremanera al Gobierno de la Nación y a los empresarios. Para ambos la obtención de contratos en otros países es un objetivo fundamental, por lo que conviene evitar cuantos obstáculos se puedan interponer en su camino. Molestar a un gobierno extranjero con impertinencias sobre corrupción, derechos humanos, seguridad jurídica es la estrategia más segura para perder concesiones y oportunidades económicas en beneficio de competidores democráticos, pero no tan exigentes.
O todos o ninguno. Los estados occidentales pueden ejercer influencia positiva en la región si actúan de común acuerdo porque, de no ser así, la eficacia de las sanciones sería escasa. Como los europeos somos perfectamente conscientes de que no llegaremos a un acuerdo entre nosotros sobre este tema, porque los intereses en juego son grandes, ni nos molestamos en intentarlo. De ahí que cuando George W. Bush lo planteó formalmente lo rechazásemos de plano.
El miedo a China. En el hipotético caso de que norteamericanos y europeos llegáramos al acuerdo sobre una estrategia común se abriría una oportunidad de oro para que China y Rusia ocuparan las posiciones abandonadas, reduciendo el impacto de las sanciones y favoreciendo la penetración de rivales políticos y económicos.
Desde mi modesto entender éstos son algunos elementos que han jugado un papel importante en la política seguida por los estados europeos respecto del Mundo Árabe, una política que ha agravado los problemas regionales, ha fortalecido a regímenes dictatoriales, ha debilitado a las fuerzas democráticas, ha empujado a estos países hacia un callejón sin salida y, finalmente, ha provocado un estallido político de imprevisibles consecuencias.