Muchos no lo vieron venir. Otros esperaban con ansia la llegada de un día como el pasado 11 de julio. Las manifestaciones iniciadas el domingo en Cuba forman parte ya de un movimiento histórico contra el régimen comunista de los Castro, hoy en manos de Díaz-Canel. La represión y el amedrentamiento tratan de poner fin a unas protestas que se extienden por todos los rincones de un país que ya no puede más y, aunque nadie sabe quién aguantará más el pulso, pocos dudan de la enorme trascendencia de un estallido social sin precedentes.
"Salieron los jóvenes, esos que crecieron con la dualidad monetaria, la falta de sueños, los apagones y el lavado de cerebro constante en las escuelas. Salieron las amas de casa, cazuela en mano, para al menos hacer sonar unas ollas en las que apenas hay algo que echar. Salieron los padres de familias y sus nietos; los primeros, parte de una generación que ayudó a construir el actual modelo autoritario, y los segundos, potenciales balseros en el Estrecho de Florida. Salió la gente", escribía este lunes la conocida bloguera Yoani Sánchez en 14ymedio.com, uno de los pocos medios independientes que, desde La Habana, tratan de abrir los ojos a la sociedad.
El hambre
"En mis 53 años nunca he visto nada igual en Santiago, este es el principio del fin de la tiranía en Cuba", resumía uno de los miles de manifestantes anónimos que en las últimas horas se han echado a la calle. Entre las razones que han provocado este cambio de rumbo, la primera es la más obvia: "De tanta hambre que pasamos, nos comimos el miedo".
El que firma esta frase no es uno de esos padres de familia a los que aludía Yoani Sánchez, sino uno de sus descendientes. A sus 29 años, Yomil es uno de los cantantes cubanos más conocidos entre la juventud. Su participación en las protestas le llevó a ser detenido el pasado domingo, pero, lejos de callarse, el reguetonero ha optado por subir la apuesta en sus redes sociales: "El pueblo hace al artista y el artista se debe al pueblo, es más que un honor para cualquier embajador cultural ser la voz de ese que sufre y calla ante las injusticias".
Yomil lamenta, sin embargo, que su caso sea casi una excepción. "El pueblo en la calle y los artistas en sus casas, qué decepción siento por tanto descaro. La historia los recordará como cobardes y vividores", sentencia en Twitter. Aun así, el cantante no es el único que trata de poner a Cuba frente al espejo de sus miserias.
"La hambruna recorre el país y nuestra hambre no es la misma de México, Guatemala o Brasil, donde alguien pide limosnas en la puerta de un supermercado y un buen samaritano le ofrece una tortilla, un bolillo o una galleta dulce. Los mercados en Cuba están completamente desabastecidos", explica la escritora Wendy Guerra en un reciente artículo publicado en la revista mexicana Letras Libres y que ella misma comparte en sus redes sociales.
La crisis sanitaria
"No hay un diseño, no hay una economía, ni buena ni mala, no existe un plan económico, lamenta. La gente se está muriendo de hambre, literalmente. Para comprar una aspirina en el mercado negro, que es donde aparece, hay que pagar 1.000 pesos (40 dólares)".
La situación sanitaria, precisamente, es otra de las razones que han abocado a esta ola de protestas. "No hay antibióticos ni sueros, y aunque las cifras oficiales digan lo contrario, cada día mueren más pacientes de coronavirus abandonados en sus casas o tirados en el suelo de los hospitales, en condiciones infrahumanas", denuncia la escritora, que asegura que "la gente decidió jugarse la vida porque la otra opción es morir en silencio".
A pesar de que los datos de la isla llegan con cuentagotas, Cuba atraviesa el peor momento de la pandemia de coronavirus, con récord de contagios cada día y hospitales completamente saturados, especialmente en la provincia de Matanzas. Por eso, miles de ciudadanos y organizaciones claman ya por la apertura de un corredor humanitario que permita combatir la crisis sanitaria.
Desde Cárdenas, una de las ciudades más afectadas, llegan imágenes de enfermos hacinados en hospitales, algunos de ellos acostados sobre los bancos de las salas de espera, en el suelo de los pasillos o en plena calle, donde los atiende como puede un personal médico desbordado.
La manipulación
Los cubanos se aferran a la idea de que, por primera vez desde hace casi 30 años, "los ojos del mundo están puestos sobre Cuba", como dijo este lunes el alcalde de Miami, Francis Suárez, y nadie quiere desaprovechar una oportunidad así.
Así, los cubanos se echan a las calles con las armas más inofensivas y, a la vez, las más peligrosas para el régimen: sus teléfonos móviles, los únicos capaces de mostrar al mundo sin filtros la represión y la miseria que reina en la isla. "No crean ni el discurso oficial, ni en sus bizarras cifras, escuchen a la gente desde sus casas, trasmitiendo en vivo su desesperación", reclama Guerra.
Pocos confían en los medios de comunicación. Los pocos periodistas independientes que resisten en Cuba son perseguidos y los cronistas internacionales acreditados en La Habana viven bajo la amenaza constante de perder sus credenciales si se alejan más de la cuenta del guion establecido. Es más, en las últimas horas, la corresponsal de ABC en La Habana ha sido detenida y todo parece indicar que será procesada por "delitos contra la seguridad del Estado".
Ante esta situación, son los propios protagonistas de este estallido social sin precedentes los que piden paso. Y lo cierto es que su diagnóstico, resumido por la pluma de la conocida escritora cubana, no puede ser más claro: "Mientras el gobierno cubano intenta meter en el potaje al embargo y a los norteamericanos, aludiendo a una posible intervención del Imperialismo Yanqui, la realidad es que esta conversación trata de nosotros mismos, de lo que hicimos con el país; trata del miedo, las prohibiciones, la falta de libertad de expresión, el desastre económico, el robo y el irrespeto a los ciudadanos, el adoctrinamiento profundo y el interminable juego con nuestras vidas privadas secuestradas".