La (nueva) deriva bolivariana en Latinoamérica
La situación en Perú da cuenta de la reaparición de una izquierda cuyo modelo bolivariano sólo ha llevado miseria a varios países.
La segunda vuelta presidencial en Perú aún no tiene un ganador declarado por parte de las autoridades electorales. Los últimos datos mantienen a Pedro Castillo, candidato del partido comunista Perú Libre, por delante por apenas un puñado de votos. Sin embargo, nada se definirá hasta que se resuelvan todos los reclamos por irregularidades presentados por el equipo de campaña de Keiko Fujimori.
Pero lo cierto es que existe la posibilidad de la instalación en el gobierno de una izquierda muy conocida en la región, una corriente que comenzó en Venezuela con Hugo Chávez –y que se mantiene con Nicolás Maduro– y se reforzó con Lula da Silva en Brasil. Ya tenía un aliado con el dictador Daniel Ortega en Nicaragua, y posteriormente logró contagiar países como Bolivia, con Evo Morales, Ecuador con Rafael Correa y Argentina con el kirchnerismo, tanto de Néstor Kirchner, como de Cristina Fernández de Kirchner y ahora Alberto Fernández. Todos ellos llevaron a sus respectivos países a crisis económicas sin precedentes, y casi todos con pretensiones de perpetuarse en el poder. Venezuela es el caso más dramático.
Algunos países como Perú –pese a la presidencia de Ollanta Humala (2011-2016) que en un inicio entusiasmó al bloque bolivariano–, Chile o Colombia, parecían librarse del contagio bolivariano. Sin embargo, la influencia del Foro de Sao Paulo –cuya participación en las elecciones peruanas fue denunciada por la senadora colombiana María Fernanda Cabal– ha logrado que la incertidumbre se instale en esos países.
La victoria de Guillermo Lasso en Ecuador trajo esperanza al país al librarse de los anteriores gobiernos correístas –que provocaron una seria crisis económica– y del candidato Andrés Aráuz que representaba el regreso al estilo de Correa, huido de la justicia ecuatoriana. Su vicepresidente y sucesor, Lenín Moreno, se desmarcó de su dominio al ganar las elecciones en 2017 y acabó su gobierno claramente enfrentado al que había sido su referente años antes.
En cuanto a Chile, cuyo modelo económico tuvo entre sus principales éxitos bajar la pobreza hasta el 8%, la situación ha cambiado radicalmente. En mayo, la elección de una asamblea constituyente –que se encargará en redactar una nueva Constitución– dejó muy golpeado al partido oficialista de Sebastián Piñera y dio una mayoría a los partidos de extrema izquierda e independientes.
Además, otra noticia que apunta a esta reforzada presencia de la izquierda es la victoria de la candidata del Partido Comunista, Irací Hassler, como nueva alcaldesa comunista de Santiago de Chile. Esto mientras esperan las presidenciales de noviembre y cuyos pronósticos apuntan a una nueva victoria de la izquierda, incluso con posibilidades para la corriente más radical.
¿Y ahora Perú?
Ahora Perú es el gran foco de interés del crecimiento de esta izquierda, cuya característica no es la moderación. Pedro Castillo es un profesor que militó entre 2005 y 2017 en el partido Perú Posible (que llevó a la presidencia en 2001 a Alejandro Toledo, hoy en EEUU y reclamado por la justicia peruana) y que posteriormente encabezó una larga huelga de maestros en 2017.
En 2020 fue "fichado" por Perú Libre, partido cuyo fundador es Vladimir Cerrón, exgobernador regional, que fue destituido y condenado por varios delitos de corrupción. Ese partido tiene entre sus filas, según información del diario El Comercio, casi 250 militantes relacionados con el Movimiento por la Amnistía y los Derechos Fundamentales (Movadef), el brazo político del grupo terrorista Sendero Luminoso –responsable de unos 70.000 muertos en los 80 y 90– y también al congresista electo Guillermo Bermejo, procesado por terrorismo.
En sus discursos, Castillo habló de estatizar recursos y cambiar contratos con grandes multinacionales. Apenas una semana antes de la segunda vuelta, dijo que "el mercado no puede controlar al Estado, es el Estado el que tiene que controlar a la población y a los mercados". En otras palabras, propone que el Estado regule el mercado y sea "descentralizado, redistribuidor de riqueza y nacionalizador", unas propuestas que generan pánico por varios sectores y que han sido analizadas por Diego Sánchez de la Cruz en este mismo diario.
Finalmente está Colombia. El presidente Iván Duque, del mismo partido que Álvaro Uribe, no sólo se ha visto obligado a enfrentar la pandemia, si no también a grandes marchas en diversas ciudades del país que han dejado decenas de muertos, lo que ha envalentonado a la izquierda aún encabezada, entre algunos otros, por Gustavo Petro, que disputó la segunda vuelta de las presidenciales de 2018. Las nuevas elecciones serán en mayo de 2022, y es posible que también se vea un crecimiento de una izquierda impulsada desde Venezuela o Brasil.
Este nuevo impulso de la corriente bolivariana parece haber entrado a Perú y aún no conocemos las consecuencias, aunque los precedentes no son los mejores, a menos que Castillo –que muchos acusan de estar manipulado por su jefe de partido– busque la moderación como ocurrió con Humala, posibilidad que muchos ven lejana. Otro capítulo será Brasil, con un Lula da Silva apto para presentarse en 2022 ante una sentencia judicial que le devuelve sus derechos políticos.
Latinoamérica se juega mucho en estos próximos meses. Países con crecimiento sostenido durante muchos años, pero con poblaciones aún desfavorecidas, y cuyas grandes deficiencias se han visto reflejadas en medio de una pandemia que ha colocado a la región como uno de los principales epicentros de contagio en el mundo: políticas de salud ineficientes, servicios precarios, falta de equipos. Detrás de todo eso, otro enorme mal que se ha extendido: una creciente corrupción en todos los países, casi sin excepción.
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