Millones de venezolanos han vencido al miedo y han dicho "¡Basta ya!". Han sido tantos que el régimen de Maduro no ha podido evitar su apabullante derrota en las urnas ni camuflarla. Pero la euforia del triunfo no debe hacernos olvidar los múltiples abusos del chavismo durante todo el proceso electoral.
Las elecciones no se han celebrado en libertad. El régimen ha aniquilado la igualdad de oportunidades. Se ha tratado de amedrentar a los votantes encarcelando a líderes disidentes. Se ha sacado a la calle al ejército y a las milicias bolivarianas para azuzar la amenaza de un conflicto civil. Los partidos opositores han sido privados de su legítimo derecho a la financiación. El control absoluto de los medios ha tratado de silenciar cualquier mensaje en favor del cambio. Varios disidentes han perdido la vida en una desigual batalla entre el poder absoluto y la libertad. No han podido votar aquellos presos políticos que, como Leopoldo López o Antonio Ledezma, siguen injustamente en la cárcel o en arresto domiciliario. Tampoco han podido votar más de millón y medio de venezolanos que se han visto obligados a abandonar su país en estos años funestos para Venezuela.
Los demócratas han triunfado en condiciones heroicas. El deseo de cambio ha sido imparable y ha vencido al temor que causan los escenarios más catastróficos. La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ha dado muchas lecciones que pueden servir de ejemplo y guía para otros países que siguen privados de libertad, pero en los que terminará triunfando la democracia. Sin ir más lejos, para la Cuba cuyo régimen aún tutela a los mandatarios venezolanos. El triunfo electoral ha sido posible por la renuncia a los personalismos y la búsqueda de unos consensos fundamentales que son perfectamente compatibles con la pluralidad ideológica de los partidos que integran la MUD.
Ahora es imprescindible que la celebración del triunfo no reste atención al cierre del recuento. A la hora de proponer reformas y poner límites al poder ejecutivo, la diferencia entre obtener mayoría simple (84 diputados de un total de 167), mayoría cualificada de tres quintos (101) o dos tercios (112) es vital, y en ella se juega el chavismo parte de su futuro inmediato. De ahí la importancia de cuidar que el recuento contabilice hasta el último voto.
Queda por ver si el chavismo acepta de verdad el resultado y el cambio de poder en la Asamblea, o si aprovecha el período que resta hasta la constitución de la misma para aprobar nuevas leyes habilitantes que pongan frenos y mañas a esta gran victoria. Como vital será comprobar si el Tribunal Supremo de Justicia decide seguir siendo una herramienta manipulada por el chavismo o comprende el papel institucional que le toca desempeñar en una verdadera democracia. Esperemos, por el bien de Venezuela, que los actuales dirigentes comprendan el sentido histórico del clamoroso grito de libertad que ha surgido de las urnas.
José Herrera, director de adjunto de Relaciones Internacionales de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES).