Si existe algún responsable directo de lo que ocurre en Venezuela, ese es sin duda Hugo Chávez. Desde su llegada al poder en 1999, el país comenzó su lenta caída hasta la situación que conocemos hoy con problemas en todos los sectores, pese a la enorme riqueza energética que tiene. Su único objetivo fue enfrentarse a EEUU, defender a Cuba y crear una red de aliados que ahora conocemos como el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) con países a quienes "fidelizó" con una enorme "generosidad" traducida en petróleo.
Con la designación de Nicolás Maduro como sucesor, Chávez no hizo sino agravar la situación. Esto no sólo provocó problemas para todos los venezolanos, sino también dentro de propio Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que cada día parece más desunido.
Estos problemas internos comenzaron antes de su nombramiento como candidato del PSUV en las elecciones de 2013. Para muchos, en especial lo más cercanos a las fuerzas armadas, el elegido debió ser Diosdado Cabello, actual presidente de la Asamblea Nacional, personaje muy importante en la vida política de Chávez, y señalado como el hombre fuerte del chavismo. Aunque ambos intentaron demostrar cierta unidad entre el chavismo –antes de la muerte de Chávez– su poca cercanía era una secreto a voces. Este panorama no parece haber cambiado e incluso existen versiones que apuntan a Cabello como uno de los principales interesados en el debilitamiento de Nicolás Maduro en esta nueva crisis que ha dejado casi 20 muertos y más de 300 heridos.
Pero el presidente no se da cuenta de lo que realmente pasa en Venezuela en la actualidad. Lo ha ignorado desde que comenzó esta crisis el miércoles 12 de febrero y se ha limitado a ofrecer un proceso de diálogo en el que ha querido ser el principal y único protagonista con el objetivo de lavar su imagen frente al mundo. Esto lo denunció la oposición y por eso Henrique Capriles declinó sus invitaciones tanto a la cita de gobernadores como a su tan publicitada "Conferencia Nacional de Paz".
A nivel económico, el desastre es total. Los venezolanos no tienen la posibilidad de encontrar productos de primera necesidad y Maduro sólo responde con acusaciones contra EEUU y los mismos empresarios venezolanos, incapaces de reaccionar antes las medidas del gobierno chavista. Hay escasez incluso de papel higiénico y el presidente lo explicó apuntando a que "la gente está comiendo más". Esta grave situación se demostró cuando se supo que la inflación de 2013 había llegado al 56,2%, la mayor tasa de toda Latinoamérica.
La prensa es otro de los sectores más afectados. La crisis, pero sobre todo las decisiones del gobierno, los ha llevado a una situación extrema: o se ven obligados a cerrar o recortan el número de páginas en sus ediciones. Y es que en Venezuela rige desde 2003 un control estatal de cambio que impide la libre compraventa de divisas, administradas de manera exclusiva por un organismo estatal en montos limitados y con engorrosos trámites. Como es evidente, los medios de prensa necesitan esos dólares para poder comprar el papel en el exterior. Sin duda, un golpe muy bien planificado del chavismo contra la prensa independiente.
A nivel social, la situación es también desesperada por la enorme violencia que existe en las calles. A inicios de año, el gobierno pareció reaccionar cuando una miss fue asesinada junto a su marido en una carretera. El rechazo de todos los sectores fue total y eso provocó una reunión de Maduro con gobernadores, incluido Capriles a quien saludó. Sin embargo, esto no fue suficiente para lograr un pacto de Estado contra la violencia y el tema se diluyó hasta encontrarnos con la fuerte represión de las propias fuerzas de seguridad del gobierno chavista y los ataques de sus fuerzas de choque como los Tupamaros. Lo cierto es que Venezuela es uno de los países más violentos de la región con un registro de homicidios que se ha cuadruplicado en los últimos 15 años. Según datos del Observatorio Venezolano de Violencia, el año 2013 culminó con una cifra de casi 25.000 muertes violentas.
Es decir, en Venezuela existe una grave crisis social, económica y política. No hay indicios de que Maduro hay reaccionado y después de tres semanas de manifestaciones de estudiantes y opositores sólo se le ocurre adelantar el carnaval para que los venezolanos gocen de más días festivos –posiblemente acorde a su ridícula decisión de crear un viceministerio "para la Suprema Felicidad Social del pueblo venezolano"– y de paso intentar que se hable cada vez menos de lo que realmente ocurre en su país. Pero ahí no acaba la cosa, porque también anunció que la conmemoración del primer aniversario de la muerte de Chávez durará 10 días a partir del miércoles 5 de marzo.
Todo parece ser una enorme cortina de humo para que el mundo deje de hablar de la violencia chavista, de la crisis y de los estudiantes. Lo que no ha olvidado Maduro es seguir "hablando" de paz mientras por otro lado ordena nuevas detenciones de líderes opositores, tal y como ocurrió con Leopoldo López, hoy en una cárcel militar a la espera de juicio.