Las acciones y declaraciones del presidente de Venezuela parecen destinadas a lograr todo menos la tranquilidad de sus ciudadanos. Desde el pasado miércoles 12 de febrero, el ambiente es tenso en las calles y las denuncias de abusos, agresiones e incluso violaciones por parte de la Guardia Nacional Bolivariana se suceden.
Lo último que ha llamado la atención es la advertencia de Nicolás Maduro acerca de un plan de la ultraderecha para asesinar al líder del partido opositor Voluntad Popular (VP), Leopoldo López, para después acusar al Gobierno: "Ya se había cruzado la información de que la ultraderecha estaba buscando a Leopoldo López para provocar una tragedia y echarnos al culpa a nosotros".
Según el bolivariano, "la ultraderecha, una vez más en su locura para provocar la crisis política, que no ha podido, ha pensado en acabar con su vida, señor López, se lo digo para que después no vayamos a la guerra entre hermanos; y nosotros haremos todo lo posible para evitar eso". Aseguró que la propia familia de López "ha informado a través de un funcionario que desde hace tres días anda una gente con uniformes del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) y armas de fuego rondando sus casas".
Lo que sorprende es que hace apenas unos días, el Gobierno pidió la detención de López al acusarlo de "homicidio" y "terrorismo" por ser, según el oficialismo, responsable de la violencia del pasado miércoles y también de la muerte de las tres personas, dos de ellas estudiantes que fueron atacados por las fuerzas de choque chavistas que salieron a enfrentar la marcha estudiantil.
López convocó a una nueva marcha para este martes 18 desde Plaza Venezuela, "donde el pasado 12 de febrero despertó una llama de esperanza para el cambio", hasta la sede del Ministerio de Interior, Justicia, Paz, "lugar que se ha convertido en el símbolo de la represión". Además, anunció que estará allí "para dar la cara" y entregarse al Gobierno.