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El periplo del joven de Ciudad Real que ha hecho 6.000 km para rescatar a dos familias ucranianas

Al ver la situación en la frontera, este abogado de profesión salió de un juicio, cargó su coche y se fue él solo a recoger a cuatro refugiadas.

Al ver la situación en la frontera, este abogado de profesión salió de un juicio, cargó su coche y se fue él solo a recoger a cuatro refugiadas.
Fran y las cuatro ucranianas que ha conseguido traer a España | Libertad Digital

A medida que avanza la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso, cada vez son más las asociaciones, colectivos y familias que se unen para llevar ayuda a la frontera y traer refugiados a nuestro país. Fran, sin embargo, lo ha hecho completamente solo. A sus 35 años recién cumplidos, este abogado de Ciudad Real acaba de regresar a casa con dos mujeres y dos niñas ucranianas que hoy respiran tranquilas a miles de kilómetros del infierno en el que se ha convertido su país.

La idea surgió la semana pasada, cuando un amigo le comentó que otra asociación -él dirige un santuario de animales- se estaba planteando ir a la frontera. "Puse Ucrania en el que GPS y vi que, entre la ida y la vuelta, eran 6.200 kilómetros. Era una locura, pero pensé que tal vez podríamos hacer un grupo y que a lo mejor más gente se animaba y conseguíamos hacer algo grande". Al ponerse en contacto con la otra asociación, descubrió que simplemente se habían ofrecido para acoger a los refugiados, pero no para ir a buscarles. Para él, sin embargo, ya no había marcha atrás: "Ya se me había metido la idea en la cabeza, así que hablé con mi familia y les dije que me iba a la frontera".

Sus padres recibieron la noticia entre el orgullo y el temor, pero él les tranquilizó como pudo. "Les expliqué que iba a ir con cuidado, que iba a ir a la zona de Polonia más tranquila que encontrara y que sólo quería traerme a una familia, porque yo vivo en el campo y tengo habitaciones libres donde poder alojar a quien sea sin problema". Así que, sin pensarlo dos veces, el pasado 3 de marzo hizo las maletas: "Al día siguiente tenía un juicio por la mañana. Llegué a casa, cargué el coche y salí hacia Polonia". Lo hizo, eso sí, siguiendo un recorrido milimétricamente estudiado, ya que su coche es eléctrico. "Tengo que cargarlo cada 300 kilómetros, pero el ahorro es considerable y la verdad es que para viajar es súper cómodo", explica tras aclarar que la luz también ha subido lo suyo: "Desde el primero hasta el último día de viaje, la luz se ha encarecido un 22%".

Lo que se encontró en la frontera

Tras muchas horas de carretera, y más tarde de lo que inicialmente había previsto por el tráfico que encontró en Polonia, Fran llegó por fin a Medyka, el pueblo más próximo a la frontera con Ucrania. "Allí hay un montón de oenegés, médicos voluntarios, hogueras por las calles donde ofrecen té caliente, y autobuses que llevan a los refugiados a la estación o a un centro comercial abandonado en la ciudad de Przemyśl".

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El pabellón repleto de niños que más impactó a Fran

En este último lugar encontró un pabellón repleto de gente que quería viajar a España: "Muchas familias tienen dónde ir, lo que no tienen es quién les lleve". Se registró como "driver" y pronto encontró a una mujer con una niña de 10 años que había perdido un autobús que teóricamente debía traerla a nuestro país. Le aterraba quedarse sin el alojamiento que había concertado con una familia valenciana por no llegar a tiempo, así que vio en Fran a su particular ángel de la guarda. A ellas se sumarían otra mujer y su hija, encantadas de haber encontrado coche y casa al mismo tiempo.

"Mi idea era descansar un rato antes de volver a ponerme en carretera, pero la situación era muy tensa, porque no paraba de entrar gente y los niños no dejaban de llorar, así que a las 3 de la mañana decidí montarlas en el coche y sacarlas de allí". Encontrar un hotel en 200 kilómetros a la redonda era prácticamente imposible. Todos los alojamientos estaban completos, así que no tuvieron más remedio que dormir en el coche.

Las siguientes paradas -Nuremberg, Beaume y Barcelona- serían más confortables, en buena medida, gracias a la generosidad de los europeos y, muy en particular, de los españoles. "En el hotel de Francia nos hicieron precio especial, nos incluyeron el desayuno y hasta nos regalaron mermeladas. En Barcelona, incluso nos dejaron un apartamento totalmente gratis", explica orgulloso Fran que, sin embargo, reconoce que la gesta le ha supuesto un gasto de 1.200 euros entre unas cosas y otras.

La llegada a España

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Fran y las dos mujeres y dos niñas ucranianas

Finalmente, en la madrugada del jueves al viernes, todos llegaron a su destino. En Valencia, Fran dejó a una de las mujeres y a su hija con la familia que iba a acogerlas. "Fue un momento muy emotivo, porque después de tantos días juntos me costaba dejarlas allí. Les llegué a decir que se vinieran conmigo, que ya me conocían, pero bueno, sé que van a estar bien".

Las otras dos ucranianas descansan ya tranquilas en la casa que el joven tiene en Ciudad Real. "Ahora vamos a tratar de conseguir los papeles y ver si la niña se puede apuntar al colegio para que vaya aprendiendo español", explica este abogado que ya busca la manera de poner en marcha una plataforma para buscar familias de acogida a todos los refugiados que siguen esperando en la frontera. "Ellas tienen muchos conocidos allí que lo necesitan y la idea es que vengan a España con un destino ya asegurado".

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Fran celebró su cumpleaños en mitad del viaje

El vinculo que todos ellos han creado en apenas una semana es más que evidente. "Incluso celebré con ellas mi cumpleaños en pleno viaje de vuelta. Me pusieron una vela en una magdalena para que, al menos, lo celebrásemos de alguna forma y la verdad es que fue muy bonito", reconoce emocionado. Por eso, Fran no puede sino estar orgulloso de la decisión que tomó hace apenas una semana: "Si algo tengo claro es que ha merecido la pena. Si no fuera por la paliza, me iba otra vez ahora mismo".

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