Es noche cerrada y en la carretera no pasa ni un alma. Sólo se escuchan las voces de varios españoles, felices, por haber llegado después de dos días de viaje a la frontera con Ucrania. En las imágenes que Estíbaliz y su marido nos envían de madrugada no hay ni rastro de cansancio. A unos metros, en un almacén que les ha conseguido la embajada, unos compañeros descargan las 3 toneladas de comida que han conseguido hacer llegar desde España para los que huyen de la guerra de Putin.
Su historia personal ha sido clave para embarcarse en esta aventura de fletar dos autobuses con los que traer a España a 100 refugiados. Ella y su marido, fueron hace años "víctimas de una estafa financiera y estuvieron siete meses durmiendo en un almacén con su hija de siete años". Una experiencia vital que cambió radicalmente su perspectiva y que les lleva a empatizar sobremanera cuando ven "a esos niños durmiendo en estaciones".
"A que no hay..."
"Al principio – cuenta Estíbaliz – un amigo nos propuso venirnos en un coche y traer a cuatro refugiados pero, ya puestos, decidimos hacerlo a lo grande y alquilar dos autobuses" En Madrid, eso tan español de "a que no hay …" fue el resorte para que varios taxistas organizaran un auténtico convoy hacia Ucrania. José Miguel Fúnez, cuenta que "al principio eran 20 compañeros y ahora ya son 34 los vehículos que viajan hacia allí; dos de ellos son auto caravanas, para dar servicio a madres y niños"
Podría parecer una bilbainada hasta que hablamos con Jesús. Lleva dos días de viaje en una furgoneta de alquiler y está a punto de llegar a la frontera de Rumanía. Su caso fue espontáneo: "Iba sin previsión de nada, con unos bocadillos y a lo loco". Sin embargo, pronto se dio cuenta de que este viaje requería buenas alforjas porque la burocracia es tan necesaria, como la seguridad: "Mi cuñada, que colabora con una ONG, es la que me ha movido todos los permisos para poder recoger en la frontera a un grupo de refugiados en concreto que van a ser acogidos por una familia de Bilbao".
Preparación mental y burocrática
No les frenan ni los 6.000 km que tienen por delante, ni la gasolina a 2 euros el litro, ni la cantidad de trámites que hay que hacer para poder llevar su iniciativa a cabo. "Anteayer nos reunimos con el embajador – cuenta José Miguel - para cerrar los últimos permisos. El personal de la embajada nos va a acompañar hasta la frontera con Polonia para asegurar el viaje porque se están dando casos de trata, que quieren evitar".
Estíbaliz lleva "un listado de las personas que van a venir a España". Se lo recomendó la propia embajada para poder organizar la recogida y tramitar el asilo con antelación. Si, además, se lleva ayuda humanitaria, como es su caso, hay que solicitar también una serie de permisos para que la carga pueda pasar la frontera y llegue a su destino.
Todos ellos son conscientes de que este viaje entraña un riesgo y una preparación mental. Estíbaliz se está "preparando para el momento en el que hayan subido al autobús las primeras 50 personas y se quieran subir otras 100.000". Es consciente de que "va a ser muy duro" pero al igual que José Miguel, no descarta "repetir la experiencia si sale bien".