Kaniv, un oasis entre guerras donde se tejen calcetines para los soldados
La familia de Yuliia decidió quedarse en Ucrania para ayudar. En la casa de sus padres, cocinan y recogen material para el frente. Lo cuenta para LD.
Mujeres tejiendo calcetines y grandes ollas al fuego con comida para el frente. Una estampa que nos traslada a la I Guerra Mundial pero que se ha convertido en la realidad de muchas familias ucranianas desde que comenzó la invasión por parte de Rusia. Entre ellas la de Yuliia, una neuróloga que se vino a España "por amor" en 2019. Entonces dejó un país en el que ya se mascaba la tensión. Desde la Crisis de Crimea, en 2014, su país no conoce la paz. El conflicto continúo en la región del Donbas. Aunque, según explica para LD, "estaba muy concentrado y se vivía con cierta normalidad".
Así fue hasta el 24 de febrero de 2022. "Nos despertamos con llamadas de mis amigas, de mis padres, diciendo: Yuliia, nos están bombardeando". Eran las 5 de la mañana. Desde entonces, vive preocupada pero confiada en que la historia acabará bien para Ucrania. "Estamos alegres. Vamos a ganar", repite una y otra vez como si de un mantra se tratase.
Esa es la energía que le transmite su gente, un pueblo atacado por sorpresa que se está resistiendo con todas sus fuerzas. Más de lo que esperaba el propio Putin. Y eso le hace sentir orgullosa. Sus padres no quisieron marcharse, prefirieron quedarse para ayudar a sus compatriotas. Ella está más o menos tranquila porque sabe que "la casa tiene su pozo, y tienen comida, chimeneas, madera...". Todo lo necesario para subsistir unas semanas, que es el tiempo que creen que durará esta guerra.
Se apoyan unos a otros. Unidos se saben más fuertes. "Se juntaron en casa de mis padres. Allí está mi hermana y la familia de su esposo, unos amigos... Están todos y no quieren moverse. Tienen fe de que todo acabe pronto", asegura. Entretanto, están "ayudando como pueden... Preparando comida para el ejército y mi madre haciendo calcetines para los soldados, también donando dinero".
Oasis entre guerras
La familia de Yuliia vive en una especie de oasis entre ciudades en guerra. Al menos, de momento. "Mi pueblo todavía no lo bombardearon. Está justo en el corazón del país", explica. "Allí está enterrado el poeta más famoso de Ucrania, Taras Shevchenko", dice orgullosa.
Es Kaniv, una pequeña ciudad a una hora en coche de Kiev, donde ella iba a trabajar cada día hasta hace tres años. Por allí "están tranquilos", asegura. Y eso que tienen a unos 80 kilómetros "una ciudad que tiene varias bases militares y que ya están bombardeando". De hecho, "las alarmas suenan durante el día avisando de peligro por el aire".
Ella describe la situación con total normalidad, como si -sin saberlo- se hubieran estado preparando para cuando esto ocurriera, en algún momento de sus vidas. "En la ciudad hay una hidroeléctrica, una estación importante, pero ya montaron toda la protección... Quitaron señales de tráfico, montaron puntos de control por toda la ciudad, y van vigilando". Lo explica dando a entender que saben lo que tienen que hacer.
Desde aquí, Yuliia lo vive con más incertidumbre. Nunca pensó que esto podría pasar, al menos no que llegaría hasta este punto. "Estoy viendo un montón de fotos, vídeos, mensajes, hablando con gente, pero no me encaja en mi cabeza que esto puede pasar ahora. Es increíble, en pleno centro de Europa alguien entra así y empieza a bombardear. Volvimos ahora al año 1941".
Desde Vigo, con amor
En Ucrania necesitan casi de todo. "Comida, medicamentos, pero también botas, guantes, ropa térmica, chalecos antibalas, cascos y todo lo que es protección individual", explica Yuliia. "Con eso estamos ahora". Quién se lo iba a decir a esta neuróloga cuando llegó a Vigo en 2019. Muchos se fueron de Ucrania temiendo lo peor tras la crisis de Crimea, pero ella se vino a España por amor. Había estado en el país, le gustaba y conocer a su marido fue el impulso que necesitaba para dejarlo todo y venirse a Galicia.
Desde entonces, disfrutaba de una vida tranquila junto a su gran amor. La invasión de Rusia lo cambió todo. Vive de aquí para allá. Cuando sale de trabajar del hospital va y viene al punto de recogida que tienen en la Calle Colón. Han contactado con una empresa de logística que lleva metal desde Polonia y que la semana que viene llevará a Ucrania el material que hayan conseguido.
No hay un minuto que perder y ella lo sabe. Mantener el ánimo es importante. No vale de nada llorar. "El mismo tiempo te llenas de esta energía de hacer algo, de ayudar con una idea, y ya no sufres más", explica. Ahora su mente está sólo en colaborar. "Creo en la victoria y creo que lo podemos conseguir porque es por la libertad... No solamente de nuestro país, es la libertad de Europa", asevera. "Estoy muy orgullosa de mi país, de ver a la gente ucraniana tan unida".
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